Así luce hoy el búnker de Celia, el remanso de Fidel Castro en El Vedado
marzo 30, 2017
Agencia Cubanet
Décadas atrás, cuando Celia Sánchez vivía y Fidel Castro iba con 
frecuencia allí...
LA HABANA, Cuba.- No hubo anuncio público y muchos no podían creerlo: 
tras 58 años volvía a abrirse la cuadra de la calle 11 entre 10 y 12, en 
El Vedado, lo mismo para peatones que para vehículos. Ya no había 
garitas con guardias en las esquinas. Ya no estaba prohibido pasar por 
lo que fuera la sagrada "cuadra de Celia", también conocida como "la 
posta" o "el búnker".
El asombro era mayor para los que eran o fueron vecinos del lugar y 
conocían la férrea seguridad que había en aquella cuadra e incluso en 
sus alrededores. Quienes no frecuentaban la zona, podían tratar de pasar 
por allí, sobre todo de noche, y pasar un susto. Décadas atrás, cuando 
Celia Sánchez vivía y Fidel Castro iba con frecuencia allí, se dieron 
varios casos de disparos contra gente que intentó penetrar. Se ha 
hablado incluso de muertos.
Casi nadie sabía con exactitud qué había en aquella cuadra cuando vivía 
"la madrina", como la llamaban los que la creían madrina de Castro en la 
práctica de la santería afrocubana. Allí él tenía una guarnición de su 
seguridad personal, una bolera, una piscina climatizada, una cancha 
privada de baloncesto, un establo con aire acondicionado para sus vacas 
supremas, su biblioteca privada, un cómodo apartamento decorado con 
rocas y helechos traídos de la Sierra Maestra.
Era el edificio número 1007 de la calle y allí, en el cuarto y último 
piso, Celia ordenó construirle inclusive una cama en forma de bohío 
campesino, con columnas de horcones de palma. Para mayor seguridad, 
todas las azoteas se comunicaban y había un túnel soterrado que llevaba 
al gimnasio en forma de búnker, hermética mole gris de hormigón armado 
que fue alzada en la primera mitad de los 70 en 12 y 13, muy cerca de 
donde viví yo durante 45 años.
En 10 y Línea se halla la tienda de víveres donde estaban registrados 
Celia Sánchez y su amigo, que normalmente solo acudía por la noche. En 
10 se hallaba también el centro de votación al que pertenecían —aunque 
él era "elegido" diputado siempre por un poblado en la Sierra Maestra. 
Sendos semáforos especiales flanqueaban "El Once", como la escolta 
llamaba al lugar y siempre hubo cámaras de vigilancia sobre los 
edificios de las esquinas.
En la madrugada, de vuelta a Punto Cero, muchas veces saliendo por 11 
hacia el Puente de Hierro, partía la caravana de tres autos apagados: en 
una época jeeps GAZ 69, luego de modelo Chaika —el automóvil de lujo que 
se fabricó en la URSS—, o los Alfa Romeo color burdeos y por fin los 
Mercedes blindados que le regaló Sadam Husein a su colega.
Vivir en las manzanas inmediatas a "El Once" era complicado. Ante todo, 
los alrededores fueron durante decenios una "zona congelada", a donde 
para mudarse había que tener en la familia a alguien vinculado con altos 
organismos, preferiblemente el Ministerio del Interior o las Fuerzas 
Armadas. Además, era muy controlada la estancia en la vivienda de 
extranjeros y hasta de familiares cubanos.
En general, era extraño vivir en las inmediaciones, y peligroso. Aun 
después de la muerte de Celia. Recuerdo que una vez, a principios de los 
90, presencié un singular operativo, con guardias en las esquinas. En 13 
y 12, uno, con una ametralladora ligera apuntando hacia 12, permaneció 
dos horas en el parterre de la acera, a unos metros de mi casa. Para ser 
un ejercicio, resultaba demasiado real. Los escoltas esperaban algo. Si 
ese "algo" hubiera llegado, de seguro aquello hubiera sido indescriptible.
Celia Sánchez murió en 1980 y todo siguió igual al menos por veinte 
años, aunque Fidel Castro ya nunca fuera allí. En los últimos tiempos, 
los guardias no portaban fusiles AKM y la seguridad se relajó mucho. En 
el techo del búnker los jóvenes soldados criaban palomas. Después, había 
hasta muchachas guardias. Las cámaras en lo alto se pudrieron.
Lo mismo como Norma, que como Lilian, Carmen, Caridad o Aly, Celia fue 
siempre de una fidelidad y una utilidad inmensurables para Fidel Castro. 
Algunos la consideraron su mejor perro guardián. Ella coordinó la visita 
de los periodistas Herbert Matthews y Bob Taber a la Sierra. Fue la 
primera mujer que participó en un combate y fundó el pelotón femenino 
Mariana Grajales, que fue durante un tiempo escolta personal del jefe, 
lo que después imitaría su amigo Husein.
Aunque no tuvo grados militares, Celia se ocupó de asuntos de la mayor 
importancia política, desde acompañar a Castro en giras internacionales 
importantes hasta dirigir la construcción del Palacio de Convenciones de 
La Habana para una Conferencia de Países No Alineados. Fue Ministra de 
la Presidencia, miembro del Comité Central, Secretaria del Consejo de 
Estado y diputada del Parlamento, pero su mayor preocupación fue siempre 
la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
Cuán íntima era la amistad entre Celia y Castro es un tema de apasionado 
debate. Lo indudable es que estuvo en el mismo corazón de la revolución 
cubana por más de dos décadas, cuidando del líder: él quería el poder a 
toda costa y ella quería eliminar todo lo que estorbara ese propósito, 
porque su ídolo era Cuba y la revolución en santísima trinidad una.
Hay quien cree, románticamente, que la revolución murió con ella. "Los 
batistianos nunca volverán al poder en Cuba mientras yo o Fidel 
vivamos", dijo en 1959 y lo repitió al menos tres veces antes de morir. 
Entonces, Dalia Soto del Valle pudo casarse con quien fuera su amante 
desde 1961, ya sin batistianos ni moros en la costa. Atrás quedó para 
siempre aquel "Once", quien sabe si romántico.
[Este artículo de Ernesto Santana Zaldívar fue publicado originalmente 
por Cubanet]
Source: Así luce hoy el búnker de Celia, el remanso de Fidel Castro en 
El Vedado - 
http://www.martinoticias.com/a/asi-luce-hoy-el-bunker-de-celia-el-remanso-en-el-vedado-de-fidel-castro/142006.html
No comments:
Post a Comment