Puerta de torniquete
Salir y entrar de las provincias, lo mismo con alimentos que con
'material informativo', es la odisea cotidiana para abastecer el oriente
cubano.
Yanet Maldonado, Santiago de Cuba
miércoles 31 de enero de 2007 6:00:00
Para comprobar que el servicio policíaco cubano ha aumentado su furia
desmedida contra los ciudadanos, basta con hacer un viaje de un extremo
a otro del país.
Cualquier pretexto sirve para crear una barrera militar compuesta por
trabajadores sociales, inspectores de tránsito, oficiales del
Departamento Técnico de Investigaciones (DTI), policías y hasta vecinos
de las zonas colindantes a estos retenes. La última estratagema son los
fumigadores contra la plaga de mosquitos que sospechosamente nos invade
con más fuerza. Y se dice sospechosa, porque hay lugares que siempre han
estado plagados de estos molestos insectos.
Entre un ardid y otro, los puntos de fumigación se han convertido en una
muralla sanitario-policial. Las mismas están ubicadas en las entradas y
salidas de los pueblos y allí los funcionarios civiles y castrenses se
sienten en el derecho de detener los autos, ómnibus y camiones; se suben
a fumigar, pero también lo hacen para husmear cuanto hay en ellos.
No habría dificultad si se tratara de una sana inspección. Pero junto a
estos nuevos agentes se posesionan unos inconfundibles hombrecitos,
aparentemente de civil, con sus también inconfundibles motocicletas
Honda, nuevas y relucientes, compradas con el presupuesto para la
"defensa del país". Son los oficiales operativos de la Seguridad del Estado.
Comienza el operativo
En estos estacionamientos obligatorios, los circulantes están apremiados
a bajarse de los vehículos y permanecer por lo menos 15 minutos fuera.
En ese instante, la gendarmería aprovecha para considerar quiénes son
dudosos y quiénes no. Los primeros son detenidos bajo sospecha, con una
orden de registro salida como de un sombrero mágico.
En viaje hacia la ciudad de Camagüey, a Hilario le hicieron bajar los
paquetes. En el decomiso le ocuparon dos galones de pegamento para
madera y uno de un acrílico especial, obtenidos ambos en el mercado
negro; además le impusieron una, según ellos, "benévola" multa de 600 pesos.
Para Hilario, hombre que roza los cuarenta años y huidizo de los
contratos oficiales de trabajo por engañosos y poco rentables, la pelea
es dura. "A veces voy por leche en polvo, llevando pintura u otros
productos. Y si pierdo esa carga, debo quedarme varios días a recuperar
el presupuesto, para no volver vacío a Santiago", asegura.
Como Hilario, miles de cubanos recorren la Isla, se hunden en los
entramados de la capital y otras ciudades importantes para buscar
productos escasos en provincia o en los olvidados pueblos. Es un viejo
oficio, tan antiguo como los inicios del comercio en Cuba. El trapicheo,
el trueque, el cambalache, la lucha o la pelea son términos que
identifican a hombres y mujeres que dejan cuerpo y vida en las
carreteras del país.
Desde Granma, Santiago y Guantánamo llega el café en grano a las
provincias occidentales. De Camagüey se traslada el queso, y al retorno
traen ropas, aceite comestible, confituras, piezas de bicicletas y un
sinfín de artículos que escasean en la depauperada economía del Este cubano.
Un ciudadano comenta: "Los mejores son los muchachos, la gente joven,
económica, barata, eficaz y rápida; se mueven en un par de días y
siempre cargan más. En cuanto pase lo de la fumigadera, los mando a la
carga".
Combate cuerpo a cuerpo
Sin embargo, la persecución pura y dura la sufren los opositores
pacíficos y sus colaboradores. Son ellos los encargados de hacer llegar,
más allá de las fronteras de Matanzas o Cienfuegos, literatura y
materiales para romper el muro de silencio informativo. Radios de onda
corta, equipos de vídeo y cualquier artículo que sirva para el trabajo
pacifista.
Para ellos, el combate cuerpo a cuerpo comienza al salir de la sede
diplomática en que se le donan los materiales. Con su carga de
compromiso atraviesan el infierno habanero de policías y delatores,
hasta enfrentarse a las redadas aduaneras que circundan la provincia.
Cuando llegan a las cercanías de sus lugares de origen, en el centro
mismo de los retenes mencionados, los bajan y los requisan delante de
todos, le quitan la carga, los multan y, si no hay documentos
comprometedores, los dejan seguir. Esto en la mejor de las suertes,
porque la mayoría de los casos los detienen y los dejan por horas en los
calabozos de las unidades policiales.
Así y todo, Cuba está llena de bibliotecas independientes, declaradas o
no, inauguradas, incautadas y vueltas a montar, como en un interminable
juego de gato y ratón.
Son estas nuevas aduanas, pilleras, ratoneras transitorias o a tiempo
fijo. Nuevos bozales para pescar los intentos evasivos de un país. Sus
lacayos recuerdan a los guardianes del Medioevo, con las trompetas
listas a la puerta del palacio.
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/puerta-de-torniquete/(gnews)/1170219600
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