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Thursday, January 08, 2015

Entrevista a Jorge Castañeda

Entrevista a Jorge Castañeda
"No se puede levantar el bloqueo sin libertades y democracia para todos
los cubanos"
Carlos Olivares Baró, México DF | 07/01/2015 4:18 pm

A raíz de la aparición de Amarres perros (Alfaguara, 2014),
CUBAENCUENTRO conversó con su autor, el articulista, académico y
exsecretario de Relaciones Exteriores de México Jorge G. Castañeda,
sobre algunos capítulos de esta autobiografía de más de 600 folios.
Diálogo que se convirtió en una exposición sobre la situación actual de
México, Fidel Castro (Cuba), Kennedy, Estados Unidos...
Figura polémica en los círculos políticos, el autor de La utopía
desarmada (1993) y La vida en rojo, Una biografía del Che Guevara (1997)
—que produjo reacciones encontradas en La Habana— revela en esta
entrevista los objetivos esenciales de Amarres perros, un libro que es,
más que todo, la crónica de la vida de una personalidad intensa: retrato
subjetivo y provocador de las circunstancias que escoltan a Mexico en
los últimos 60 años.
Amarres perros: estamos en presencia de una autobiografía, no en el
sentido canónico: aquí el narrador está constantemente en una actitud
discursiva sinuosa, en decididos saltos en los tiempos y en los
espacios. ¿El objetivo era ése, exponer episodios fragmentados que el
lector tendrá que amarrar?
Jorge Castañeda (JC): Sí, no es un relato lineal, cronológico ni
ortodoxo. Hubiera necesitado, para que funcionara de esa manera, que se
cumplieran dos condiciones: un gran talento literario —que no tengo:
escribo bien y punto—, o que yo fuera un personaje tan importante que
diera cabida a una lectura de un sumario de sucesos cronológicos. Eso es
posible en vidas como las de Juan Pablo II o de Fidel Castro, por
ejemplo. En mi caso ninguno de los dos escenarios se cumple. Entonces
tuve que buscar una manera de romper la continuidad, y me gustó ésta, en
que recurro a una suerte de estructura discursiva con frecuentes flash
back. Sí, el lector se puede desconcertar al no percibir una
continuidad; pero, no se someterá a la monotonía de la numeración lineal
de sucesos.
Esa discontinuidad conforma uno de los méritos de un libro que atrapa al
lector. Quizá sea porque lo está contando Jorge Castañeda: primero, una
figura en la política mexicana polémica y controvertida que ha tenido
presencia en muchos episodios de la política latinoamericana; y segundo,
por el protagonismo que tuvo Castañeda, durante los primeros años del
gobierno de Fox, como canciller y el enfrentamiento abierto a la
dictadura de los Castro. ¿Por qué este narrador, que se asoma por
diversos vericuetos desde tonalidades discursivas variadas, siempre es
más que todo informador, cronista?
JC: Hay una intención de reivindicarme y tratar de explicar, por
ejemplo, qué fue lo que pasó en el 68, cuando tenía 15 años; por
definición no soy ni participe ni testigo, de ese suceso, pero tengo
acercamiento a ese año por documentos, los cuales me permiten explicarle
a un lector joven, qué pienso yo que pasó en aquel año trascendental.
No escribí un manual académico: me interesaba exponer mi pensamiento, mi
punto de vista, los elementos que poseo para pensar lo que pienso. No
dudo que mi historia personal, y mi enfrentamiento polémico con el
gobierno cubano cuando fui canciller, hayan determinado cierta
curiosidad en los lectores para acercarse al texto; pero, creo que lo
más importante es la exposición detallada de determinados hechos sin
querer ser protagonista, sino testigo. A un lector le bastarán esos
elementos y dirá: 'sí, tiene razón'; otros comentarán, 'es una buena
idea, pero no está comprobada'; y otros señalarán, 'este es un mentiroso'.
En uno de los folios el narrador de siete años confiesa su admiración
por Napoleón después de leer una biografía de éste. Interesante su
simpatía por la figura del militar francés, y más tarde por la de
Kennedy: a partir de ahí hace algunas digresiones al asesinato en Dallas
y resalta su despertar y curiosidad por la política...
