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Sunday, July 02, 2006

Tumbas sin sosiego Punto de partida para el redescubrimiento

Posted on Sun, Jul. 02, 2006

'Tumbas sin sosiego' Punto de partida para el redescubrimiento
El Nuevo Herald

ANDRES REYNALDO

Alexander Solzhenitsyn, el más grande de los escritores disidentes del
comunismo, dijo que un intelectual debía decir siempre la verdad, sin
preocuparle con quiénes pudiera coincidir.

Si para el hombre común, que no se siente responsabilizado con el
pensamiento, el miedo a coincidir con su enemigo lo lleva a la
intolerancia y, dando apenas un paso, a la opresión, para el intelectual
significa la corrupción de su inteligencia, con el consecuente
empobrecimiento del ámbito colectivo de las ideas. Esa es la tragedia de
nuestra cultura, dentro y fuera de Cuba.

Tumbas sin sosiego, Revolución, disidencia y exilio del intelectual
cubano, de Rafael Rojas, viene a romper ese hielo, o mejor dicho, ese
iceberg. Rojas ha escrito el primer ensayo sobre la intelectualidad
cubana de este último medio siglo capaz de circular con patente canónica
por encima de generaciones y discursos políticos. El esfuerzo es
soberbio, considerando nuestro contexto intelectual.

Fernando Ortiz observó que la cultura cubana era un ajiaco. A mí,
particularmente, la definición me parece poco original y bastante
plebeya. Sin embargo, es de una fatal exactitud, toda vez que en el
ajiaco los componentes se igualan de manera tumultuosa y acrítica. De
hecho, estas características de selección genérica, sazón anárquica y
cocción precipitada afectan el aparato conceptual de figuras
imprescindibles de nuestro legado.

Por citar un ejemplo, miremos a Jorge Mañach. El intelectual cosmopolita
y maduro, que en Harvard estudia filología con Grandget y filosofía con
Levy-Bruhl, y a quien debemos la más afilada meditación sobre el ser
cubano, escribe una biografía sobre José Martí que oscila desde la
falacia chovinista a la tontería provinciana.

O Alejo Carpentier, el más universal y completo de nuestros escritores,
condescendiendo a la mera propaganda a favor del castrismo. O muchos de
los jóvenes intelectuales recién llegados de Cuba, que aún sin
desembarazarse de la metatranca (una retórica forjada en la constante
lectura de Granma y la ocasional lectura de José Lezama Lima), adoptan
sin transición los clichés ideológicos de la mínima pero vociferante
ultraderecha del exilio.

Rojas arremete contra este caos de orígenes complejos y remotos,
tratando de ordenar la vida intelectual de la nación en un período en
que todos sus demonios salen a flote. Paracelso aseguraba que la labor
del auténtico creador es ordenar la verdad. En el perfil del historiador
Manuel Moreno Fraginals que aparece en el libro, Rojas destaca la
pertinaz desconfianza de éste frente a una historiografía que mitifica
el pasado desde las prioridades políticas del presente.

Ordenar la verdad, en el caso cubano, es un requisito titánico. En 500
páginas, Rojas ha trazado una línea de recuperación desde los últimos
debates por la democracia en la revista Bohemia de 1959, voz de una
república que valía la pena defender con uñas y dientes, hasta la actual
aventura inclusivista y exiliada de la revista Encuentro.

Por la metodología, el amplísimo rango comparativo de las lecturas del
autor, el minucioso dominio del tema y la voluntad de registrar nombres,
tendencias, contradicciones, matices y ambientes, Tumbas sin sosiego es
uno de los privilegiados puntos de partida del redescubrimiento
intelectual y político que la nación cubana tiene como asignatura
pendiente desde el instante de su fundación.

Los buenos libros siguen hablándonos después de haberlos leído. En ese
extendido diálogo percibo algunos signos promisorios. El más importante,
en mi opinión, es el horizonte que, por defecto de la dictadura, ha
ganado nuestro cuerpo literario, con una temática que va desde La Habana
Vieja y San Juan de los Remedios al cono de sur de Africa y las estepas
de Siberia, así como la multiplicidad de estilos, la solidez de algunas
estéticas y la disposición a reelaborar, a veces con purgativa
ferocidad, cruciales elementos nacionales. Sobre todo, se escucha el
rumor de un frenético quehacer. (Y esto sin mencionar el impresionante
desarrollo de la plástica en ambas orillas del Estrecho de la Florida).

Párrafo tras párrafo, en Tumbas sin sosiego se acumulan nombres,
referencias y títulos. En el deslinde de ese material prolijo y
escabroso, y por el encanto, la lucidez y la honestidad intelectual de
su análisis, Rojas cumple (si no en plena juventud sin duda en su
temprana vejez) una de las mayores promesas de nuestras letras
contemporáneas. A partir de aquí, será mucho más difícil entre nosotros
echar abajo esos puentes que el espíritu va tendiendo sobre las
violencias de la política, las conjuras de la mediocridad, las escorias
del olvido y el temor a vernos tal cual somos.

Esta obra fundamental eleva el canon de nuestra ensayística y da fe de
una singular y generosa fuerza normativa. Ya apreciamos cierto orden. Ya
nos vamos sosegando.

http://www.miami.com/mld/elnuevo/entertainment/visual_arts/14932263.htm

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