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PARÍS, 18 (AFP) - Insólitos, tiernos, humorísticos, nostálgicos, osados
o inquietantes: los viejos refrigeradores transformados en obras de arte
por cincuenta artistas cubanos, que se exponen en el Grand Palais de
París, son una rotunda demostración de la vitalidad del arte
contemporáneo de la isla.
Titulada 'Monstruos devoradores de energía', la exposición forma parte
del programa del Festival 'Les étés de la danse' ('Los veranos de la
danza'), que tiene este año como invitado al Ballet Nacional de Cuba, y
permanecerá abierta hasta el 3 de agosto.
El conjunto puede verse como una instalación en sí misma: el viejo
electrodoméstico de los años 50, material de desecho o de recuperación
de componentes, es salvado por el arte, que le da una nueva vida, un
nuevo sentido.
Pero cada obra es única, ninguna se parece a la otra, y cada una refleja
una estética distinta, una poesía particular o una manera diferente de
mirar la sociedad. Con el título 'Hable María', Ángel Ramírez propone un
refrigerador-confesionario, el de Roberto Chile es un
refrigerador-casita con televisor funcionando incorporado y ropa tendida
en el exterior, Alexi Leyva (Kcho) lo atraviesa con remos y lo titula
'Objeto soñado', Jorge Perugorría lo convierte en ataúd, Luis Camejo en
automóvil, Miguel Leiva en lata de cerveza.
Convertido en escalera de acceso a una alta torre negra, una sombra
inquietante observa tras un vidrio esmerilado en 'El vigilante', de Li
Domínguez.
Mario Miguel González (Mayito), uno de los artistas e iniciador del
proyecto, cuenta a la AFP que éste "nació por azar". "Estábamos en mi
taller trabajando en otro proyecto, y uno de los artistas que
participaban se pusó a pintar el frigo de mi taller. Yo me dije que era
una buena idea. Así que nos pusimos a buscar refrigeradores viejos y se
los empezamos a dar a diferentes artistas con vistas a la Bienal de la
Habana", donde las obras fueron expuestas por primera vez el año pasado.
Después, la exposición viajó a Madrid y Milán. "Y ahora estamos aquí,
contentísimos: mira esto...", dice González, señalando el suntuoso marco
de la bóveda acristalada del Grand Palais. Él transformó su frigorífico
en un segmento del malecón de La Habana. "Al Malecón la gente va a
tomarse una cerveza o un refresco, a enamorar una novia, a conversar
¡Qué bueno sería que cada torreta del malecón pudiera tener un
refrigerador donde uno pudiera servirse algo fresco!", comenta.
También el soporte impuesto fue asumido por los artistas de forma
diversa. "Yo trabajaba entonces esculturas gigantes, de manera que el
frigo lo introduje en mi propio proyecto", dice Li Dominguez, mientras
Osneldo García recibió la propuesta divertido y transformó su
refrigerador en una mujer-fuente, de cuyos senos y sexo mana líquido.
"Cuando expusimos en La Habana, por aquí salía refresco, por aquí
cerveza. En España se le puso vino, en Italia ron", explica.
Nelson Domínguez afirma que la propuesta le pareció "interesante" porque
"le gustan los desafíos". El artista transformó su frigorífico en una
silla-paca de tabaco, dentro de la cual colocó cajas de puros "que Fidel
me ha regalado y dedicado", dice.
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