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Tuesday, November 04, 2014

El arte en las calles de la ciudad gris

El arte en las calles de la ciudad gris
Un acercamiento al arte urbano, clandestino, sin permiso, en algunos
barrios de La Habana.
lunes, noviembre 3, 2014 | Ernesto Santana Zaldívar

LA HABANA, Cuba -¿Qué cosa es? ¿Quién lo hizo? ¿Eso es arte?, podemos
preguntarnos caminando a veces por ciertos lugares de La Habana, ciertos
barrios fuera del centro, por Lawton o La Dionisia, entre otros. Allí
hallamos, en ocasiones formando conjuntos, algunas llamativas imágenes,
notables murales que van más allá del graffiti e incluso esculturas que
pueden alcanzar una factura compleja.

Claro está, uno puede recordar el proyecto Arte Calle, aquel grupo de
estudiantes de arte que, entre 1986 y 1989 —cuando parecía que todo en
el país habría de cambiar radicalmente y para bien—, iniciaron un fuerte
movimiento artístico que marcó la ciudad. Luego, según el artista y
promotor Otari Oliva, comenzaría a hacerse notar el grafiti de nuevo a
partir de 2005.

De cualquier modo, esos asomos artísticos que nos encontramos por los
rincones de la ciudad no corresponden ya a ningún movimiento, a ningún
impulso colectivo e independiente comparable al de Arte Calle, por
ejemplo, sobre todo si, dejando de lado el graffiti, que ya ha sido más
tratado, nos fijamos solo en estos otros gestos creativos, que ni
siquiera pretenden ser trasgresores, que son también voces marginales y,
por supuesto, obra de personas que quieren expresar algo.

Está claro que no estamos ante ningún reto, ante ningún intento de
violar prohibiciones o sembrar un determinado mensaje contestatario. Son
voces sin consonancia, desconectadas entre sí y que no quieren hacerse
escuchar más allá de la siguiente esquina, que suenan en un rincón para
llamar durante dos segundos la atención del que pasa. Y nada más.

Conversando con el investigador Julio Llópiz, nos dice que en estos
casos se trata, sencillamente, de "arte urbano", porque son piezas
concebidas para habitar en la calle e interactuar de una manera
ocasional con el transeúnte. Es igual que sean obras del proyecto
comunitario Muraleando, en Lawton —quizás demasiado inclusivo, que no
tenía relación con el grafiti, mala palabra en Cuba porque el verdadero
graffiti se hace sin pedir permiso—, o esas esculturas de hierro y
mármol que pueden encontrarse en las calles de La Dionisia y sus
cercanías. Lo mismo un árbol caído con una cabeza toscamente tallada que
otro árbol caído pintado de manera estupenda.

Según Llópiz, "la dinámica y el gesto de hacer arte urbano —en el
sentido de 'ponerlo en la calle', independientemente de que responda más
o menos a una intención de cultura urbana— antecede al graffiti. Es una
tradición que viene desde muy atrás, desde la idea del monumento,
incluso con la perspectiva de arte urbano que tienen el poder y el
establishment".

Por ello es que quien pintó el tronco del árbol quizás lo hizo pensando
un poco en el graffiti, o tal vez no, pero el impulso mismo pertenece a
una dinámica anterior, a un anhelo de expresión pública que podemos
rastrear hasta las cuevas de Altamira, según este investigador. En el
caso de las esculturas, piensa Llópiz, "en el contexto de Cuba,
responden menos a ese impulso". Tiene que ver más con el hecho de que
alguien realiza la pieza, le gusta y quiere mostrarla. Su acto no
entraña ningún vandalismo. Se trata, en teoría, de un artista local que,
probablemente y muchas veces con toda razón, cree que resulta por
completo imposible exponer en una galería, y entonces escoge poner
—'exponer'— su obra en la calle para que la vea todo el mundo.

Resultan curiosas las piezas como la que representa a una deidad
afrocubana, representada con piezas de hierro, concreto y caracoles, a
un costado del cementerio. "Probablemente tiene alguna intención
religiosa", dice Llópiz, "o a lo mejor no, pero de lo que sí estoy
seguro es que la referencia visual es religiosa, con una disposición
parecida a como los creyentes colocan las 'brujerías' junto a la ceiba o
cuando las tiran en las esquinas. Esas cosas nunca están puestas al azar".

En medio de la fealdad, de la destrucción, del empobrecimiento y el gris
tono de la ciudad, estas obras de arte urbano —a veces en las barriadas
más descoloridas y tristes— aportan formas y colores sorpresivos al
entorno, al paisaje humano que se extiende alrededor, recordándonos que
en esos sitios habitan personas que a veces se atreven a pensar en algo
más que sus necesidades elementales, que se atreven a soñar.

"Lo bueno que tiene el arte emplazado en el contexto urbano, sobre todo
si se hizo sin permiso", resume Julio Llópiz, "es que resulta un acto de
afirmación de que la creatividad está más allá de cómo circula la obra".

Sí, como una pequeña voz, como un pequeño grito visual en el silencio
sin color.

Source: El arte en las calles de la ciudad gris | Cubanet -
http://www.cubanet.org/actualidad/actualidad-destacados/el-arte-en-las-calles-de-la-ciudad-gris/

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