JC: Lo de Napoleón quizás sea curiosidad infantil; pero lo de Kennedy es
clave en mi formación: es el primer recuerdo político que tengo, tenía
yo siete años, esto fue en noviembre de 1960, me acuerdo perfectamente
de la noche de las elecciones presidenciales en Estados Unidos cuando
dieron los resultados en la televisión y no se supo hasta la mañana
siguiente quien había ganado. Ésa es mi primera remembranza política y
así lo cuento. Luego, aprovecho y lo voy articulando con lo de la CIA en
México, todo el asunto del señor Winston Scott y su hija, novia mía: mi
primer fracaso de seducción. La hija de Octavio Paz, quien ya murió,
estaba en ese coctel famoso de gente de izquierda donde supuestamente,
estuvo Oswald —en su paso por la Ciudad de México mientras esperaba una
visa para entrar a Cuba—; pero, es una trama muy larga. Quizá yo estoy
obsesionado con los políticos castristas y sus maldades, pero no soy el
único que dice esto de los vínculos de Castro en el asesinato del
presidente Kennedy, mucha gente seria lo plantea.
Curiosa la aparición y desaparición constante de Fidel Castro en la
trama de este almanaque autobiográfico: de repente el narrador solo lo
cita, y por momento es un personaje clave. Fidel Castro como una sombra
que habita buena parte de las páginas de estos amarres suyos. ¿Por qué?
JC: Es que Fidel Castro, perdone el lugar común, es una figura central
en la historia latinoamericana. Los vínculos de Castro con México son
históricos. Por ejemplo, muchos presos políticos mexicanos fueron
después a parar a Cuba como exiliados. El México de principios de los
70, con aquellos secuestros de aviones de Mexicana, muchos presos llegan
a La Habana. A mí me buscan en París, a principios de 1974, un grupo de
mexicanos que quería escribirle una carta abierta al gobierno cubano
pidiendo que no metiera a la cárcel a los presos mexicanos en la visita
de Brezhnev a La Habana: firmé esa carta. En 1971, con Joaquín Hernández
de Armas, quien era el embajador cubano aquí, me aceptaron para ir a
pasar el verano en una de las brigadas Venceremos. Como se ve, Fidel
Castro y Cuba rondan buena parte de mi biografía. Por eso esa presencia
del personaje en estos apuntes.
Narrador miembro del partido comunista mexicano, quien rompe con la
izquierda y se convierte más tarde en canciller de un presidente de
derecha (uno de los episodio más controvertidos de las actuaciones
políticas de Jorge Castañeda). Hay en este libro un sumario de
testimonios polémicos de una actuación pública rodeada de querellas.
¿Cómo pudo usted esconderse detrás de ese narrador huyendo del protagonismo?
JC: En muchos casos, en algunos capítulos, una amiga —Deborah Holtz—,
quien me ayudó en la edición, en la compaginación de lo que cuento, me
dijo: "Tú no tienes que andarlo pregonando, que lo diga el texto; tú no
tienes que decir que convenciste a Fox de esto o de aquello o que
decidiste tal cosa en las relaciones con Fidel Castro. No, tú nada más
cuenta lo que sucedió y que el lector solito deduzca que, efectivamente,
tú fuiste el factor concluyente del suceso, pero debe hacerlo de manera
más sobrentendida, tácita. Así pude situarme a cierta distancia de los
gestos y ser, tal vez, más objetivo.
Autobiografía que es una suerte de crónica, apuntes, conjeturas y hasta
reportaje de toda una época, no solamente de México sino de América
Latina. Obsesión por el caso cubano. Si Fidel todavía puede leer, estoy
seguro que va a comentar: "otra vez Castañeda insiste". Usted decía que
no había una intención literaria, pero hay pasajes muy hermosos, sobre
todo de su infancia...
JC: Bueno, yo traté de escribir lo mejor posible, y de cuidar la
redacción lo más que pude; quizás al término de tantos años de estar
escribiendo casi a diario, unos pasajes me salieron mejores que otros y
a lo mejor eso explica que mucha gente se ha sentido atrapada por el
libro a pesar de su extensión. Unos lo leen de un jalón. Aclaro, no fue
mi intención hacer literatura; pero, me da gusto que se lea de manera
sumamente fácil, amena y ligera: el lector no se da cuenta que está
'soplándose' más de 600 páginas.
Apresa también la madre del narrador, quien tiene cierto gusto por el
arte, por la música. Hábleme un poco de esa madre.
JC: Era una mujer fantástica, que durante muchos años hizo muchas cosas
por mucho tiempo: trabajaba en la ONU como intérprete, tenía una
familia, era la esposa de un embajador, alto funcionario mexicano.
También trabajó en Naciones Unidas en el programa de medio ambiente.
Viajaba, leía, discutía, era una mujer que hacía muchísimas cosas y las
hacía muy bien. Mujer con una diversidad de gustos, de pasiones, de
predilecciones: le gustaba la buena mesa, viajar, lidiar, era
excepcional. Y en ese sentido yo me parezco mucho a ella por esa
dispersión o versatilidad, como se le quiera llamar. Mi padre era más
clavado en lo suyo. Era uno de los grandes maestros del derecho
internacional en México y América Latina; era un hombre muy culto que le
encantaba leer, visitar museos y catedrales, viajar, la buena mesa...
