2007-11-05.
Oscar Espinosa Chepe, Economista y Periodista Independiente
La Habana, 5 de Noviembre de 2007.- Desde hace unos años se viene
gestando una alta dependencia de la economía cubana respecto a
Venezuela, mediante crecientes subvenciones por el suministro de
petróleo relativamente barato y créditos ventajosos. En contrapartida,
Cuba envía médicos y otros especialistas que ya suman decenas de miles.
En la práctica se repite la fórmula utilizada con el bloque soviético,
terminada con el derrumbe de los regímenes de Europa del Este a fines
de los años 1980. La diferencia consiste en que ahora la exportación es
de personal al carecerse hasta de azúcar para hacer frente a los pagos
por las importaciones. La vinculación con Venezuela es denominada
integración, concepto muy en boga internacionalmente como consecuencia
del desarrollo de las economías y de actividades como las comunicaciones
que la hacen posible, de manera que el planeta se convierte de forma
creciente en una gran aldea interconectada.
El esquema integracionista no se repite exactamente en el modelo
cubano-venezolano, teniendo en cuenta que en Cuba existe una involución
generalizada de la economía y la sociedad, y en Venezuela hay un
crecimiento económico coyuntural resultante de los altos precios del
petróleo, que en cualquier momento pudiera fallar. De ello se deriva
que la colaboración bilateral ligada a pasajeras circunstancias
políticas podría perecer en cualquier momento.
No obstante, actualmente Caracas constituye el gran salvavidas de La
Habana, lo que es bien conocido por los dirigentes venezolanos,
fundamentalmente el Presidente Hugo Chávez, quien con un extraordinario
ego e imbuido de un mesianismo peligroso, en la última visita de octubre
pasado mostró sus intenciones de tener una sustancial presencia política
en Cuba además de la económica. Así anunció los propósitos de
establecer una Confederación, donde los cubanos entraríamos como socio
menor, dado la caótica situación nacional, escenario que el caudillo
venezolano parece querer utilizar. Esta intención resulta preocupante e
indica sus sueños hegemónicos de ser el sustituto real del Presidente
Fidel Castro, enfermo desde hace casi año y medio.
Durante esa visita, Chávez reflejó una postura calificada por algunos
como imperial. En ocasiones lanzó directivas al pueblo cubano, y con su
grotesco humor se burló repetidamente de altos funcionarios cubanos,
gestos que inexplicablemente fueron recibidos con complacencia por las
victimas de las chanzas.
Aunque el gobierno cubano se ha vanagloriado por casi 50 años de ser el
cancerbero de la soberanía nacional, con el desastre generalizado
actual, provocado por el obstinado sostenimiento de un sistema
disfuncional, ha dañado el sistema inmunológico de la sociedad cubana
en todos los aspectos, incluido el respeto de la soberanía, lográndose
en los hechos algo muy distinto a lo pregonado.
A este cuadro se agregan preocupantes declaraciones de altos
funcionarios, como que Cuba tiene dos presidentes, uno e La Habana y
otro en Caracas. Golpean las más recientes, formuladas a la cadena
norteamericana CNN por el Canciller Pérez Roque de que "…nuestra nación
está dispuesta a renunciar a nuestra soberanía y bandera" para
integrarse a un gran bloque de naciones latinoamericanas y caribeñas.
Ese punto de vista resulta tan insultante para los cubanos, que el
Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón,
ha tenido que dar explicaciones a través de la prensa extranjera, a la
vez que los domesticados medios oficiales han ocultado los absurdos e
indefendibles planteamientos, a lo mejor por temor a la condena popular.
Muchas personas se preguntan sobre los orígenes de esas ofensivas
declaraciones. Quizás la respuesta podría estar, según algunos
analistas, en los debates presentes en la alta jerarquía, reforzados
últimamente por el discurso del General Raúl Castro el 26 de Julio y su
discusión en los organismo del Partido Comunista, centros de trabajo y
otros lugares, donde se ha puesto de manifiesto la existencia de dos
tendencias, una proclive a iniciar cambios económicos que posteriormente
pudieran conducir a una transición pacífica a la democracia, y la de
quienes atrincherados en sus cargos hacen todo lo posible por mantener
las estructuras de poder absoluto. Estos últimos conocen que sus
posiciones son muy débiles, porque la inmensa mayoría del pueblo quiere
cambios en un marco de compromiso y reconciliación. Esta presión
popular ha llegado hasta altos niveles del partido, el gobierno y las
fuerzas armadas.
Los duros o talibanes, desprovistos del poder real a no ser el que
otorga la personalidad de Fidel Castro, menguada por su prolongada
enfermedad, buscan apoyo en factores externos para fortalecer su
incierto futuro político. Esa actitud, de ser cierta, no es patriótica y
podría reflejar peligrosas e ilimitadas ambiciones. Esas personas
parecen no tener en cuenta las aspiraciones del pueblo cubano, que al
mismo tiempo que rechaza las injerencias de otras latitudes, también se
enfrentaría a injerencias de nuevo cuño.
Esa posición, con seguridad, es compartida por la inmensa mayoría de los
cubanos, por encima de diferencias ideológicas, convencidos de que la
solución del drama nacional sólo nos compete a nosotros y únicamente
estaríamos conformes con la creación de una nueva Cuba independiente y
absolutamente soberana.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=12488
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