El viaje a La Habana
By EMILIO ICHIKAWA
No más triunfar ''ese proceso histórico conocido como'' la revolución de
enero de 1959, el ya entonces ex embajador de EEUU en Cuba, Mr. Earl
Smith, testificó ante el Subcomité de Seguridad Interna del Senado que
el día 26 de diciembre de 1958 una representación del estado mayor de
Fulgencio Batista le fue a ver a la sede diplomática sin consentimiento
presidencial para decirle que ellos estaban seguros de que ya no podían
evitar la victoria de Castro. Batista mismo consideraría horas después
ese gesto una suerte de golpe de estado. Como se sabe, en aquel momento
Fidel Castro estaba al otro extremo de la isla; sin embargo, intuyó que
había llegado el momento y que lo más importante era entrar a La Habana
y ponerse al frente de la revuelta general que estaba a punto de estallar.
En febrero de 1917 se produjo en Rusia la revolución que removió del
poder al zarismo. El zar Nicolás II abdicó el 15 de marzo y su hermano,
el gran duque Alexandróvich, apenas sostuvo el trono hasta el siguiente
día. Finalmente se instauró un gobierno provisional dirigido por el
abogado Alexandr F. Kérenski, quien trató de normalizar la situación
ante la competencia del soviet de Petrogrado. Lo importante de esto es
que (al igual que en la revolución de 1905) Lenin ni siquiera estaba en
Rusia cuando se producen los hechos; andaba por Suiza, enfrascado en
polémicas teóricas con la socialdemocracia alemana. Pero igual su astuto
olfato le dijo que era el momento de regresar a Rusia, ponerse al frente
de la rebelión y hacerse con el poder. Como efectivamente sucedió en
octubre de ese 1917. En política nadie sabe para quién trabaja.
Sólo digo esto porque, de seguir empeorando la situación social en Cuba,
efectivamente se pueden dar movimientos espontáneos de descontento
civil; revueltas al margen de la oposición interna y, por supuesto, en
contra del gobierno cubano. Ambas corrientes políticas, empeñada una en
conservar el orden y la otra en subvertirlo con mayor o menor
radicalidad, no permiten precisar el grado en que podrían encauzar las
protestas, si es que finalmente se producen. Los dos equipos tienen a
sus líderes más probados en la cárcel o en la cama; vigilados, enfermos
o destituidos. La nueva generación apenas despunta.
En la isla más de una vez se han producido momentos de quiebre que
hubieran podido conducir a la caída o reforma del régimen; de existir
una figura con el afán político suficiente como para aprovechar el
instante. ¿Cuál es el minuto y cuál la fisura que conduce al poder? Pues
eso debe intuirlo un político de profesión. No es tarea de escritores,
periodistas o blogueros; porque ese don no se encuentra en los libros ni
se aprende en las universidades: es un instinto. Es deseo, voluntad,
músculo, desequilibrio y no tanto brillantez o mesura. Cuando llegue el
momento una persona, un cubano con ritmo histórico, verá una calzada
real al poder donde los demás apenas percibimos una hendija. Lo otro es
consuelo retardatario: porque es mejor seguir sintiendo la carencia,
antes que satisfacer la necesidad con un falso producto.
Mientras tanto podemos continuar escribiendo libros, leyendo proclamas o
posteando noticias en los blogs. Pero ojo con estas acciones: para los
escritores ellas representan un fin legítimo, para los políticos deben
significar medios, puentes para conseguir el objetivo mayor: ese algo
que tiene que ver más con la ambición que con el ansia de verdad, o de
belleza.
EMILIO ICHIKAWA: El viaje a La Habana - Opinión - El Nuevo Herald (12
June 2009)
http://www.elnuevoherald.com/opinion/story/472985.html
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