Pages

Wednesday, May 25, 2016

El pasado que nos espera

El pasado que nos espera
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 25 Mayo 2016 - 9:49 am.

Un amigo suele usar esta frase para decir que hagas lo que hagas en el
futuro, siempre hay un pasado que está ahí, esperando para repetirse.
También la expresión se usaba en Cuba para significar que una vez caídos
en desgracia, uno nunca podía predecir el pasado que le "tocaba";
cualquier error ya olvidado era el clavo final al ataúd antes de pasar a
la condición de anónimo, de no-ciudadano, o "plan pijama".

Tal es el caso de lo que pudiera suceder en la Isla en los próximos
meses, debido a las condiciones y algunas coincidencias con lo que
antecedió al mal llamado Periodo Especial en Tiempos de Paz. Los cubanos
de menos de 30 años o no habían nacido o eran muy niños para recordar
aquellos días. Y si lo buscan en la prensa cubana apenas encontraran
alguna referencia. El régimen, con su muy arraigada costumbre de
publicar los éxitos y esconder los fracasos, no publicaba entonces el
desastre económico, social e incluso político que sucedía en la Cuba de
principios de los 90.

Vale la pena un breve recordatorio. Desaparecida la URSS y el llamado
campo socialista, la Isla perdió casi el 80% del comercio exterior y
casi todos los subsidios en esferas tan importantes como el petróleo,
materiales de construcción, automóviles y piezas de repuesto,
suministros para la agroindustria, insumos imprescindibles para la
industrias química-farmacéutica y de higiene. El transporte público casi
desapareció y las calles se llenaron de bicicletas. Ocho horas de luz
eléctrica por ocho horas de apagón, de día y de madrugada en pleno
verano. El agua, ya históricamente poca y mala, fue distribuida a
intervalos de dos o tres días.

Lo más triste fue el efecto sobre la salud física y mental de los
cubanos. Al desaparecer la oferta de lácteos por venta libre, y escasear
las carnes de cualquier pluma y pelaje, una polineuropatía de tipo
carencial comenzó a aparecer por avitaminosis. Parálisis y cegueras,
parcialmente reversibles fueron celosamente ocultadas por el régimen.
Nunca se publicó un estudio serio, honesto, en la prensa nacional. Todo
cuanto supo la población entonces fue una pastillita llamada Polivit
—polivitaminas— que dieron gratuitamente como profilaxis. Para aumentar
las desgracias, el deterioro de la higiene provocó epidemias y escasez
de recursos para enfrentarlas. La salud mental de los cubanos de
aquellos años no está reflejada en estadísticas ni en artículos de
opinión nacionales. Eso siempre ha sido tabú. La frustración y la
desesperanza, incluso de los más leales, eran visibles en sus pies de
"exiliados de terciopelo"; exfuncionarios y sus hijos con contratos de
trabajo en el extranjero.

La orden del Máximo Líder era resistir. Que el "pueblo heroico" venciera
al imperialismo que a su vez había vencido ya al socialismo en toda
Europa. Por aquellos tensos días, hombres de izquierda y todavía
enamorados de la revolución cubana, viajaban a la Isla con la intención
de flexibilizar al régimen y abrirse a nuevas oportunidades. Pero la
tozudez venció a la razón hasta que en agosto de 1994, un verano bien
caliente con apagones, hambre y desencantos, cientos de habaneros se
lanzaron a la calle en los incidentes conocidos como el Maleconazo.
Aunque el éxodo no había parado desde el fin del socialismo real, la
llamada Crisis de los Balseros que vino detrás del Maleconazo fue como
un segundo Mariel.

La calle y no el imperialismo y sus misiles atómicos pusieron en jaque
el sistema comunista a medidos de los años 90. Por primera vez el
régimen debió admitir que su sobrevida dependía de cambios importantes y
rápidos. Fue cuando dieron impulso considerable a las inversiones en el
turismo, las empresas extranjeras tuvieron más facilidades para entrar,
posesionarse, hacer sociedades mixtas. Poco a poco reabrieron los
mercados agropecuarios con libre oferta y demanda. La administración
central del Estado y las llamadas organizaciones políticas y de masas
fueron racionalizadas, adecuadas en personal y recursos a los nuevos
tiempos.

Salvando casi 30 años de distancia, la historia se repite: una
presumible caída de los subsidios e inversiones venezolanas y brasileras
seguidas de hambre, apagones, epidemias, frustración acumulada y
emigración masiva —por ahora, terrestre. Una parte de la jerarquía está
perfectamente consciente de que un oscuro pasado les espera y no está
muy lejos; a la economía cubana crónicamente improductiva se suma la
caída del "campo socialista bolivariano" y no se avizora otro mecenazgo
en el horizonte. Intuyen que el Maleconazo II está a la vuelta de la
esquina; esta vez sin un Máximo Líder que camine entre la muchedumbre
apaciguando los ánimos. Esta facción cree que una flexibilización como
la posterior a 1994 es esencial para seguir existiendo. Son quienes
están detrás de los empresarios cubanoamericanos, de los lobistas en el
Congreso norteamericano para levantar el embargo, de los inversionistas
europeos para relanzar las empresas mixtas.

Hay otra parte del régimen, bomberos que en realidad son incendiarios
sublimados, para quienes es preferible morir en el fuego redentor. Ellos
están pisando la manguera y haciendo tiempo. Aspiran a ver toda la Isla
incendiada desde sus habitaciones, lejos del bullicioso y licencioso
malecón habanero. Por eso las órdenes hacia adentro han sido claras pero
contraproducentes: no permitir la mínima chispa opositora. Las ordenes
hacia afuera, léase Venezuela, igualmente contradictorias: apagar
cualquier destello no bolivariano.

Esta otra columna aspira a un final neroniano. Son los mismos que
fusilaron la reputación y los supuestos buenos oficios del presidente
Obama, del papa Francisco, de los bancos e instituciones que por
negocios, no por ideología, han perdonado las deudas del régimen. Para
ellos, y es bueno no olvidarlo, todo entendimiento y propuesta de paz es
una declaración de guerra. Tampoco podemos olvidar que una parte de esta
columna de incendiarios vive en el sur de la Florida. Ellos también
quieren, como sus colegas insulares, pisar la manguera.

Como en la mejor telenovela, hay dos finales preparados. Dos capítulos
diferentes nos esperan. ¿Cuál de ellos será? Las empresas de
entretenimiento suelen hacer encuestas sobre presumibles finales para no
desencantar al público. Aunque no siempre nos regalan un cierre de
rosas, nos evitan la mayor cantidad de espinas. De manera que el futuro,
filmado ya, está en manos de quien siempre debe estar, el público.

Source: El pasado que nos espera | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1464135056_22608.html

No comments: