El llamado de la selva
JORGE OLIVERA CASTILLO | La Habana | 26 Nov 2015 - 4:56 am.
Sorprende la turbación de una cubana, adulta y residente en el
territorio nacional, debido a un vídeo colgado en internet, de un perro
lanzado con violencia, dentro de un carro de Zoonosis, el organismo
encargado de la recogida de animales enfermos en las calles para su
sacrificio.
El asombro y la crítica ante un hecho, sin dudas reprobable, viene de la
doctora Valia Rodríguez Rodríguez, que decidió enviar una carta a la
sección "Acuse de recibo", del periódico Granma, con el fin de denunciar
un fenómeno que va más allá de la proyección del animal doméstico como
si fuera una pelota de trapo contra las paredes metálicas del vehículo.
Sin el ánimo de restarle importancia a la preocupación de la
denunciante, creo que es más importante centrarse en otras violencias,
más cotidianas y humillantes que desafortunadamente no tienen espacio ni
tendrán en la prensa oficial.
Me refiero a las que ocurren a diario en el interior de los ómnibus, en
las afueras del agromercado donde la gente se amontona para comprar
algunos de los productos deficitarios o en los numerosos vecindarios
donde se zanjan los malentendidos a filo de cuchillo, trompadas y
cabillazos.
En el rosario de evidencias de la involución que nos corroe como el
comején a un piano, habría que destacar el grosero apasionamiento de las
"brigadas de respuesta rápida" que el Gobierno azuza contra los
activistas prodemocráticos con un guion que incluye el escarmiento
verbal, golpes a mano limpia, patadas y escupitajos.
Esas conductas que desdicen de la racionalidad, y que han echado raíces
a lo largo y ancho del país, están condicionadas por el enquistamiento
de la intransigencia como recurso para mantener los índices de
unanimidad en torno a la ideología del poder, con la consecuente quiebra
de la escala de valores éticos y morales, entre otros factores que se
mantienen estacionarios en hogares, escuelas y centros laborales.
Si absurdo es pedirle peras al olmo, también lo es demandar cordura y
decencia en medio de un descalabro socioeconómico sin posibilidades de
resarcirse, mientras se conserven las resistencias a un cambio que
sustituya las viejas estructuras que facilitan la vigencia del caos, en
el más amplio sentido del término.
Resulta dramático que los gemidos de un perro, hayan sido el detonante
para llamar la atención sobre la violencia en Cuba.
¿Y el dolor humano, ese que surge con un apuñalamiento por razones que
no deberían haber pasado de una simple discusión o de la retahíla de
improperios, expresados a gritos y con energúmenas gesticulaciones, en
respuesta a un pisotón involuntario u otras causas sin la menor
trascendencia?
¿Y qué de los tormentos que se padecen frente a una turba con licencia
para ofender y golpear en defensa del socialismo que se inventaron los
Castro para eternizarse en el poder?
La violencia es un fenómeno consustancial al modelo político que se
acerca a su 56 aniversario.
Del ejercicio de la brutalidad, en todas sus variantes, depende su
existencia.
La peor de la situación no se limita a la naturalidad de estos episodios
en los tiempos actuales, sino a las réplicas que ocurrirán en el futuro.
En su pausada metamorfosis, el castrismo se encarga de la conservación a
ultranza de la violencia, en casi todas sus manifestaciones.
Es lamentable que miles de ejemplares del hombre paradigmático que
saldría de los laboratorios de la revolución, hayan perdido la capacidad
de comportarse civilizadamente.
Sin una previa domesticación, no hay democracia que valga. ¿De qué otra
manera proceder frente a tantas fieras con envoltura humana?
Source: El llamado de la selva | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1448492833_18382.html
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