¿Por qué somos diferentes?
Joe Cardona
A raíz de la reciente visita del ex presidente Carter a La Habana, estoy 
asombrado de lo poco que Estados Unidos y otras democracias le exigen al 
régimen más totalitario del hemisferio occidental.
El segundo viaje de Carter a Cuba (el primero fue en el 2002) sucedió en 
medio de una agitación política en el Medio Oriente. Mientras los 
vientos del cambio soplaban en Egipto y seguían haciendo remolinos en 
Libia y Yemen, el régimen de Cuba se mantiene tozudamente arraigado a un 
sistema político y económico fracasado, apoyado en una vieja retórica 
que recuerda la teoría de que la Tierra es plana. Y mientras el mundo 
libre apoyaba la salida de Mubarak en Egipto y actualmente intenta 
someter a Kadafi con los bombardeos, las exigencias al gobierno cubano 
de que modifique su actitud tiránica son escasas y anémicas, en el mejor 
de los casos.
Durante demasiado tiempo, las democracias de América Latina y de Europa 
Occidental han utilizado sus relaciones con los hermanos Castro como 
palanca contra Estados Unidos. Los vecinos en nuestro hemisferio 
entendieron claramente (sobre todo durante la Guerra Fría) que un elogio 
del sistema médico cubano o un reconocimiento de la baja tasa de 
analfabetismo en la isla dispararía una alarma inmediatamente en el 
Departamento de Estado, lo que generalmente les arrancaría concesiones a 
los americanos. No importa que el sistema médico y educativo cubano 
exija un alto precio a los cubanos en la isla, donde a uno lo enseñan a 
leer pero uno no puede leer lo que quiere, y a los ciudadanos les 
ofrecen atención médica "gratis" pero mucho menos avanzada y profunda 
que la que reciben los extranjeros que pagan en efectivo.
Fidel Castro y el sanguinario maoísta Ernesto "Che" Guevara son símbolos 
del antiamericanismo. Tristemente, para muchos aliados de Estados Unidos 
era mucho más fácil en la última mitad del siglo XX atacar los valores 
norteamericanos que observar y tratar de resolver el deterioro político 
de sus países debido a la corrupción imperante.
Hace poco casi me caigo de espaldas cuando oí al embajador francés en la 
ONU, Gerard Araud, declarar en uno de los más importantes programas de 
debate político de los domingos por la mañana que "Libia era a Francia 
lo que Cuba es a Estados Unidos". En otras palabras, que Moamar Kadafi 
es una espina en su costado y ellos se reservan el derecho de lidiar con 
él de la manera que les parezca apropiada, porque Kadafi está dentro de 
su esfera de influencia. Esa es una declaración francamente hipócrita de 
un país que en el último medio siglo ha fruncido el ceño ante el menor 
comentario anticastrista proveniente de la Casa Blanca.
Me pregunto qué haría Estados Unidos si en Cuba estallara un alzamiento 
y el régimen abriera fuego contra el pueblo. No me queda la menor duda 
de que la estrategia de los Castro sigue siendo la misma de los últimos 
52 años, la preservación del poder a toda costa. Raúl Castro y el viejo 
asesino de su hermano mayor sin duda dispararían indiscriminadamente 
contra la oposición. ¿Intervendría militarmente Estados Unidos, como 
hemos hecho en otros lugares agitados?
Un día quizá sabremos lo que provocó realmente la debacle de Bahía de 
Cochinos. Este mes es el 50 aniversario vergonzoso del momento más 
triste de la historia de Cuba, un suceso sórdido en la historia 
norteamericana que produjo resultados catastróficos para Cuba y su 
pueblo. Hace unos años, el ex secretario de Estado Alexander Haig me 
dijo en una entrevista: "No se puede hacer política exterior de una 
forma barata. Se debieron haber cuidado todos los detalles en Bahía de 
Cochinos". Es más fácil ver las cosas en retrospectiva, pero la forma 
criminalmente incompetente en que Estados Unidos siguió el plan de 
invasión en Playa Girón en abril de 1961 sigue siendo un cruel enigma 
para los cubanos amantes de la libertad.
Me hago una pregunta retórica, si los Castro no han cruzado el umbral de 
la indignidad y la inhumanidad contra sus ciudadanos. Para muchos, 
sostener la mitología de un criminal dictador tercermundista alivia sus 
conciencias moralmente y éticamente vacías.
En cuanto a la aparentemente imperturbable indiferencia de algunos 
norteamericanos hacia Cuba, me siento tan confuso y tan herido como 
Esteban Bovo, padre, un veterano traicionado de Bahía de Cochinos que 
hace poco me preguntó: "¿Por qué nosotros? ¿Por qué somos diferentes?"
Cineasta independiente.
http://www.elnuevoherald.com/2011/04/01/914551/joe-cardona-por-que-somos-diferentes.html
 
 
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