20-04-2011.
Elías Amor Bravo
(www.miscelaneasdecuba.net).- El Congreso del PCC no ha defraudado a
nadie. Tal y como se preveía, ha servido para aprobar el documento de
los "Lineamientos", con algunas modificaciones, alguna que otra
propuesta de organización interna política, y poco más. Salvo la visita
desafortunada, de última hora y rodeado de guardaespaldas, de quién
debería haberse autoexcluido de esta fanfarria, no ha trascendido
ninguna información de relevancia.
Los medios de información internacionales han vuelto a dar la espalda a
la gerontocracia que gobierna la Isla, en concreto a Raúl Castro, cuya
campaña de imagen y de marketing se ha visto empañada por el peso de un
inmovilismo perezoso y absolutamente opuesto a liberalizar la
participación política o el funcionamiento de la economía.
Es posible que algunos piensen que las cosas pueden cambiar después de
este Congreso. Lo dudo. Con personajes de conocido prestigio anti
reformista como Machado o Valdés muy cercanos al poder, cualquier empeño
en poner orden en los asuntos políticos y económicos, puede resultar en
vano. La comunicación directa con Fidel Castro de este núcleo de poder
hace imposible reformar las estructuras de un viejo sistema político
heredado de la guerra fría. Por eso, cuando en el discurso de cierre del
Congreso Raúl Castro delante de su soñoliento hermano, anunciaba que "el
capitalismo nunca volvería a Cuba", lo que estaba haciendo era dirigir
un mensaje a quién verdaderamente sigue dirigiendo los destinos de la
nación desde sus crónicas de Cubadebate.
Este Congreso ha confirmado que todos perdemos, y que nadie gana porque
ha vuelto a confirmar el poder de Fidel Castro, su liderazgo
indiscutible. El reconocimiento público que el propio Raúl Castro hizo
de su hermano, enviándole personalmente la boleta con su asesor para que
emitiera el voto, es un ejemplo de aquella silla vacía del pasado.
Si, es cierto que Fidel Castro ya no ocupa cargo alguno, pero en la
estrategia del juego político, las posiciones en la sombra registran
réditos más elevados que el cartel, y de eso Fidel Castro sabe mucho.
Los llantos histéricos de algunas congresistas, los aplausos de
entusiasmo de los asistentes puestos en pie cuando el dictador entró en
la sede del evento con su chándal de enfermo, son el ejemplo más claro
de la imagen que Cuba transmite al mundo: una sociedad secuestrada por
un personaje que es capaz de mantener cerrados en un puño a 11,5
millones de personas e impedir que progrese, que avance, que se
liberalice, que se democratice.
Este Congreso confirma el poder absoluto y real de Fidel Castro por
encima de todas las cosas. Las frases pronunciadas parecen extraídas de
sus colaboraciones más recientes en Cubadebate. Cuba nunca volverá al
capitalismo, el partido es el eje del poder, el socialismo es la
ideología del futuro, nos comprometemos en la defensa de los débiles, la
unidad de la patria, etc, etc, mensajes recurrentes, alejados de la
realidad, que no s sitúan en el polo opuesto de la sociedad del siglo
XXI en la que el régimen castrista no quiere entrar.
Ciertamente, el PCC nunca ha sido reflejo de las aspiraciones de la
sociedad. El pretendido debate masivo abierto con los Lineamientos se ha
quedado en nada. Mucha gente ha podido lanzar sus críticas y
aportaciones, pero la criba final ha servido para dejar las cosas peor
que como estaban. Transformar la base de una economía improductiva e
ineficiente, con un modelo de planificación centralizada y sin propiedad
privada, no se hace con comisiones cada seis meses. Exige vocación de
emprendedores, derechos de propiedad, normas comerciales y mercantiles
responsables, cumplimiento de la legalidad y de los contratos, capacidad
para asumir riesgos, libertad de comercio y de empresa, conocimientos
técnicos y de comercio, finanzas, y nada de eso se puede confeccionar
por medio de reuniones semestrales, por muy competentes y cualificados
que sean sus miembros integrantes. Por eso, todos hemos perdido.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=32004
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