Pages

Monday, January 05, 2015

Los “derechos” del verdugo

Los "derechos" del verdugo
El gobierno de La Habana siembre se ha mostrado no solo preocupado, sino
con temor ante actividades como la performance de Tania Bruguera
Alejandro Armengol, Miami | 05/01/2015 10:04 am

Controlar a los intelectuales ha sido uno de los mayores esfuerzos del
régimen cubano. También uno de sus fracasos más manifiestos. La última
oleada represiva, desatada el día en que la artista Tania Bruguera había
anunciado colocar un micrófono en la Plaza de la Revolución para que
todo el que quisiera expresara su opinión sobre el futuro del país, no
es otra cosa que el capítulo más reciente de esa batalla con treguas
entre los hermanos Castro y los escritores y artistas, que se inició el
1º de enero de 1959.
El gobierno de La Habana siembre se ha mostrado no solo preocupado, sino
con temor ante actividades de esta naturaleza: quienes piensan y
escriben resurgen una y otra vez para cuestionarse el sistema;
periodistas, economistas, ingenieros, profesores y bibliotecarios están
entre los enemigos más temidos de la Seguridad del Estado: la represión
se ha ensañado con ellos. No sin razón. La oposición en Cuba en estos
momentos no se define en la lucha armada, sino en la confrontación
política. No hay simplemente una batalla ideológica: hay una lucha
contra las ideas.
El acto en la Plaza iba un paso más allá en este sentido. No solo
pretendía realizarse en un lugar emblemático del régimen sino que además
no se limitaba a un encuentro entre intelectuales, ya que no excluía a
nadie: no era necesario mostrar un libro publicado o un cuadro exhibido
para participar; tampoco era necesario enseñar el carnet del Partido ni
la filiación a un grupo disidente. No estaban citados ni militantes ni
activistas. Podía participar el que quisiera, pero se suponía que esta
participación implicaba expresar un pensamiento, un punto de vista, un
criterio. Y en este hecho es donde radicaba "el peligro". Porque lo que
el gobierno no quiere perder no se limita al control de la calle, sino
va mucho más allá: es el control de las ideas. No importa que no se
compartan, basta que se acaten.
Por décadas esta premisa ha sido uno de los pocos dogmas mantenidos sin
variación, mientras se ha ido desarrollando un ajiaco ideológico que
permite asimilarlo todo, siempre y tanto esté previamente autorizado.
Este dogma siempre se ejemplificó en manifestaciones burdas, como las
famosas reuniones laborales y estudiantiles para "discutir el último
discurso de Fidel", pero también tuvo momentos canónicos, como las
tristemente célebres "Palabras a los intelectuales":
"¿Sentimos el temor de la existencia de un organismo nacional, que es un
deber de la Revolución y del Gobierno Revolucionario contar con un
órgano altamente calificado que estimule, fomente, desarrolle y oriente,
sí, oriente ese espíritu creador? ¡Lo consideramos un deber!"
(…)
"¿Se discute acaso ese derecho del gobierno? ¿Tiene o no tiene derecho
el gobierno a ejercer esa función? Para nosotros en este caso la función
fundamental es, primero, si existía o no existía ese derecho por parte
del gobierno. Se podrá discutir la cuestión del procedimiento, cómo se
hizo, si no fue amigable, si pudo haber sido mejor un procedimiento de
tipo amistoso; se puede hasta discutir si fue justa o no justa la
decisión; pero hay algo que no creo que discuta nadie, y es el derecho
del gobierno a ejercer esa función."
(…)
"Si nosotros impugnamos ese derecho del Gobierno Revolucionario
estaríamos incurriendo en un problema de principios, porque negar esa
facultad al Gobierno Revolucionario sería negarle al gobierno su función
y su responsabilidad, sobre todo en medio de una lucha revolucionaria,
de dirigir al pueblo y de dirigir a la Revolución."
(…)
"¿Quiere decir que le vamos a decir aquí a la gente lo que tiene que
escribir? No. Que cada cual escriba lo que quiera. Y si lo que escribe
no sirve, allá él; si lo que pinta no sirve, allá él. Nosotros no le
prohibimos a nadie escribir sobre el tema que quiera escribir. Al
contrario: que cada cual se exprese en la forma que estime pertinente, y
que exprese libremente el tema que desea expresar. Nosotros apreciaremos
su creación siempre a través del prisma y del cristal revolucionario:
ese también es un derecho del Gobierno Revolucionario, tan respetable
como el derecho de cada cual a expresar lo que desee expresar."
En un discurso plagado de dogmatismo, falsas promesas y desvíos, el
gobernante dejaba bien claro lo que consideraba los derechos de la
revolución, es decir: sus derechos. Y por supuesto, no todos los
derechos eran iguales: unos estaban apoyados con cañones, policías y
cárceles y otros dependían simplemente del individuo. Así que a partir
de ese momento todo el mundo debía saber a qué atenerse. Y el principio
no ha cambiado hasta hoy.
Puede que incluso mañana se considere que no debió meterse preso a
