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Thursday, February 26, 2015

Joven Club de Computación: ¿cobrar o cerrar?

Joven Club de Computación: ¿cobrar o cerrar?
ROSA LÓPEZ, La Habana | Febrero 25, 2015

"¿Y esa casita azul, mami?", pregunta un niño que pasa frente a un Joven
Club de Computación y Electrónica en la provincia de Artemisa. A las
afueras del lugar, varios jóvenes aguardan para hacer uso de las
computadoras o copiar algún material audiovisual. En este territorio se
está realizando una prueba piloto para el cobro de los servicios de
estos centros informáticos -que se implementará previsiblemente en el
resto del país- en aras de recaudar fondos para renovación de los
locales y equipos. Seis meses después de la entrada en vigor de esta
medida, los usuarios no están contentos y el servicio no ha mejorado lo
esperado.

La infraestructura de los Joven Club, con alrededor de 600 locales y
8.000 computadoras a lo largo de la Isla, está viviendo uno de sus
peores momentos. La obsolescencia tecnológica, la falta de piezas de
repuesto, la explotación excesiva de los terminales y la poca reparación
han disminuido seriamente la calidad de sus servicios.

Las horas de uso de los ordenadores comenzaron a cobrarse en moneda
nacional bajo el lema "eliminar las gratuidades innecesarias", pero
ahora los clientes exigen más. "No estoy dispuesto a pagar por usar una
computadora que tiene un teclado al que no le funcionan varias letras y
cuya pantalla ya hace años perdió la nitidez de los colores", explica
José Luis López, una artemiseño que antes frecuentaba el Joven Club de
la cabecera provincial, pero que en los últimos meses no ha vuelto a ir.

Sin embargo, a las afueras del local, varios niños esperaban este martes
a que llegara su turno. "Ponemos las máquinas en red, es mejor para
jugar", decía Marco Antonio, un adolescente de doce años que llevaba su
propio videojuego en una memoria USB. "Aunque ahora tengo que pagar, me
sale más barato que un local particular", calculaba el joven, ya que una
tarde de esparcimiento en un lugar privado con infraestructura moderna,
funcional y muy bien cuidada puede llegar a valer unos 20 pesos
convertibles.

Aunque una hora de uso de la computadora en el Joven Club de Artemisa
solo cuesta dos pesos en moneda nacional, "las máquinas están muy lentas
y muchas veces no dejan jugar en red", aseguraba a la salida un joven
asiduo al lugar. Además, la privacidad que todo usuario busca frente al
teclado se vuelve imposible en estos sitios.

El atractivo de los Joven Club, sin embargo, podría dispararse en los
próximos meses si el anunciado -para 2015- servicio de acceso a
Internet, a través de la compra de una tarjeta en moneda nacional,
llegara a materializarse. Hasta el momento, estos centros ofrecen
únicamente navegación nacional, por páginas y portales cuyo dominio
termine en ".cu". El poco atractivo de esas webs y el exceso de
ideología que contienen hacen que sean una opción de escaso interés para
los usuarios. "Aquí la gente viene fundamentalmente a usar la
computadora para fines personales, ya sea jugar, escribir una carta o
entrenarse en el uso de un programa", enfatiza el director de uno de los
locales, ubicado en el capitalino municipio Playa.

El ingeniero asegura que la conexión global, que hasta ahora solo se
puede hacer en los locales de Nauta o en los hoteles, también se podrá
hacer en los Joven Club. "Se espera que el cambio traiga beneficios a la
comunidad y podamos obtener más recursos para invertirlos en mejorar la
infraestructura que, ahora mismo, está por el piso", confía.

El anuncio hecho por Etecsa el pasado junio, y ratificado en el I Taller
de informatización de la semana pasada, de crear áreas de conexión wifi
en zonas de alta concentración de personas ha llevado a especular que
los Joven Club puedan jugar un importante papel en la infraestructura de
estas redes. Desde el Ministerio de Comunicaciones aseguran ignorar qué
hay de cierto en ello o cómo podría irradiarse wifi desde estos locales
a toda la comunidad.

