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Tuesday, April 05, 2016

Tienda de ambigüedades

Tienda de ambigüedades
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 5 Abr 2016 - 6:33 am.

El inmovilismo, dar la sensación de ir hacia adelante mientras se
permanece en el mismo sitio, es producto de la ambigüedad. Quienes
observan el fenómeno desde afuera, sienten sus manos atadas pues la
imprecisión es un sí pero no, o un no pero puede que sí, y ante eso, no
se sabe cómo actuar.

Quienes describieron los efectos de la ambigüedad sobre la salud mental
en el siglo pasado estudiaron dos grupos de padecimientos, las demencias
y las adicciones. En ambas enfermedades, el individuo parece
externamente el mismo pero su mente, su capacidad de relacionarse, se ha
deteriorado tanto que parece otro. Es lo que llamaron la
presencia-ausencia, o ausencia-presencia. Ante tal fenómeno, paradójico
si se quiere, la familia y los amigos están atrapados entre interactuar
con quien ven, o con el que no ven pero a quien suponen puede ser. Al
final, nada se hace o muy poco por ayudar porque, personalidad escindida
en un cuerpo, nunca se sabe cómo va a reaccionar el enfermo.

Las relaciones Cuba-Estados Unidos pudieran comprenderse, salvando las
distancias, en ese marco referencial. Desde el nacimiento de la
Republica en 1902, y gracias a la Enmienda Platt, los "americanos" son
una ausencia-presencia en la política de la Isla. Más allá de todo
maniqueísmo, donde los del Norte siempre son los malos, y los isleños
los buenos, la atadura ambigua de la Enmienda minimizó, en parte, el
caudillismo de los generales y los doctores que luchaban por el poder.
Y, hecho desconocido, hizo de la Isla el país con mejor higiene de las
Américas hasta el primer cuarto de siglo pues un brote de cólera, fiebre
amarilla u otra enfermedad trasmisible grave autorizaba una intervención
militar norteamericana.

De igual modo, nuestros políticos republicanos padecieron una singular
ambigüedad hacia el vecino del Norte. Mientras lo admiraban en privado,
engarzaban discursos nacionalistas electoreros antiamericanos. Muchos de
ellos habían vivido en los Estados Unidos, como Tomas Estrada Palma,
Mario García Menocal y Fulgencio Batista, o representado importantes
compañías norteñas como el general Gerardo Machado. Por cierto, cuando
estos dos últimos dictadores tropicales olvidaron las ambigüedades
democráticas y enseñaron sus garras, los vecinos norteños también
hicieron lo suyo; quitaron la escalera, y fue asunto de meses que los
tiranos cayeran de sus propios techos.

La Revolución cubana no ha escapado, en el sentido más amplio, a la
ambigüedad relacional con los Estados Unidos. Y en esa relación
circular, la pequeña Isla del Caribe ha estado ligada, también de manera
confusa, a la política doméstica norteamericana. En la prensa cubana no
pasa un día en que no se den malas noticias del vecino, y al mismo
tiempo, no hay un discurso o escrito del Máximo Líder —por cierto, un
profundo conocedor del país que dice detestar— en que no compare las
cifras de salud y educación con el Norte. Dos de los momentos más
críticos en la política norteamericana en el último medio siglo ha
implicado cubanos: la Crisis de los Misiles, y Watergate con sus
"plomeros" insulares.

Pero mayor suspicacia despierta la ambigüedad de dos vecinos que decían
públicamente odiarse, y en 57 años no se han dado un solo golpe estando
a escasas millas de distancia. El embargo-bloqueo es otro enigma de
sorprendente complicidad para presentarse ambos en la anfibología
víctima-victimario. La relación de odio-amor, de aproximación-evitación
entre los Estados Unidos y Cuba es digna de un estudio profundo, pues en
los momentos donde no caben las medias tintas, ambos se han puesto de
acuerdo como si fueran viejos amigos. Y cuando la ambigüedad parece
estar a punto de clarificarse, aparece de nuevo la tergiversación y el
enfrentamiento retórico.

La "tienda de ambigüedades" está nuevamente abierta. Curioso es el
momento histórico que viven norteamericanos y cubanos. Del lado de acá
un presidente que poco ha podido hacer en política doméstica. Casi todas
sus ideas y proyectos han sido rechazados por el Congreso, opositor en
ambas cámaras. Para inclinar esa política imprecisa hacia resultados
concretos ha lanzado, temerario como suele ser, una ofensiva
internacional casi al concluir el mandato; y Cuba, el archienemigo al
cual "odian" y "aman" al mismo tiempo, podrían ser el mejor comprador.
El presidente Obama podría no haber calculado que del otro lado también
habita la imprecisión, o al menos así quieren que sea percibida.

Raúl Castro y una elite política joven están convencidos de que sin
cambios estructurales los históricos se llevaran a la tumba lo que queda
de la llamada Revolución. Y por otro lado a Fidel Castro, quien marcha
en sentido contrario, solo le hace falta una foto o un incoherente
artículo en el periódico para lograr el desconcierto sobre quien detenta
el poder real en Cuba. En la ambigüedad de un Castro "bueno" y otro
"malo", de uno que manda y otro que obedece sin saber quién es quién,
Cuba vive una suerte de parálisis económica y social mientras se
aproxima el Congreso del Partido; un evento del cual tampoco se sabe
mucho, solo que puede ser último para quienes han gobernado la Isla como
un reino medieval en plena postmodernidad.

Sucede, sin embargo, que quien carece de ambigüedad es el tiempo. Las
demencias y las adicciones terminan matando a las personas porque la
marcha es, irremediablemente, hacia adelante, al deterioro. Obama dejará
la Casa Blanca en unos meses, y ha abierto un camino hacia Cuba que nada
tiene de impreciso. La invasión norteamericana de jamones y Coca-Cola
está en marcha. Raúl Castro ha dicho que dejara el poder en poco más de
dos años, con más de 85. Su hermano, si sobrevive, pasará de los 90.
Ellos tampoco podrán seguir en la vacilación —en el sentido amplio de la
palabra—, porque será muy difícil cerrarles la boca a los cubanos —en el
sentido literal del término— cuando desaparezcan físicamente.

De esa manera podría estar llegando el fin de los anticuarios, aquellos
que ofrecen ambigüedades y parálisis social en subasta. En breve, acaso,
no habrá compradores porque está llegando el fin de las colaboraciones
paralizantes. Ya lo dijo el filósofo greco-latino Epiceto de Frigia,
quien había vivido como esclavo de Roma: "la verdad triunfa por sí
misma, la mentira necesita siempre complicidad".

Source: Tienda de ambigüedades | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1459834427_21423.html

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