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Wednesday, May 11, 2016

La dificultad de banalizar la democracia

La dificultad de banalizar la democracia
BORIS GONZÁLEZ ARENAS | La Habana | 11 Mayo 2016 - 7:54 am.

Ramón Sánchez-Parodi, que fue jefe de la Sección de Intereses de Cuba en
EEUU de 1977 a 1989, analiza el sistema electoral estadounidense en su
libro El espectáculo electoral más costoso del mundo. Sánchez-Parodi
acostumbra a seguir, por medio de artículos publicados en Granma, los
procesos electorales estadounidenses. Los suyos son artículos informados
y nos evita con ellos tener que seguir el evento con la impericia de
esos periodistas que confunden su profesión con un modo de ascender al
Comité Central del PCC y a la información con una escalera.

En su artículo "Trump: ¿Por qué, cómo y para qué?", examina el
sorprendente éxito de Donald Trump, el vencedor de las elecciones
primarias del Partido Republicano. Para explicarlo, Sánchez-Parodi
arroja pistas sobre la principal virtud de la democracia: la de
propiciar el cambio político a través de la expresión de la voluntad
ciudadana. Lo hace, sin embargo, de manera involuntaria. Porque lo que
denotan la lectura de su libro y sus numerosos artículos publicados es
que si el sistema electoral norteamericano es su especialidad, la
democracia le resulta incomprensible.

Luego de preguntarse en su artículo las razones del éxito de Donald
Trump, sostiene: "La respuesta está en la profunda crisis que en el
ámbito nacional está atravesando el Partido Republicano. Tras dos
desastrosos mandatos presidenciales del republicano George W. Bush
(enero 2001-enero 2009) y de la llamada 'gran recesión'…, era necesario
para los grupos dominantes en esa colectividad un replanteo de sus
proyecciones y enfoques políticos acorde con las nuevas circunstancias
sociales y económicas de los Estados Unidos, sobre todo a tenor del
movimiento Tea Party que sacudió las bases republicanas... Sin embargo,
el liderazgo republicano no logró formular una estrategia efectiva que a
su vez le facilitase conectarse y comunicarse con esas bases, las cuales
reaccionaron 'castigando' electoralmente a muchos líderes conservadores
republicanos".

Lo que Ramón Sánchez-Parodi llama "bases" y "castigar" es una argucia
retórica para encubrir la capacidad del ejercicio político democrático
de replantear, a través de la elección de sus representantes políticos
—los "grupos dominantes" a que se refiere el autor— , el curso de la
nación cuando no se ajusta a la expectativa general.

Eso y no otra cosa es la democracia, y la dificultad de Ramón
Sánchez-Parodi para implicarla en su análisis lo lleva lo mismo a
conclusiones precipitadas que difusas.

Cuando en El espectáculo electoral más costoso del mundo pronostica las
elecciones primarias que en estos momentos se acercan a su fin, el autor
se apura en estimar lo que entonces parecía más factible, que Jeb Bush y
Hillary Clinton serían los candidatos que irían por sus partidos a la
contienda final por la presidencia (pp. 211, 212). El razonamiento lo
llevaba a estimar, lógicamente, que las elecciones primarias tendrían un
bajo nivel de confrontación y los equipos de campaña deberían empeñarse
a fondo para conocer "los estados de opinión de hasta el último votante"
de cara a la elección presidencial (p. 212).

Pero el votante no es, en la mente de Sánchez-Parodi, solamente un
sujeto cognoscible, sino que más adelante en su libro, cuando examina el
funcionamiento "bipartidista" del sistema, afirma que este "impone que
prevalezcan en la nación… los intereses, la voluntad y el funcionamiento
de los grupos de elite del país, mientras que los ciudadanos se
convierten en simples objetos de uso de las maquinarias políticas de
reclutamiento que buscan condicionar y controlar sus votos" (El
espectáculo electoral…, p. 221).

