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Monday, January 12, 2015

El arte del chisme

El arte del chisme
Como decía el periodista Hunter S. Thompson, el mundo político es sucio
y en una cocina no siempre importa quién escribe la receta sino quiénes
la preparan
James J. Pancrazio, Illinois | 12/01/2015 10:49 am

Lizette Álvarez de The New York Times calificó el ambiente en del exilio
cubano en el sur de la Florida como desengañado, afligido por la fatiga
de los rumores sobre la salud de Fidel Castro (9 de enero). En parte, su
perspectiva se debe a la idea de que una vez que la noticia de su muerte
sea cierta se organizará una tremenda celebración en Miami. Mientras
esto puede ser cierto, por otra parte, la periodista no toma en cuenta
la manera en que el rumor funciona como provocación y como medio del
periodismo investigativo en Cuba y en el exilio.
Al gran periodista gonzo Hunter S. Thompson, autor del escandaloso libro
Pánico y locura en Las Vegas, gozaba de contar una anécdota sobre Lyndon
Johnson para ilustrar lo sucio del mundo político. En el año 1948,
cuando Johnson se postulaba por primera vez para el Senado, su oponente
Coke Stevenson le llevaba diez puntos en las encuestas con solo nueve
días antes de los comicios. En un momento de desespero y sagacidad
política, Johnson le mandó a su gerente de campaña a lanzar el rumor que
su contrincante, un empresario que criaba cerdos, tenía conocimiento
carnal de las cerdas en sus corrales. Atónito, el director de la campaña
le contestó que no era posible decir semejante cosa, puesto que no era
cierto. Johnson, con genio propio del tejano, le replicó "Yo sé que no
es cierto, pero ¡hagamos que los bastardos lo nieguen!" A los pocos
días, Johnson ganó las elecciones por unos cuantos votos.
Como decía Thompson, el mundo político es sucio y en una cocina no
siempre importa quién escribe la receta sino quiénes la preparan. Los
principales cocineros de este escándalo tal vez se encuentran en los
periódicos el Diario de las Américas y el Diario de Cuba. Lo único que
estos tenían que hacer era añadir los manjares que ya estaban en la
alacena y calentar la olla. El comienzo de un año nuevo, la ausencia de
Fidel Castro de la vida pública, la falta de sus editoriales en Granma,
el retorno de los espías a Cuba, el anuncio de Raúl Castro de
restablecer relaciones diplomáticas con los Estados Unidos fueron
suficientes para que muchos se preguntasen: ¿Dónde está Fidel Castro?
Uno de los primeros en plantear esta pregunta fue Pablo Díaz Espí en un
artículo publicado el día 7 de enero. De manera clara, él resumió en
pocas palabras lo que estaba en la mente de muchos: "¿Está Fidel Castro
tan mal de salud que no puede ser mostrado en una foto fija junto a los
espías, o escribir unas líneas de felicitación por lo que sin duda
consideraría 'una victoria de la Revolución'?" Un día después, el Diario
de Cuba publicó la "noticia" de que el gobierno cubano "prohíbe el paso
por la zona donde supuestamente estará la tumba de Fidel Castro". El
reportaje es un ejemplo perfecto del travestismo, un rumor que se hace
pasar por notica. Aparentemente en directo del cementerio de Santa
Ifigenia en Santiago de Cuba, el reportero desconocido informa que no
había información concreta, excepto que la zona estaba cerrada.
El momento culminante de la provocación, una digna de Charlie Hebdo, fue
cuando el Diario de Cuba y el Diario de las Américas anunciaron la rueda
de prensa que supuestamente iba a tener lugar en La Habana el día
siguiente. Aunque se desconocían los motivos de la conferencia de
prensa, se especulaba que era para anunciar la muerte del Comandante. De
acuerdo con la redacción del Diario de las Américas dicha convocatoria
fue confirmada por tres fuentes diferentes, incluso por alguien de
adentro. Curioso que no fuera confirmado por los mismos funcionarios de
la organización. Asimismo, el Diario de Cuba, según parece, confirmó la
rueda de prensa por medio de un empleado encargado de la limpieza y, por
casualidad, contestaba el teléfono de noche. Tampoco debió de sorprender
que este individuo no sabía los motivos de la rueda de prensa. Si esto
no fuera tanto, estos dos informes fueron acompañados por insinuaciones
de que se había detectado tensión entre los miembros de la familia
Castro, un informe sobre la reparación de los caminos que conducen al
cementerio en Santiago, la imagen de Raúl Castro —algo entre sentimental
y nostálgico— andando por los cementerios de La Habana, y un tweet por
José "El Gato" Briceño, un político venezolano radicado en Costa Rica,
indicando que los militares estacionados en su país recibieron orden
para volver a Cuba. Todo sugería que los militares volvían a Cuba para
las exequias de un oficial de alto rango. De ahí se prendió la candela;
los rumores se volvieron virales y se armaron los planes para celebrar
el anuncio en el estacionamiento del restaurante Versailles en Miami.
Todo el mundo iba a aparecer con ollas y sartenes para festejar el
acontecimiento.
Para el día 9, medio mundo esperaba la noticia de la conferencia de
prensa en Twitter, Yahoo, MSN, CNN y USA Today, y no había que esperar
mucho porque la plétora de rumores causó que el mismo gobierno cubano se
viera en la necesidad de emitir una declaración desmintiendo los chismes
del fallecimiento de Castro. Es decir, el funcionario del gobierno
cubano, cuyo trabajo es "informar" al público en una sociedad en que la
información no circula libremente, cayó en la trampa y tuvo que poner
las cartas sobre la mesa.
Para los que estaban contando los naipes, solo existían tres cartas que
el funcionario podía jugar: Fidel Castro está de buen estado físico,
está en mal estado físico o está muerto. En el primer caso, el
funcionario hubiera tenido que presentar una imagen de Fidel, con
robusta salud y leyendo la última edición del Granma. En el caso de la
segunda, la más probable, el funcionario simplemente informaría que el
antiguo gobernante sigue vivo pero no está en condiciones de hablar por
cuenta propia. Y, en el caso de su fallecimiento, el Centro de Prensa
simplemente hubiera convocado la rueda de prensa.
En efecto, la provocación mediante los chismes y los rumores funcionó
como una orden de hábeas corpus que le obligó al gobierno cubano negar
el rumor y, por lo menos, confirmar que Fidel Castro ya no puede
aparecer más en público. Por eso mismo, el ambiente que se ve ahora en
el exilio no se trata de una fatiga de rumores, sino que indica que ya
se ha saciado el deseo de saber. Es probable además que algunos
critiquen este tipo de periodismo. Lo mismo ocurrió a Hunter S. Thompson
en los años 70. Sin embargo, a la hora de la verdad, fue un hombre tan
honrado como George McGovern que dijo que la cobertura de los comicios
presidenciales del 72 que escribió Thompson era "la menos verídica y la
más fiel a los hechos".

James J. Pancrazio es catedrático de la Illinois State University.

Source: El arte del chisme - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-arte-del-chisme-321499

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