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Sunday, January 18, 2015

Una Cuba mejor es más posible que nunca

Una Cuba mejor es más posible que nunca
La clave está en la ampliación de la participación ciudadana en los
procesos de socialización de la propiedad y democratización de la vida
política
PEDRO CAMPOS, La Habana | Enero 16, 2015

La reanudación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE UU y el
inicio de la normalización de los vínculos de todo tipo entre ambos
países que implica la eliminación del bloqueo político que sostenía la
gran potencia del norte sobre la pequeña Isla del Caribe abren un compás
de espera y un nuevo espacio que, bien aprovechado por todas las fuerzas
constructivas y democráticas cubanas, crean ‒como nunca antes‒ las
condiciones para una Cuba mejor para todos los cubanos.

Algunos situados en los extremos consideran que este acercamiento puede
alejar, en vez de acercar un mejor futuro para todos los ciudadanos.
Unos porque creen que prolongaría y consolidaría la ¨dictadura
castrista¨, otros porque el ¨imperialismo¨ se apropiaría de la economía
y los corazones de los cubanos.

Apartando intereses estrechos y sectarios que se pueden estar
escondiendo tras esas visiones, ninguna de ellas parece percatarse de
todas las ventajas del acontecimiento para la gran mayoría del pueblo
cubano, sus esperanzas democráticas, su creatividad, sus fuerzas
productivas y especialmente para su soberanía como auténtico decisor y
ejecutor de su futuro.

Hace algún tiempo ya se escribió que si encomendar las soluciones de los
problemas del pueblo cubano a la ayuda y benevolencia del poderoso
vecino del norte implicaba entregarle el país por un miserable plato de
lentejas. Desconocer las ventajas de una relación constructiva y
pacífica con el mismo, sería condenar la nación a la condición de
¨ciudadela sitiada¨ a merced de oportunismos nacionalistas de toda laya.

Mover el país por el sendero entre esas posiciones a partir de una mayor
y creciente participación de los ciudadanos en las decisiones de todo
tipo, en la política y en la economía, es la clave y a la vez, el gran
reto de la izquierda democrática cubana.

La actualización que promueve el Gobierno de Raúl Castro concede al
cooperativismo y al cuentapropismo un espacio secundario en la economía,
dando prioridad a las empresas estatales y sin acabar de asimilar su
propio aserto de que el Estado no debe administrar empresas, sin
entender el significado del trabajo libre, asociado o no para el
socialismo y olvidando los objetivos iniciales de esta revolución, que
no es de ellos sino de todo el pueblo, sobre el restablecimiento de la
democracia.

Si paralelamente al proceso de negociaciones con EE UU y a su
participación en apoyo al desarrollo de la economía no se profundiza un
proceso de socialización de la propiedad a través de la extensión del
cuentapropismo, las pequeñas y medianas empresas de todo tipo, el
cooperativismo y la participación de los trabajadores en la dirección,
gestión y repartición de utilidades de las empresas estatales, junto a
la democratización y diversificación de las instituciones de
participación política a todos los niveles, Cuba corre el riesgo de
pasar del capitalismo monopolista de Estado decadente, impuesto en
nombre de un socialismo que nunca ha existido, a una forma de
capitalismo de Estado, autoritariamente controlado por una elite
político-militar en asociación al gran capital norteamericano.

Hay que reconocerles a los presidentes de EE UU y Cuba el haber dado
este paso que crea condiciones primarias para que un país mejor sea más
posible que nunca. Pero que esta oportunidad abra el camino a la Cuba
con todos y para el bien de todos que Martí soñó y por la cual lucharon
varias generaciones de cubanos por casi dos siglos depende de los
propios ciudadanos y su inteligencia.

El momento es de diálogo y concertación, de espera prudencial y de
alianzas populares y democráticas en función de los intereses de las
mayorías.

Si Raúl y su círculo más estrecho desean consolidar su posición y llevar
la actualización a buen término, tendrán que eliminar todas las trabas
que impone el pesado fardo de la vieja burocracia partidista
neoestalinista que controla las organizaciones de masas, los procesos
electorales, los poderes locales y las empresas estatales, y buscar la
alianza con los trabajadores y las clases medias, abriéndoles todos los
espacios posibles.

Hay que evitar que las empresas extranjeras terminen invirtiendo solo en
cooperación con las empresas estatales, sin independencia real para
contratar trabajadores, sin créditos ni posibilidades para desarrollar
las pequeñas y medianas empresas, ya sean de capital privado o asociado.

En este sentido, tendrá que flexibilizarse la Ley de Inversiones y
convertirse en una ley de empresas simplemente, para que los capitales
cubanos de cualquier dimensión, existentes en el país o fuera, puedan
desplegar sus iniciativas.

El Estado tiene que abrir las posibilidades del comercio externo e
interno, pues actualmente su control sigue siendo la causa principal de
los altos precios que impide el abaratamiento de los costos de los
insumos y las mercancías de amplio consumo popular, especialmente los
alimentos.

Otro aspecto a revisar de inmediato es la ley impositiva que sigue
gravando los ingresos y no las ganancias, factor que limita la
reproducción ampliada de las empresas nacientes, y eliminar toda la
parafernalia de permisos absurdos para abrir negocios y cooperativas,
sea en los servicios o la producción.

Todas las fuerzas constructivas y pacíficas del país deberían, dentro y
fuera del Gobierno, dentro y fuera de Cuba, echar a un lado rencores y
venganzas y comprometerse en un diálogo nacional que posibilite el
camino compartido del progreso nacional hacia una nueva constitución
democrática en su contenido y en la forma de alcanzarla.

Se avecinan las próximas elecciones del Poder Popular. Esta es una buena
oportunidad para que el Gobierno demuestre su vocación democrática,
acabe de prohibir por ley toda represión del activismo político
diferente, facilite la ampliación de la libertad de expresión y
asociación y realice modificaciones en la ley electoral que posibilite
otras formas más democráticas de proposición de candidatos, elecciones
directas de los alcaldes municipales, los gobernadores provinciales y el
presidente de la República.

La nación andará con todos o nunca lo será. Ninguna de sus partes tiene
derecho a secuestrar el futuro para intereses estrechos.

Desde la defensa de las posiciones del Socialismo Participativo y
Democrático, abogamos por la concertación, el diálogo, el encuentro, la
reconciliación nacional y la prosperidad del pueblo cubano en un
ambiente de paz y democracia.

Una Cuba mejor es más posible que nunca. Lograrla es responsabilidad de
todos los cubanos de buena voluntad.

Source: Una Cuba mejor es más posible que nunca -
http://www.14ymedio.com/opinion/Cuba-mejor-posible_0_1708029189.html

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