La decadencia ciudadana
[31-05-2016 00:57:33]
Pedro Corzo
Escritor, Periodista y Editor
(www.miscelaneasdecuba.net).- En la historia se aprecian numerosos
ejemplos de filantropía. Personalidades y organizaciones dispuestas a
ayudar al prójimo. Mecenas que apoyan a creadores e investigadores nunca
han faltado, pero con seguridad nunca antes en el pasado, la
solidaridad humana ha sido más efectiva y globalizada que en el presente.
No obstante hay que reconocer que en esas gestiones ciudadanas nunca
han faltado depredadores, individuos que de las donaciones recibidas
se asignan salarios y beneficios que serian mejor utilizados en los
necesitados para los que dicen trabajar.
Quizás sean estos los tiempos de más y mejores misioneros. Hombres y
mujeres que con desinterés extremo arriesgan sus vidas y salud para
ayudar a quienes sufren de una indefensión absoluta, otros que
promueven creencias religiosas que llaman al amor y la compresión, nunca
a la violencia, pero que también asisten en sus problemas a los necesitados.
Mientras unos derrochan bondad, no faltan quienes son devorados por la
codicia, la indolencia, despreocupación, y complicidad. Se sumergen en
una corrupción que corroen los factores básicos de convivencia, al
extremo, que terminan sembrando en la mayoría ciudadana la desconfianza,
la duda de que existan personas dignas, capaces de sacrificarse por los
demás.
Estos ladrones de mensaje e imagen, son tan viles como un pederasta que
roba y destruye la inocencia de los niños. Su actitud conduce a un
ambiente de sálvese quien pueda, en el que sobrevivirían los más
despiadados prototipos de la especie humana.
El crimen, la corrupción, fraude, difamación, en individuos comunes al
igual que en profesionales, y los políticos inepto y ladrones, no son
creaciones del siglo XXI, lo que sucede que cada día se aprecia menos
sanción moral y judicial para quienes delinquen, lo que incentiva una
mayor presencia en la sociedad de individuos que al romper las reglas de
convivencia, dejan sin salida y menos oportunidades, a quienes no hacen
a los demás lo que no quieren que les hagan a ellos.
Hace varias semanas en un programa de televisión del periodista Daniel
Torres uno de sus invitados comentaba la necesidad de que en las
escuelas se impartieran normas cívicas y de urbanidad, se rememorara con
más frecuencia la conducta de hombres y mujeres del pasado que sin ser
perfectos, fueran capaces de tomar decisiones favorables a la comunidad,
aunque resultaran perjudicados por las mismas.
Un tercer invitado, comentó que no era suficiente, que en Cuba, antes de
1959, se impartían esas clases, se rendía culto a la memoria de los
patricios y que eso no fue un impedimento para que multitudes
recorrieran las calles alabando a un nuevo tirano, algo similar ocurrió
en Venezuela cuando el pueblo votó a favor de un militar golpistas.
Otro ejemplo es Estados Unidos, la democracia más importante del mundo,
hay dos candidatos que ofrecen la luna a sus electores y a pesar de esas
promesas imposibles cuentan con muchos seguidores que les compran el
cuento, lamentablemente, son ejemplos que se repiten hasta el
agotamiento y son consecuencia de la apatía ciudadana o del creciente
cinismo, en el que dejar hacer, mientras los privilegios personales no
estén amenazados, es una especia de pandemia.
La realidad es que ante la crisis estructural de valores y normas de
armonía que alteran negativamente la convivencia entre los ciudadanos
es necesario cuestionarse, siempre rechazando el concepto de la debida
obediencia a la autoridad cuando esta dispone actuar contrario a la
conciencia, ¿que está fallando? , por qué cada día interesa menos el
destino de los otros.
Es evidente que hay un serio problema, viejo, como la humanidad misma.
El debate entre el bien y el mal está en todas las rutas del hombre,
cumplir con la conciencia social -hay quien no la tienen- o satisfacer
los intereses personales antes que cualquier otra opción, es un
conflicto añejo, es una interrogante que trasciende las escrituras.
Lo particular de este periodo de la historia de la humanidad es que
nunca antes habían existido mas ciudadanos que en el presente. Eso
significa más personas con capacidad para acceder a información, tomar
decisiones, defender sus derechos y prerrogativas, influenciar sobre
quienes le gobiernan o dirigen, pero también, recursos para los
poderosos sin escrúpulos puedan más eficientemente controlar, amenazar,
encerrar y hasta matar a quienes le contraríen.
Esa realidad junto al mayor nivel de información y a la posibilidad de
difundir conceptos y propuestas, pero también de tergiversar y difamar
se complejizan las relaciones humanas a niveles sin precedentes con
consecuencias impredecibles. El hombre se está jugando una baza en la
que actúa como ciudadanos conscientes, o se prepara para ser tiranizado
de una forma sin precedentes.
Source: La decadencia ciudadana - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/574cc55d3a682e0ad0ffaffa#.V02BU5F95h0
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