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Tuesday, May 03, 2016

El derecho a renacer

El derecho a renacer
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 3 Mayo 2016 - 8:10 am.

Ahora que una nueva ola de emigrantes cubanos se coagula en
Centroamérica, sería conveniente un repaso a lo que ha sucedido con la
cresta anterior; si Miami, el paraíso que muchos soñaban, resultó ser
tal; cuantos recién llegados están trabajando o estudiando; cuántos
viven solos o en casas de familiares todavía. Tales preguntas vienen a
tono porque algunos comienzan a aparecer en la televisión floridana
pidiendo regresar a la Isla; otros, ya están comenzaron a pisar cárceles
norteamericanas.

Era previsible. No todo el mundo se adapta a la sociedad más competitiva
y rigurosa de la modernidad. Lo único no predecible por el Gobierno
estatal y federal era una vía de regreso expedita a la Isla para quienes
jamás debieron haber salido de Cuba; una especie de Ley de Ajuste al
revés: "ajustarse" a las leyes cubanas de nuevo.

Jorge Valls decía que el exilio es como un naufragio. Se pierde todo.
Incluso uno mismo. En apenas unos minutos de vuelo, y parafraseando a
otro poeta cubano, Eliseo Diego, ya el país no es el mismo ni nosotros
tampoco. Una metamorfosis de lugares y personas. Pero lo curioso es que
también para ciertos individuos es como si no hubiera pasado nada. Un
viaje más; sencillo cambio de geografía, de caras y de ambientes.

No son pocos los cubanos que quieren regresar a la Isla. Y los que ya lo
han hecho después de la flexibilización de las leyes migratorias
cubanas. Los datos no suficientemente publicitados enseñan la otra cara
de una emigración a veces excesivamente politizada. Otros compatriotas,
creyéndose más astutos que nadie, están a la espera de la residencia
para ir y venir cada vez que le apriete el zapato en una de las orillas.
Nada sería condenable si no fuera porque otros cubanos piden visa y no
se la dan, o se arriesgan por el mar y son devueltos a la Isla.

"Irse" de Cuba no debería ser una decisión por ensayo y error. Si
alguien sale de Cuba diciendo que "allí no se puede vivir", entonces es
que la situación es invivible; una suerte de prisión, dicen. De modo que
cualquier bocanada de aire fresco, un trozo de pan o algo mejor que una
bicicleta para moverse siempre serán bienvenidos. Un trabajo que permita
vivir del propio sudor sin robarle "al Estado" debe ser agradecido; un
cuartico pequeño podría ser un palacio pues, aunque alquilado, no es la
suegra ni los abuelos quienes disponen de él.

La idea de salir de Cuba y no regresar necesita convicciones; de más
razones que emociones. No se renuncia a Cuba porque hay necesidad
material sino porque hay carencias espirituales, y la frustración
material es consecuencia de la pérdida de esperanzas y metas a largo
plazo. Cuando se invierte la ecuación, y las personas se van solo de
Cuba solo en busca de mejorías económicas, a menudo no encuentran ni lo
material ni el espíritu que emana de su concreción.

Siempre será duro ser emigrante, en toda época y lugar. Para el caso
cubano podría ser una buena alegoría de nuestro "cimarronaje" pues los
isleños nos "escapamos", no nos vamos; a los cubanos "nos liberan" de la
hacienda, nunca nos dan la libertad para pasearnos cual dueños por ella;
los cubanos que nos hemos ido de Cuba no tenemos amos, pero tampoco
tenemos Páter porqueeste nos ha desheredado por decreto. Los cubanos que
nos hemos ido de la Isla solo tenemos monte por delante. Desbrozar la
manigua es una tarea peligrosa, de no acabar nunca. En la hacienda todo
siempre será más fácil, ordenado, predecible: una libra de bacalao o
tasajo, un techo garantizado, un médico —los mejores de Cuba, escribe
Manuel Moreno Fraginals en El Ingenio, pasaron por sus plantaciones— y
hasta un "cura" que enseña un catecismo único, para que no hayan
"herejías".

Una de las grandes diferencias entre las generaciones de cubanos
llegados a estas tierras es que los primeros cargaron con muchos
dolores, pérdidas, desencuentros. Los tiempos y las personas cambian.
Pero básicamente las causas por las cuales nuestros abuelos y padres
emigraron de Cuba todavía existen. Para ellos el concepto de libertad
estaba más claro. Libertad para ser responsables de sus propias
decisiones y afrontar, sin mirar atrás, las consecuencias. En Cuba
todavía persiste la idea fomentada por el régimen de que los primeros
exiliados la tuvieron "fácil" aquí. Que vinieron llenos de alhajas y con
bolsas de dinero, y compraron un Miami hecho.

Hay que vivir en la llamada Capital del Sol para oír los relatos
desgarradores de quienes rodaban un Cadillac en La Habana y a los pocos
días lavaban platos en una cafetería de La Pequeña Habana. Por eso es
entendible la frustración y el encono cuando oyen hablar de emigración
económica, de "ayudas", de regresar a la Isla tan pronto tengan "los
papeles".

Sin embargo, son los cubanos arrepentidos quienes más podrían sufrir por
llegar al país equivocado en el momento equivocado. Quienes desean
regresar ni padres adoptivos podrán tener. Han visto las peores caras
del socialismo y del capitalismo, y no serán de confiar por nadie.
Podría sucederles como a los cimarrones que regresaban a la hacienda
después que en el monte, entre tanta hambre y animales salvajes, no
encontraban la libra de bacalao que les cortaba el mayoral. Siempre
serán cimarrones y habrá que vigilarlos.

Es habitual que cada cubano que ha decidido tener a Estados Unidos como
su país de adopción sepa el día y la hora en que tocó esta tierra por
primera vez. Y lo exhibe a veces con orgullo desmedido, como si de una
carrera profesional se tratara. La frase de presentación suele ser: "Yo
volví a nacer el día tal de tal año". Y después, como para comparar
experiencia, éxitos y darle consejos al interlocutor, preguntan cuándo
has "nacido" tú.

Todo cubano que emigra, me dijo un día un ingeniero agrónomo exilado
hace casi 30 años, debe ser como una semillita que se echa en el surco y
muere; muere para después renacer y volver a dar frutos. Entendamos que
para ciertas personas morir, enterrar su pasado, puede ser muy duro.
Pero es un derecho respetable. El derecho a escoger quien le corte su
bacalao. También debería ser inviolable el derecho humano a salir y
entrar de la hacienda, y cortar el bacalao uno mismo. El derecho,
incluso, a coger pal' monte… y renacer.

Source: El derecho a renacer | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1462197281_22073.html

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