Hombre de intereses múltiples como lo era mi mamá y como lo soy yo.
Heredé esos intereses de dos seres maravillosos determinantes en mi
formación intelectual.
Me gustaría que nos comentara: ¿cuál es el objetivo tanto de Obama como
de Raúl Castro en este coqueteo de restablecimiento de relaciones
diplomáticas después de más de 50 años de pugna política?
JC: Yo lo único que sé, que creo saber, además de lo que he dicho, es
que esto no significa nada: ambos sacan provecho mediático,
reconocimiento de las cancillerías, pero en la vida cotidiana de los
cubanos comunes o de los cubanos en Miami o en México, no significa
nada. Y es muy posible que sea el primer paso hacia el cambio del
régimen interno en Cuba. Porque no hay manera de levantar el embargo sin
un cambio en el régimen político de la Isla, no se puede levantar el
bloqueo sin libertades y democracia para todos los cubanos. Se puede
desvincular en el tiempo causal y lógicamente, se puede disimular al
máximo que una cosa implica la otra, todo eso se puede hacer. Lo que no
se puede hacer es levantar el embargo sin cambios sustanciales en el
régimen de La Habana. Eso, además, es muy grave porque tiene una
explicación y un origen —gente como Rubén Cortés y Rafael Rojas deberían
decirlo— : es culpa de Clinton cuando no veta la Ley Helms-Burton, la
cual acepta que solo se levantará el embargo con 60 votos en el Senado,
cuestión imposible. Clinton no la veta, y lo hubiera podido hacer.
Derriban a los dos aviones de Hermanos al Rescate sin pensar, quiero
darles el beneficio de la duda, que eso iba a impulsar la Ley
Helms-Burton y que eso iba a volver imposible la derogación del embargo
sin un cambio del régimen político en Cuba. Entonces, si Raúl Castro
quiere que cambie la situación económica de Cuba, la derogación del
embargo ayudaría mucho: la única manera de levantarlo es cambiando el
régimen. Lo que Obama le dio a Raúl es la desvinculación: hoy les damos
esto, y mañana ustedes hacen esto: ni me digan cuándo, yo quiero
enterarme por la prensa. Es un poco lo que hizo Clinton con Zedillo,
cuando el rescate mexicano. Clinton va al Senado y pide al Congreso 52
mil millones de dólares. Primero el Congreso dice sí, y luego dice no: a
estos mexicanos no les vamos a dar nada. Y Clinton dice: pues yo tengo
mi dinero y yo se lo voy a dar, y nos da los 52 mil millones de dólares.
Yo estoy absolutamente seguro que hubo un subtexto entre Clinton y
Zedillo. Clinton dijo: 'A ver Zedillo, te voy a dar esta lana que es
mía, y me está costando mucho hacer esto, tú me tienes que asegurar que
en el 2000 la oposición pueda ganar. No que gane, que pueda ganar'. Y
Zedillo fue dando los pasos con la reforma electoral, la derrota del PRI
en el 97 en el DF y en el congreso, y la victoria presidencial de Fox en
el 2000. ¿Lo escribieron?, no; tal vez ni lo dijeron, no había necesidad
de decirlo. Eso es lo que yo creo. Además, las empresas estadounidenses,
claro, van a pedir que Cuba les devuelvan sus propiedades, tienen ya las
demandas. Porque son exigencias de propietarios americanos en aquel
entonces, súmese las solicitudes de los propietarios cubanos que se
volvieron americanos. Es una cuestión jurídica muy complicada.
La situación política del Mexico actual después de la desaparición de
los 43 normalistas. ¿Cuál es su visión?
JC: Yo creo que no va a pasar nada, pero que sí ya se ha vuelto un
gobierno muy debilitado, el cual no va a poder hacer cosas fácilmente.
No se va a caer, ni habrá golpe de Estado. Nada de eso va a suceder.
Pero, sí puede resultar que ese gobierno debilitado no pueda realizar
los grandes proyectos concebidos. Va a administrar el país, pero
implementar las reformas, ¿quién sabe? Atender los problemas cada vez
más fragmentados en el país, ahora es Michoacán, la semana entrante
puede ser Tamaulipas, y así sucesivamente. Tenemos una economía muy
aletargada todavía, que no termina de despegar y va a tener
consecuencias muy serias la caída del precio del petróleo. Entonces yo
digo que vamos hacia un gobierno, no paralizado, pero cuyo
debilitamiento puede acercarlo a la paralización.

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