Libertad y felicidad
Adolfo Rivero Caro
Ha sido importante la visita del presidente Carter a La Habana para
interesarse por el caso de Alan Gross, condenado por Cuba a 15 años de
prisión. Carter aprovechó la visita para reunirse con la mayoría de los
dirigentes de la oposición en la isla, unos 25, entre otros con Oscar
Elías Biscet, Oswaldo Payá, Elizardo Sánchez y Héctor Maseda, con Damas
de Blanco como Laura Pollán y Berta Soler y con conocidas blogueras como
Yoani Sánchez y Claudia Cadelo. Esto es importante porque la oposición
cubana necesita tener dirigentes conocidos y aunque ese reconocimiento
debe ser fundamentalmente interno, el reconocimiento internacional
también es importante. Obviamente, la oposición cubana busca la
libertad, condición indispensable de la felicidad.
Por cierto, últimamente los gobiernos, académicos y encuestadores han
salido en busca de la felicidad.
El primer ministro británico, David Cameron, lanzó una iniciativa para
medir el estado de ánimo nacional de una manera que no es capturada por
las estadísticas económicas tradicionales. El presidente francés,
Nicolas Sarkozy, y legisladores alemanes estudian iniciativas similares.
Investigadores del gobierno de Estados Unidos y encuestadores de Gallup
les preguntan a cientos de miles de ciudadanos todos los años cuán
satisfechos están con sus vidas.
Pero en los intentos de los estadísticos para medir la felicidad abunda
la incertidumbre. En todo el mundo, las personas tienden a describirse
como felices aunque expresan muchas quejas específicas y dudas respecto
de sus vidas o sus gobiernos. Algunos economistas dicen que aunque se
diseñara una prueba confiable sobre la felicidad, sería arriesgado
implementar una política determinada sobre una estadística tan amplia.
En lugar de ello, sugieren, la felicidad se ve reflejada en forma más
confiable en cosas que son medibles, como los ingresos, la salud y las
condiciones de vida.
Simon Chapple, economista de la división de políticas sociales de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), tiene
dudas sobre si es posible medir cómo las políticas públicas afectan la
felicidad. "Este es un ámbito académico que está en permanente cambio",
señala.
Pero otros economistas creen que hay poco que perder. Richard Layard,
economista de la London School of Economics, defiende que se haga un
seguimiento de la felicidad "como un indicador básico del progreso de
una sociedad".
El intento del Reino Unido para medir el estado de ánimo nacional
muestra lo incipiente que es este tipo de investigación. Por
instrucciones de Cameron, la Oficina Nacional de Estadísticas del país
investiga cómo evaluar el bienestar pidiendo información a través de
Facebook y Twitter, y en más de 100 reuniones públicas a lo largo del
país. La agencia también publicó en su página web una encuesta en la que
pregunta cuál sería la mejor forma para que el gobierno evalúe el estado
de ánimo de la gente. Un mensaje de Twitter reciente preguntaba: ¿Le
gusta cantar y bailar? ¿Puede la música afectar el bienestar del Reino
Unido?
Las reuniones terminan en abril y la agencia espera emitir una primera
serie de indicadores sobre el bienestar a fines del 2011.
Los investigadores británicos esperan producir una medida que pueda ser
comparable con las de otros países. Pero no están seguros de si las
diferencias nacionales reflejan variaciones reales en la felicidad o
diferencias lingüísti-cas y culturales. Hacen notar, por ejemplo, que
los países latinoamericanos habitualmente muestran niveles superiores de
felicidad, mientras los asiáticos obtienen calificaciones menores.
Algunos escépticos señalan otro problema potencial: las personas están,
en general, bastante contentas o al menos eso dicen cuando se les
pregunta. Por ejemplo, desde el 2005, los Centros para el Control y
Prevención de Enfermedades de Estados Unidos realizan una encuesta
telefónica enorme en la que preguntan: "En general, ¿está satisfecho con
su vida?". Cada año, al menos 92% de los sondeados responden que se
sienten satisfechos o muy satisfechos. Eso podría ser algo bueno para el
estado anímico nacional, pero no ayuda tanto para determinar qué cambios
en las políticas públicas mejorarían el bienestar.
Puesto que hacer preguntas muy amplias acerca de la felicidad no parece
calibrar bien los cambios en el estado de ánimo de las personas, Gallup
considera que cuando hace preguntas específicas sobre el gozo, el estrés
y las preocupaciones aparece un cuadro más complicado.
Joseph Stiglitz, el economista que ha asesorado a Sarkozy sobre las
mediciones de la felicidad, afirma que los gobiernos y otros
investigadores tendrían mejores resultados si recopilaran e hicieran el
seguimiento de un conjunto de datos, tanto objetivos como subjetivos.
"Uno no aspira a tener sólo una cifra", señala.
http://www.elnuevoherald.com/2011/04/01/v-fullstory/914535/adolfo-rivero-caro-libertad-y.html
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