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Thursday, June 18, 2009

Pasiones cubanas

Pasiones cubanas
Fernando Ravsberg
17/06/2009, 12:27 PM

Hilda Molina entrevistada por Fernando Ravsberg en La Habana (Foto:
Raquel Pérez)Finalmente la Dra. Hilda Molina pudo reunirse con su
familia en Argentina. Tardó 15 años en conseguir el permiso de las
autoridades cubanas. El propio Fidel Castro tomó el asunto en sus manos,
con mucha vehemencia.

Es muy difícil entender la reacción del comandante sin conocer un poco
la historia común de Molina y Castro, una historia de tanta pasión que
llevó a que periodistas argentinos especularan con una relación
sentimental entre ambos.

Sin embargo, a pesar de que esto le daría a la historia mucho más sabor,
creo que es muy improbable que los uniera una relación intima. De hecho
la Dra. Molina lo niega en una de las entrevistas que me concedió en su
casa de La Habana.

Pero descartar el amor y el sexo no implica que no existiera una
estrecha relación entre ambos, fundamentalmente enfocada al trabajo de
la científica, algo que al parecer apasionaba al entonces presidente cubano.

Hilda Molina me explicaba que el comandante iba todas las semanas a su
centro de investigaciones, se interesaba por los avances del trabajo,
por el desarrollo de los tratamientos y por la evolución de los
pacientes atendidos allí.

Castro se "enamoró" de la Dra. Molina pero no en el terreno sexual sino
en el humano y -como ocurría siempre en esos casos- la científica empezó
a ascender en la escala social, dentro del Partido Comunista y llegando
incluso a ser diputada del parlamento.

Después llegaron los malos tiempos, la crisis económica de los años 90,
cuando la vida en Cuba se hacía extremadamente difícil y muchos pensaban
que la Revolución Cubana se iba a pique, igual que sus socios comunistas
de Europa.

Fue entonces que Hilda Molina empieza a prepararse para abandonar el
barco, manteniendo el criterio de que los niños salen primero. Desde su
puesto facilita la salida de su hijo al exterior con el fin de que no
regrese más al país.

El joven se lleva con él los conocimientos y técnicas que desarrolló su
madre y los demás científicos y médicos del centro. Se traslada a
Argentina, monta una clínica bastante exitosa y reclama la salida de su
madre y abuela.

Mientras, la Dra. Hilda Molina renunciaba en Cuba a todos sus cargos
científicos, a su escaño parlamentario, al Partido Comunista y llega a
devolver todas las medallas -que eran muchas- recibidas a lo largo de su
carrera profesional y política.

En las varias entrevistas que realicé con ella barajó diferentes
argumentos para dar este paso, primero me habló de su regreso a la
religión y del rechazo católico a algunos de los tratamientos médicos
que allí se aplicaban.

En otra ocasión mencionó que era contraria al aumento de pacientes
extranjeros en los tratamientos, mecanismo por el cual el gobierno
pretendía financiar el desarrollo de la salud pública durante la crisis
económica de los 90.

Mientras que Fidel Castro la acusa de aspirar a apropiarse del centro
que dirigía en caso de que Cuba transitara en algún momento hacia el
capitalismo, además de insinuar que ella y su hijo habían robado
tecnología cubana.

Sean cuales fueran las razones, la Dra. Hilda Molina despertó la ira de
Fidel Castro. Al parecer se sintió traicionado por quien fuera uno de
sus prospectos, una destacada científica que además compartió sus ideas
comunistas durante décadas.

La respuesta no se hizo esperar, sin importar el costo político
determinó que Hilda Molina no saldría de Cuba nunca más. De poco
sirvieron los pedidos de los gobierno argentinos, incluso de presidentes
amigos como Néstor Kichner.

Tras la retirada del comandante del gobierno las cosas empiezan a
flexibilizarse, el primer paso importante fue la autorización de salida
para la madre de Hilda, una señora ancianísima que había sido víctima
inocente de un huracán que no provocó.

Fidel Castro entonces vuelve a arremeter contra Hilda en el prólogo de
un libro y remarca su criterio de que no debe salir de Cuba. La opinión
de muchos -incluyéndome a mí- fue que con ese escrito la negociación se
atascaba otra vez.

Sin embargo, para sorpresa de todos, los contactos entre Buenos Aires y
La Habana continuaron avanzando hasta que la presidenta Cristina
Fernández anunció que el gobierno de Raúl Castro había autorizado la
salida de Hilda.

Sin lugar a dudas se trata de un gesto del presidente cubano hacia su
homóloga argentina que tanto batalló para que Cuba fuera reintegrada al
concierto de naciones latinoamericanas y que le exigió, cara a cara, a
Obama que cese el Embargo Económico.

Pero también es un gesto de independencia del gobierno de Raúl Castro,
que de alguna manera ratifica que es él quien gobierna Cuba, algo que el
comandante ya les había dicho a varios de sus amigos más íntimos.

Por último también muestra la necesidad imperiosa de que se establezca
una ley de migración que sea respetada por todos, incluso por el
gobierno, y que delimite los derechos y deberes de los ciudadanos que
quieren salir y entrar del país.

Mientras el parlamento no legisle, los cubanos estarán a expensas de la
buena o mala voluntad de las autoridades, y no de la presidencia -como
fue el caso de Hilda- sino de regulaciones del Ministerio del Interior,
muchas de las cuales son incomprensibles.

BBC Mundo | Los blogs de BBC Mundo | Pasiones cubanas (17 June 2009)
http://www.bbc.co.uk/blogs/spanish/2009/06/pasiones_cubanas.html

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