En un universo de sujetos cognoscibles, convertidos en objetos de uso,
condicionados y controlables, no es extraño que un analista se sorprenda
cuando sus predicciones no solo conduzcan a conclusiones inexactas, sino
completamente desacertadas. La realidad del proceso de elecciones
primarias ha sido que Jeb Bush no logró atravesar siquiera su preámbulo,
que la elección del candidato republicano ha sido muy reñida y que el
vencedor ha sido alguien completamente extraño a la maquinaria política
republicana y al propio autor, que en su libro solo lo cita de pasada en
una ocasión; y si fuera poco, Hillary Clinton ha debido trabajar
bastante para imponerse a un candidato como Bernie Sanders, de más de 70
años y con un "escandaloso" discurso socialdemócrata que
tradicionalmente no encuentra apoyo en la política estadounidense.

Los que hemos seguido el proceso hemos visto en la porfía una variedad
que se mueve desde el muy conservador Ted Cruz hasta el
sorprendentemente progresista Bernie Sanders. El éxito parcial de todos
ellos se debe a la maquinaria política desplegada y los fondos
recaudados, como bien aduce Ramón Sánchez-Parodi, pero también al hecho
de que son la expresión de una ciudadanía con criterio político y
diversa orientación ideológica, no solo sin miedo a expresarla y
decidida a hacerla valer, sino que estimulados a hacerlo desde la
infraestructura democrática de la nación a la que pertenecen, algo muy
alejado del eufemístico "bases castigadoras" con que lo caracteriza
Sánchez-Parodi.

La crítica de la democracia lleva casi siempre un tono que encubre
débilmente la tara discriminatoria de quien la emite. Desde la academia
es habitual encontrar quienes la acusan de promover un intelecto
mediocre; desde la cultura refinada la acusan de banal; los poderes
económicos, de acomodada; los que no disfrutan de protagonismo alguno,
de elitista y los militares de débil.

En todo grupo, corporación o institución, se encuentran personas
inseguras con la democracia, porque en ella no hay círculos cerrados y
el individuo en las democracias tiene que estar dispuesto a ser
sustituido, a que pase su tiempo y a que se disgreguen sus bienes; peor
aún, a ver que lo que le es más sagrado resulte irrelevante para los
demás o la generación siguiente. Todo ello parece muy natural para quien
no participa de ningún espacio de protagonismo, pero para quienes
acceden a ellos la idea se vuelve hostil.

Fidel Castro, el hombre que más ha cerrado el círculo del poder político
en Cuba, considera a quienes lo pretenden, el grupo de sus más cercanos
colaboradores por años, "embriagados en las mieles del poder", y Raúl
Castro, su hermano, encubre mal la desconfianza en quienes aspiran a su
espacio cuando los elimina por decreto argumentando que superan los 60 años.

Lo que no es democracia da asco.

Ramón Sánchez-Parodi sabe trivializar la democracia. El título de su
libro El espectáculo electoral más costoso del mundo encubre lo más puro
de la democracia, la posibilidad de que cada ciudadano haga valer su
poder en el colectivo, con los rasgos más polémicos del proceso, la
intervención del dinero y su utilización mediática. Laura Tariche, la
diseñadora de la cubierta del libro, lo comprendió bien. En el dibujo
frontal del mismo diseñó un burro y un elefante —símbolos del Partido
Demócrata y Republicano, respectivamente— bailando frente a una multitud
sin rostro posicionada al fondo. Son esas las "bases castigadoras" de
las que habla Sánchez-Parodi en su artículo de Granma, y no los
ciudadanos libres cuya obra común sigue fascinando al mundo y entusiasma
a los cubanos como para agolparse en torno a su mandatario cuando nos
visitó menos de dos meses atrás. Imágenes que omitieron cuidadosamente
nuestros periodistas de escalera.

Source: La dificultad de banalizar la democracia | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1462884302_22273.html

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