¿Sensibilidad o instinto de conservación?
La recogida del cordel del ajuste no está motivada por ninguna
sensibilidad socialista, sino por el instinto clasista de conservación
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 17/03/2011
Un gobierno sin oposición y crítica pública no está obligado a refinar
sus acciones, ni se esfuerza en evitar errores. Puede decir lo mismo y
lo contrario, e ir hacia adelante y hacia atrás apelando siempre a su
propia sabiduría y al amor al pueblo.
Es lo que está haciendo Raúl Castro cuando anuncia un ajuste del
calendario de la "actualización". Dijo que un andar "sin prisas pero sin
pausas", un lema que —recordando un interesante libro de Trechera—
constituye la clave de la sabiduría de las tortugas. Está haciendo un
monólogo con un público de partidarios disminuidos a los que les
advierte que no se puede permitir errores, porque los errores acaban con
las revoluciones. Unos callan y otros aplauden. Pero nadie puede decirle
—por miedo o por desinterés— que hace mucho tiempo que la revolución
sucumbió bajo el peso del autoritarismo y la ineficiencia y que no hay
mayor error cotidiano para un gobernante que no ser capaz de proveer a
la población tres comidas diarias.
Lo cierto es que el General/Presidente ha dado otra prueba de su
pusilanimidad —la que ha regido sus casi cinco años de mandato— y está
frenando la "actualización", y en particular el doloroso despido del
primer medio millón del millón y medio de trabajadores que sobran.
Curiosamente ello ha levantado expectativas positivas en algunos
intelectuales que han mantenido posiciones críticas desde la izquierda.
Uno de ellos, un inteligente ensayista llamado Pedro Campos ("Cuba:
Fracaso táctico del intento de imponer estrategias neoliberales"), ha
querido ver en este retroceso una muestra de sensibilidad de los
dirigentes cubanos y un fracaso de la intención de imponer estrategias
con sesgos neoliberales "ajenas al socialismo". Un pronunciamiento
valiente, pero creo que equivocado por varias razones. La primera porque
"la actualización" es socialmente depredatoria, pero no al estilo
neoliberal, porque si lo fuera los pichones de empresarios que se
entrenan como futura burguesía cubana bajo la protección estatal serían
barridos por la apertura. Segundo porque las estrategias ajenas al
socialismo se implementaron desde los años 60, por lo que ya nada de eso
queda. Y tercero porque aquí no hay ninguna sensibilidad que aplaudir.
Veamos las cosas de esta manera. La élite política cubana —la misma que
está en el poder desde hace medio siglo— es culpable del costo que está
teniendo el ajuste, sencillamente porque ha perdido muchas oportunidades
de hacerlo en mejores momentos, no por apego alguno a un socialismo que
no existe, sino por temor a producir resquebrajaduras en su mediocre
esquema de poder político. Lo instrumenta sin una gradualidad
planificada y sin medidas de compensaciones. Pero sobre todo, la quiere
poner en marcha manteniendo toda una serie de impedimentos a la
actividad privada y cooperativista —las únicas que podrían ofrecer una
salida a los perdedores del ajuste— mediante limitaciones medievales a
las actividades que pueden ser ejercidas y extorsiones fiscales abrumadoras.
Pero nada de ello evita otra conclusión: el ajuste tiene que ser
realizado. Ninguna economía soporta ese inmenso subsidio al desempleo
encubierto tras el pleno empleo artificial, ni que el 55% del
presupuesto se gaste en servicios sociales dispendiosos, ni que la
planta económica instalada funcione en déficit permanente.
Si el Estado cubano y sus dirigentes quieren dar un paso firme en este
momento crucial para la historia nacional, tienen que hacer el ajuste,
pero tienen que adoptar las medidas aperturistas necesarias, desterrar
la vocación expropiatoria que poseen y movilizar todos los recursos
sociales y económicos, incluyendo el de una comunidad emigrada que en
buena parte estaría dispuesta a cooperar en esta dramática
reestructuración si recibiera garantías de reconocimiento como un sujeto
más de la comunidad nacional. Tienen, en pocas palabras, que dejar a un
lado la arrogancia propia de los predestinados a escribir la historia y
a acaparar los recursos.
Y creo que es en este punto donde el juego de cierra. La poquedad de los
dirigentes cubanos y la recogida del cordel del ajuste no están
motivadas por ninguna sensibilidad socialista, sino por el instinto
clasista de conservación. Es cierto que los chinos y los vietnamitas han
podido mover las cosas conservando un sistema político cerrado y
monopolizado por una élite postrevolucionaria atrincherada en un Partido
Comunista. Sobran las analogías formales, pero también las distancias
sustanciales. Chinos y vietnamitas posen una cultura milenaria de fuerte
concentración del poder político —emperadores, reyes, mandarines— con
ribetes divinos, al mismo tiempo que se ubican en una zona de una
intensa dinámica económica que permite perdonar todos los pecados
políticos. Cuba, al contrario, es un país occidental, en esa periferia
donde la democracia a veces no aparece en la mesa, pero siempre está en
el menú. Y con una dinámica económica muy modesta que no permite
administrar tan exitosamente la inclusión como lo han hecho los
camaradas asiáticos.
Por tanto, jugar a la apertura es poner en juego el monopolio de un
poder que aparece como imprescindible tanto a una anquilosada burocracia
que vive de las rentas garantizadas políticamente, como a los
tecnócratas y empresarios en sus procesos de conversión burguesa. No
puede haber espacio para la autonomía social ni para la desfragmentación
social que inevitablemente producirá el mercado.
Confundir la prudencia del General/Presidente con algún sentimiento
justiciero es un error.
Es como confundir un estrangulamiento con un abrazo de puro amor.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/sensibilidad-o-instinto-de-conservacion-258432
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