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Monday, January 19, 2015

Una nueva plaza

Una nueva plaza
01/18/2015 1:00 PM 01/18/2015 6:00 PM

Si el argumento de plaza sitiada fue utilizado por décadas por el
régimen, en ningún momento implicó compromiso ideológico alguno y mucho
menos único recurso. El que por tranquilidad y conveniencia se siguiera
repitiendo por los voceros de allá y aquí tampoco significó nunca que
quienes realmente gobiernan en la isla —a estas alturas un hermano,
algunos miembros de una familia, unos pocos del círculo íntimo— lo
necesitaran con urgencia imprescindible.

Afirmar que Cuba era "una plaza sitiada" o que "la nación estaba en
guerra" constituía parte de ese rosario de lemas ya gastados, pero a los
cuales sacaba utilidad el régimen, sobre todo en medios internacionales.
Por décadas resultó difícil comprender que un país estaba en guerra con
otro y al mismo tiempo le compraba alimentos a su enemigo, agasajaba a
los legisladores del bando contrario y celebraba subastas de tabacos
donde los compradores no venían de una trinchera sino viajaban
cómodamente a La Habana.

Cuba estaba en "guerra", decían los repetidores de los argumentos
surgidos en la Plaza de la Revolución, y no le quedaba más remedio que
encarcelar a los "agentes" del otro bando. Pero la justificación
ideológica había pasado a un plano secundario ante la represión más vulgar.

El gobierno de Raúl Castro ha logrado algo que parecía imposible durante
la época de Fidel: echar a un lado o reducir al mínimo los fundamentos
ideológicos y aplicar un pragmatismo que no significa adaptarse a la
realidad, como han supuesto algunos, sino todo lo contrario: ajustar esa
realidad al propósito único de conservar el poder.

Si una parte de quienes viven bajo las ruinas del socialismo cubano son
sujetos moldeados por una época en que se produjo una amplia
distribución de algunos derechos sociales —como tener un trabajo
asegurado y el acceso gratuito a los servicios de salud y educación, que
con los años han experimentado cada vez un mayor deterioro—, son también
ciudadanos con un precario entrenamiento para ejercer derechos civiles y
políticos, o en general poco preparados para asumir riesgos a la hora de
obtenerlos.

Por otra parte, ha ido en aumento otra generación que no se preocupa
tanto por esas conquistas sociales como por un bienestar inmediato, al
que se ven limitados con condiciones internas y externas. Son estos, que
nunca han aspirado a "ser como el Che" aunque lo repitieran de niños, a
quienes están destinados los cambios en la relación entre Cuba y Estados
Unidos: los hijos del Período Especial. Lidiar con esta generación es el
gran reto en que están empecinados los gobiernos de ambos países.

Raúl Castro ha hecho todo lo posible por mantener la condición de
acatamiento de los viejos y el desinterés político de los jóvenes,
timoneando de acuerdo al momento pero sin soltar el control del rumbo.

El argumento de "plaza sitiada" y el enemigo externo —aunque no
eliminado por completo— comenzó a ceder espacio frente a la urgencia del
momento. Abandonar el país no fue más el último acto de rebeldía o la
única muestra "permitida" de rechazo al sistema, sino una salida económica.

Tras una parada militar, el 2 de diciembre del 2006, Raúl Castro habló
de negociar con Washington. En medio de tanques y cohetes, no lanzó una
arenga contra su viejo enemigo. Propuso sentarse a negociar "sobre la
base de los principios de igualdad, reciprocidad, no injerencia y
respeto mutuo".

Que años más tarde se inicie al fin tal diálogo no refleja sólo la
voluntad o el interés del presidente estadounidense Barack Obama, sino
también muestra una necesidad por parte del gobierno de la isla. En este
sentido, intereses y razones han sido discutidos y analizados en
detalle, pero hay un elemento primordial que no debe pasarse por alto:
una intención real de negociar.

Curioso que uno de los puntos más significativos del discurso de Castro
—durante la clausura del último período ordinario de la Asamblea
Nacional del Poder Popular del pasado año— fue el ofrecer garantías de
que su gobierno no boicoteará las negociaciones, como temen algunos
analistas y añadió que se "tomarán medidas" para prevenir hechos que
puedan obstaculizar el diálogo.

La declaración abre nuevas perspectivas. No se trata de creer al pie de
la letra lo que dice el gobernante. Es algo más simple: no se inicia un
diálogo buscado en los últimos años para romperlo de la noche a la
mañana. Se sabe que Castro no está dispuesto a ceder en aspectos
esenciales —democracia, derechos humanos—, pero hay otras cuestiones en
que mostrará mayor flexibilidad. Tras los anuncios, este año ha dado
inicio a lo que parece será un largo proceso de toma y daca.

Que algunas de estas cuestiones no resulten fundamentales para la
oposición no deja fuera la posibilidad de que esta pueda lograr cierto
provecho de ellas. Hasta dónde llevará Washington los reclamos
democráticos es la gran interrogante, donde lo mejor es no colocar
muchas esperanzas, pero también resulta contraproducente un rechazo de
plano.

Source: Una nueva plaza | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/alejandro-armengol/article7053851.html

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