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Thursday, July 19, 2007

JUSTICIA REVOLUCIONARIA

JUSTICIA REVOLUCIONARIA

Jorge Olivera Castillo

18 de julio de 2007

La Habana – bitacoracubana - En cinco horas el asunto quedó zanjado. El
tribunal dictó sentencia y el periodista independiente Armando
Betancourt Reina fue retornado a lo que hace 13 meses es su morada: la
prisión Cerámica Roja, en la ciudad de Camagüey.

Había rumores y declaraciones verbales sobre una probable acusación por
un delito de alteración del orden público. Eso decían las autoridades
policiales. Finalmente se hicieron realidad los vaticinios y el
comunicador fue sentenciado a 15 meses de prisión por ésta figura de un
código penal que trae a la memoria al clérigo Tomás de Torquemada y sus
hogueras inquisitoriales.

En la Cuba actual no se achicharran herejes a la usanza del siglo XV. En
estos 48 años de dictadura comunista basta un juicio con reminiscencias
medievales. Conozco bien al abogado que arroja palabras al vacío, el
fiscal asumiendo poses de verdugo y rebosante de pasiones inherentes al
reino animal.

También no me es ajena, la sentencia preconcebida y la vida
extinguiéndose en algunas de las cárceles desperdigadas por toda la
geografía insular.

Desde el 23 de mayo de 2006 recluido junto a reos comunes, sin cargos ni
explicaciones sobre un internamiento ilegal. Más de un año sin saber
nada sobre su destino. Trece meses lanzado al olvido como si fuera un
microbio, un invertebrado, cualquier cosa menos un ser humano con
derecho a ser tratado como tal.

Armando Betancourt retornará a su hogar en las próximas semanas con la
huella del maltrato en su psiquis. Tendrá tiempo para escribir sobre su
calvario, esas instancias del infierno tan comunes en esos mundos
creados por una nomenclatura que tanto odia la mesura, la pluralidad de
pensamiento y otras libertades fundamentales.

Pensará en la desproporcionalidad y el talante arbitrario de un régimen
que persiste en practicar doctrinas al margen del derecho internacional
y de una verdadera legitimidad en intramuros.

Por dar publicidad a un desalojo, todavía permanece entre barrotes y
paredes húmedas. Se propuso demoler la fachada que ofrece una imagen
idílica del totalitarismo y lo consiguió. De ahí, el ensañamiento en
unas torturas que no suelen develar marcas pronunciadas en el cuerpo,
pero que, suplicios al fin y al cabo, dejan en las víctimas recuerdos
desagradables y enfermedades adquiridas o empeoradas a partir de las
extremas condiciones de encarcelamiento.

Armando Betancourt está preso porque es cubano y vive en Cuba. Reportar
un desalojo fue su crimen. Ningún nacional puede atreverse a abordar
asuntos considerados sensibles por quienes gobiernan bajo la sombrilla
de la propaganda y del terror policial.

Nadie, según la percepción oficial, tiene derecho a violentar las
disposiciones que regulan la vida de cada ciudadano. Todo cuanto se hace
debe estar en función del sostenimiento del status quo, de lo contrario,
se corren riesgos inimaginables.

El cubano que resida en su país por derecho natural, debe callar,
asentir, aplaudir. Son los requerimientos en función de conservar
intacta la creencia en la unanimidad de criterios. Es lo que se le pide
al pueblo con palabras melosas y un garrote de hierro macizo.

Armando Betancourt se rebeló. Se salió del redil quizás hastiado de
tanta insolencia y mentiras. Él saldrá pronto de su encierro. Otros
quedarán almacenados tras esas arquitecturas que invitan a pensar en la
muerte.

Decenas de personas languidecen en mazmorras y oscuros cubículos por
practicar derechos civiles y políticos no autorizados. Son más de 200
presos políticos y de conciencia que resisten el abuso. Son enemigos de
la capitulación. Personas que quieren un país sin verdades absolutas,
una patria con derechos para todos. Esos anhelos no concuerdan con los
lineamientos de la "justicia revolucionaria".

http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=5207

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