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Friday, March 17, 2006

Reflexiones en otro aniversario de la Primavera Negra

OLA REPRESIVA
Reflexiones en otro aniversario de la Primavera Negra
Luis Cino

LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - Luego de exterminar a
nobles, monjes, guardias blancos, kulaks y mujiks, el inefable Lenin
tuvo la ocurrencia de decir: "El campesinado y los obreros rusos son
cien veces más revolucionarios que el partido".

En Cuba, es imposible que alguien sea más revolucionario que el partido,
único e inmortal. El capítulo cubano del estalinismo asegura haber
logrado la fusión total entre los intereses del pueblo, el Partido y el
Máximo Líder.

Un monólogo sustituyó al diálogo. Un puñado de mitos y símbolos
reemplazó a la razón. El Guía Supremo se encargó de pensar por todos. A
él se sometieron las masas en un estado infantil de conciencia pre
lógica. Mesmerizadas y sonámbulas se limitaron a repetir consignas y
agitar banderitas.

Cuando ya habían sido aniquilados los enemigos de clase, las purgas de
los años 60 contra los miembros del antiguo Partido Socialista Popular
indicaron que en Cuba no había espacio ni siquiera para otro socialismo.

Todo el que no coincidiera en un 101% con el Pensamiento Supremo fue
considerado un enemigo. La hostilidad norteamericana contra la
revolución sirvió de coartada para crear la mentalidad de plaza sitiada.

La paranoia totalitaria percibe la menor de las disensiones como un
peligro letal. Todo el que difiere es tratado como un enemigo. Para el
poder absoluto, no hay adversario pequeño.

La historia no es nueva ni es exclusiva de nuestro medio. Solshenitzin,
con su pluma y su fe religiosa, hizo temblar al todopoderoso Estado
soviético que retaba a Occidente con sus armas nucleares. Tardovsky y la
revista literaria Novi Mir motivaron una virulenta campaña que alcanzó
magnitudes grotescas.

También los poemas de Heberto Padilla, Belkis Cuza Malé, Tania Díaz
Castro, María Elena Cruz Varela, Raúl Rivero y Manuel Vázquez Portal
resultaron aterradores para el comunismo cubano.

Los bombardeos contra Bagdad hicieron suponer al régimen cubano que era
el momento idóneo para desembarazarse de la prensa independiente y los
activistas pro democracia y derechos humanos y abortar la emergente
sociedad civil.

La ola represiva de la primavera de 2003 reportó al gobierno cubano más
daños que beneficios. Mostró al mundo de modo irrefutable que la arista
fea de la revolución cubana no había cambiado con los nuevos tiempos.

Hoy, el régimen tiene que lidiar, además de con la presión
internacional, no sólo con una creciente disidencia interna, sino con el
insólito desafío de mujeres vestidas de blanco que oran en las calles
por la libertad de sus familiares presos.

Se esfuerza en vano por entender la mística libertaria de un periodista
independiente en huelga de hambre, dispuesto a morir por su derecho a
ejercer su profesión.

Las cárceles resultaron pequeñas para asfixiar los ideales de presos
gigantes que no cesan de crecer entre las rejas.

Los mandarines del desastre, asediados por carteles, antenas de
televisión y vendedores callejeros, se baten en retirada contra las
ansias vitales de todo un pueblo. Basta leer los patéticos editoriales
de Granma para descubrir cuán amenazada ven su existencia.

Las Brigadas de Respuesta Rápida y los mítines de repudio son muestras
elocuentes del agotamiento terminal del régimen.

Los aparatos de represión, huérfanos de un cuerpo doctrinal coherente y
creíble, siguen la inercia de servir sin demasiado entusiasmo a la
liturgia de un poder anacrónico y achacoso que trata de ganar tiempo.

Mientras los símbolos y las consignas siguen su irremediable
desvalorización, las coreografías de las turbas amaestradas aúllan en
las calles.

Tal vez el uso y abuso durante demasiado tiempo haya agotado
irremisiblemente la efectividad del consejo de Hitler: "Un bandido
decidido tiene siempre la posibilidad de impedir que los hombres
honestos ejerzan la actividad política".

http://www.cubanet.org/CNews/y06/mar06/17a7.htm

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