nadie, aunque fuera solo por pocos días, o que se debió negociar más en
algunos puntos específicos. Lo que nunca admitirá el régimen es una
renuncia a sus "derechos". Lo que nunca estará dispuesto es a ceder en
poder de decisión.
Así que es posible que el día de mañana la propia Bruguera pueda
celebrar su performance en otro lugar y momento, con la debida autorización.
En todo caso, cambios mayores se han visto. Por años estuvo prohibida la
exhibición la mayor parte del cine norteamericano y perseguidos los
homosexuales, para citar dos ejemplos siempre repetidos.
Lo anterior también lleva a reconocer —aunque nunca a compadecer— el
triste papel de los represores de todo tipo, que por miedo llevan a cabo
tareas que pueden resultarles desagradables —o gustosas, porque para
todo siempre hay alguien dispuesto— y que saben, ya que a estas alturas
no queda la posibilidad de duda al respecto, que en el futuro enfrentan
la posibilidad de ser criticados, separados o incluso sancionados. Eso
no es más que el precio por formar parte del "Gran Mecanismo" que
señalaba Jan Kott.
Los escritores y artistas de la Isla. no deben olvidar que, a los ojos
del régimen, es igualmente sospechoso un disidente que se cuestiona el
curso del proceso social que un creador interesado en difundir su punto
de vista. La única diferencia aceptada es el grado de encubrimiento a la
hora de exponer una opinión. En ambos casos, el grado de distanciamiento
del punto de vista oficial lo establece el sistema. No son solo las
circunstancias las que hacen más o menos permisible una crítica. El
régimen se reserva el derecho de dictaminar sobre qué protestar, cómo y
cuándo hacerlo.
Todo escritor y artista honesto que vive en la Isla está ante una
situación sumamente difícil. Guardar un silencio culpable ante esta
última acción represiva compromete la dignidad intelectual del país.
Manifestarse abiertamente implica no solo un peligro personal, sino
también la posibilidad de ver interrumpida la labor creativa. Queda a
cada cual determinar qué es más importante. Como nación, Cuba atraviesa
una crisis cultural sin salida. Con el tiempo se sabrá si este año que
se inicia se caracterizará de nuevo por la existencia de un gran número
de intelectuales silenciados o silenciosos. No se puede arengar desde el
exterior el asumir un compromiso que se negó al abandonar el país. Sí se
puede sugerir que, al menos, se practique un retraimiento decente.
Ciertas figuras clave de la cultura cubana están obligadas a manifestar
su criterio en estos momentos. No se incluye en este grupo a los
funcionarios de todo tipo, que amparados en sus cargos desde hace muchos
o pocos años vienen divulgando sus obras, con independencia de las
mismas. Son los que en otras épocas sufrieron persecuciones, los que en
determinado momento fueron marginados; quienes han logrado mantenerse en
el difícil equilibrio de continuar viviendo en Cuba y escribir, pintar,
componer y crear sin que por ello puedan ser considerados simples
alabarderos del régimen. O al menos sin que se pueda decir que siempre
su papel se ha limitado a servir de cortesanos ilustrados. No los
salvará que, en la tranquilidad de una sala familiar o en un momento de
confidencia, declaren a sus amigos que ellos no tienen que ver nada con
el régimen, que están en contra de lo que está ocurriendo. Esto lo deben
de haber hecho y van a seguir haciendo, con todo el derecho que les
asiste por vivir bajo un gobierno totalitario.
En el pugilato de fuerzas que parece estar ocurriendo en Cuba, entre
darle marcha atrás al reloj, avanzar o continuar en la espera, de nuevo
queda claro que la represión y persecución a los artistas no es un
capítulo cerrado.
Para el régimen, los escritores y artistas no son más que personajes
peligrosos o muñecos insignificantes, dedicados a un oficio que el
sistema siempre se ha empeñado, aunque sin lograrlo, en convertir en una
actividad pueril.
No hay que pedirle a un intelectual que, en razón de su oficio, sea un
valiente. Tampoco que sus opiniones políticas tengan más valor que la de
cualquier otro ciudadano.
No se trata de hacer un llamado a comportarse como héroes. El heroísmo
es casi siempre una salida desesperada ante la mediocridad y la
estulticia, pero un gesto condenado a consumirse en su propio esplendor,
casi siempre incapaz de transformar de forma duradera la vida cotidiana
del país, salvo en el reino de lo anhelado y ausente.
Pero al mismo tiempo existe una tendencia histórica en la nación,
definida por una actitud intelectual y antidogmática, que desde los
primeros afanes independentistas hasta hoy siempre ha propuesto la
creación de un país libre. Una tradición que no puede olvidarse. Está en
juego la dignidad cultural cubana.

Source: Los "derechos" del verdugo - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/los-derechos-del-verdugo-321439

No comments: