El signo impuro del silencio
Raúl Rivero
La muestra más intensa y clara de la represión y el acoso que padece la
cultura cubana está en la palabrería y el entusiasmo por pelear, en vez
de debatir, de la milicia intelectual de guatacas que defiende la
dictadura. Fuera del tiempo y de la realidad, en un escenario en el que
los amos ordenaron mover los muebles y restaurar los búcaros para
quedarse en el poder, tienen que seguir aferrados a los envejecidos
tópicos soviéticos y santiguar sus discursos con alguna metáfora
autorizada por el partido.
El concubinato de sumisión y unanimidad del combativo grupo oficialista
ofrece los tonos más oscuros del panorama de la vida cultural en Cuba y
su dependencia de la policía. Ellos están en el primer plano de ese
retrato patético con sus insultos contra la oposición y los artistas
libres, su falta de argumentos, su antología de lugares comunes y la
vocación de convertirse, al minuto de recibir la señal de arriba, en una
brigada de respuesta rápida, como demostraron en Panamá, en la VII
Cumbre de las Américas.
Hay otros dos componentes que conforman el plano general de esa
fotografía. Uno, es el silencio enorme de la mayoría de los hombres y
mujeres del sector. Esa mudez que está relacionada con el miedo o la
prudencia. O el temor a secas, que usa disfraces y se pone sombreros
para que la gente no se atreva a decir ni esta boca es mía porque, en
efecto, la boca puede ser de cualquiera, pero las llaves de los
calabozos son propiedad exclusiva de los represores.
Ese silencio no quiere decir aprobación. Ni rechazo. Ni meditación. Es
la forma más impura del silencio. Las palabras se quedan enjauladas en
la cabeza en un murmullo interior perceptible nada más que para la
conciencia porque es, además, un homenaje callado a la impecable
gerencia de la represión.
El tercer elemento que aparece en esa vista de la cultura cubana es el
único que le da luminosidad al paisaje. Se trata de los intelectuales y
artistas que, por encima de esas cargas verbales y físicas, a pesar de
las descalificaciones, las golpizas y las celdas de castigo, dicen lo
que piensan y realizan su trabajo creador en libertad. Sin carnet de
patriotas, en la soledad de la búsqueda de la belleza y la mayor
cercanía posible con la verdad. Con su verdad.
Esta es la etapa en la que esa luz proviene de las celdas del escritor
Ángel Santiesteban y del grafitero Danilo Maldonado (El Sexto) y del
fuego que recibe la pintora y escultora Sandra Brugueras, acusada de
mercenaria y sometida a un proceso judicial que la acusa de incitación
al desorden público y de resistencia al arresto.
Hay mucha claridad con nombres propios en el ámbito de la cultura dentro
de Cuba. Poetas como Rafael Alcides, escritores y periodistas como Jorge
Olivera, Luis Cino o Víctor Domínguez y otros jóvenes artistas rebeldes
están en esa nómina que ni calla ni aplaude..
Source: RAÚL RIVERO: El signo impuro del silencio | El Nuevo Herald El
Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article20060493.html
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