Posted on Sat, Feb. 25, 2006	
El saqueo del patrimonio cultural cubano
MARITZA BEATO
Entre los múltiples crímenes que el dictador vitalicio de Cuba ha 
cometido impunemente a lo largo de casi medio siglo de totalitarismo, 
está incluido el saqueo, contrabando y exportación ilegal de obras de 
arte, pinturas, antigüedades, adornos decorativos, libros raros y 
documentos históricos que formaban parte de nuestro patrimonio cultural 
nacional. El decrépito comandante y su corrupta pandilla llevan décadas 
despilfarrando de forma masiva nuestro acervo cultural, enriqueciéndose 
ilícitamente a costa de la destrucción de este legado forjado a través 
de cinco siglos con la creatividad, el talento y el sentido de la 
estética de nuestros artistas, orfebres, literatos, diseñadores y 
coleccionistas.
Este usufructo torticero de nuestro patrimonio comenzó poco después del 
triunfo de la revolución en 1959, cuando Castro creó el eufemísticamente 
llamado Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados, que expropió, 
primero, riquezas de funcionarios del gobierno de Batista y, después, 
los bienes de los exiliados que se veían forzados a dejar sus 
pertenencias en Cuba.
Nuestros tesoros nacionales se han vendido impunemente a los turistas 
que visitan la isla o han sido exportados ilegalmente a los mercados 
artísticos de Europa y Latinoamérica, donde se han vendido en casas de 
subastas internacionales como Christie's y Sotheby's, que se han 
convertido así en cómplices de este criminal expolio. El saqueo se 
intensificó durante el llamado período especial de los años 90, cuando 
la maltrecha economía del régimen sufrió los efectos del fin del 
subsidio soviético e hizo esfuerzos desesperados por conseguir divisas.
Un estudio hecho por la Fundación Nacional Cubano-Americana calculó que 
Christie's y Sotheby's vendieron en esa época aproximadamente 900 obras 
de arte, pinturas, antigüedades y manuscritos históricos de incalculable 
valor provenientes del Museo Nacional de Arte y del Archivo Nacional de 
Cuba, despojando así a generaciones venideras de cubanos de gran parte 
de su herencia cultural. No en balde la revista Forbes le atribuyó al 
dictador en el 2005 una fortuna personal calculada conservadoramente 
entre los 550 y los dos mil millones de dólares, situándolo entre los 
hombres más ricos del mundo.
Los enérgicos pronunciamientos de funcionarios del régimen que defienden 
la conservación del legado cultural nacional esconden hipócritamente el 
expolio al que es sometido nuestro acervo. Así tenemos a un Eusebio 
Leal, historiador castrista de la ciudad de La Habana, celebrando el 
nombramiento de la capital como patrimonio cultural de la humanidad por 
la UNESCO al mismo tiempo que ordenaba la venta y exportación de tesoros 
de nuestros Capitolio Nacional y Palacio Presidencial a Europa. Después 
de inaugurar el nuevo edificio que alberga al Museo Nacional de Arte en 
el 2004, la presidenta del Consejo Nacional del Patrimonio Cultural, 
Marta Arjona, aprobó la venta ilegal y exportación de valiosos objetos 
decorativos, pinturas, muebles antiguos, y documentos históricos del 
legado napoleónico de Julio Lobo a un museo francés, por mediación de un 
corrupto funcionario de la embajada de Francia en Cuba.
Observadores radicados en La Habana reportaron que en 1993, en pleno 
período especial, un enorme barco mercantil procedente de la Unión 
Soviética permaneció anclado en el puerto de La Habana y fue cargado con 
una valiosa coleccion de objetos de arte provenientes de nuestros 
palacios, catedrales, y museos. Es en Rusia, España, México y Venezuela 
donde se encuentra la mayor parte del botín robado por Castro a la 
nación cubana.
En el año 2005, la prensa internacional se hizo eco de la demanda 
judicial entablada por miembros de la familia azucarera cubana Fanjul 
contra los Departamentos de Estado y del Tesoro norteamericanos, 
acusándolos de violar el Capítulo 4 de la Ley Helms-Burton, después de 
descubrir que el valioso cuadro del pintor impresionista español Joaquín 
Sorolla titulado Puerto de Málaga, desde 1936 propiedad de la familia, 
acababa de ser subastado por la filial de Sotheby's de Nueva York.
El tirano gusta de obsequiar a sus célebres huépedes con tesoros del 
patrimonio nacional. Así Danielle Mitterand, esposa del entonces 
presidente francés y admiradora de las antigüedades y de Castro, recibió 
una valiosa e histórica vajilla de porcelana de Sévres que había sido 
usada para cenas de gala en el Palacio Presidencial. El Nobel Gabriel 
García Márquez y David Rockefeller han enriquecido sus colecciones de 
arte con valiosos cuadros de pintores como Wifredo Lam, Víctor Manuel, 
Amalia Peláez y otros vanguardistas. El ex presidente mexicano Carlos 
Salinas de Gortari añadió a su importante colección de arte precolombino 
raros artefactos taínos y siboneyes escogidos por él en el Centro 
Nacional de Arqueología, y Diego Armando Maradona, astro del fútbol 
argentino y drogadicto amigo de Castro, fue obsequiado con una valiosa 
colección de relojes de pulsera de platino incautada a la familia 
Gómez-Mena.
Así, cada día, Cuba va perdiendo un nuevo elemento de su herencia 
cultural. Se nos está yendo una parte integral de la nación, de la 
historia y de cada cubano que ha vivido en ella. Nuestro patrimonio 
cultural pertenece por derecho propio a cada uno de los cubanos, y no 
podemos ni debemos renunciar a él. Recuperar este legado sería un 
proceso increíblemente largo, costoso y difícil. Pero si, como dijo 
André Malraux, la herencia cultural de un pueblo es la prueba más 
fehaciente de su identidad nacional, de su existencia y de su paso por 
este mundo, entonces rescatar nuestro patrimonio histórico es 
rescatarnos a nosotros mismos.
maritbea@aol.com
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/opinion/13956573.htm
 
 
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