La pregunta que se hacen muchos clientes es si, de ser así, no se
convertirán también en potentes centros de emisión de señales wifi para
dotar a todas las cercanías de un acceso a la web social... pero que los
vecinos del lugar puedan usar desde su casa o un parque, sin necesidad
de esperar a al local.

La idea puede parecer osada pero ya hay gente preparándose para ella.
Gilbert Rosa vive cerca del Joven Club del Vedado y ya está diseñándose
una antena para captar la señal de wifi desde su balcón. "Ahora, con lo
que se dijo en el Taller de la Informatización y con las propuestas que
ha hecho el presidente de EE UU, Barack Obama, sobre telecomunicaciones,
seguro que estos serán de los primeros lugares donde instalen Internet".

"Lo que hace falta es que esa ayuda que quieren darle al país para
informatizarse, empiece por subvencionar antenas wifi potentes en la
universidades y los Joven Club para que así el uso social quede
garantizado". Mientras habla, mira desde su balcón hacia el techo del
local cuya fachada está pintada con un intenso color azul. "Después los
usuarios que compren la tarjeta con el código de acceso, podrán hacer
uso en el perímetro donde funciona la señal".

La "computadora de la familia"

Los Joven Club nacieron el 8 de septiembre de 1987, estrechamente
vinculados a la Unión de Jóvenes Comunistas y a la propia voluntad de
Fidel Castro de crear el sitio para "la computadora de la familia".

La decisión sobre el inmueble que albergaría su sede principal, el
Palacio Central de Computación, fue un acto de castigo. Una reprimenda
oficial sobre aquel enorme local cercano al Parque de la Fraternidad que
poco tiempo antes había funcionado como el palacio del consumo con las
largas colas y el desespero de los clientes por alcanzar algún producto
en el Mercado Centro. Como si el fantasma de la cadena Sears, una vez
emplazada en el mismo edificio, no quisiera dejarse matar del todo por
la austeridad revolucionaria.

Fidel Castro, en gesto aleccionador, mandó cerrar el Centro durante "el
proceso de rectificación de errores y tendencias negativas". Para el día
de la inauguración del Palacio de la Computación, los salones de puntal
altísimo y pisos brillantes como espejos se veían tristemente vacíos,
solo con unas pocas computadoras en su planta baja. El acto de escarnio
contra el lugar se había consumado.

A finales de los años ochenta, muy pocos cubanos tenían un ordenador en
casa y quienes habían logrado obtenerlo o construirlo pieza a pieza lo
escondían muy bien de los ojos de otros. La creación de un edificio de
uso público de computadoras, más que una opción, era la única
posibilidad para muchos de tocar un teclado o asomarse a una pantalla.

Durante muchos años, los Joven Club se han comportado como centros de
uso ideológico de las tecnologías de la información y de la comunicación
y lugares para llevar a cabo tareas de la llamada Batalla de Ideas en la
red. Bajo una aparente labor social, se ha escondido muchas veces un
centro de propaganda institucional y de tropa de choque digital. Lo que
ha atraído a los clientes, sin embargo, dista mucho de tener una
motivación ideológica, y se debe más bien a un factor lúdico.

Los cursos de informática, que representan un 30% de las tareas que se
realizan en estos sitios, han graduado en sus años de existencia a cerca
de dos millones de interesados en diferentes temas que incluyen el uso
de programas como Word, Excel y Power Point o las complejidades de la
programación web y aplicaciones como Dreamweaver. Sin embargo, muchos
graduados se quejan de que aprenden poco o apenas tocan la máquina antes
de obtener su diploma.

Al cumplirse 27 años del comienzo de la idea de "la computadora de la
familia cubana", es muy difícil que esos locales logren posicionarse
nuevamente entre las preferencias de los clientes, sino hacen ofertas a
tono con los tiempos que corren. El servicio que todos esperan se resume
en una palabra: Internet.

Source: Joven Club de Computación: ¿cobrar o cerrar? -
http://www.14ymedio.com/reportajes/Joven-Club-Computacion-cobrar-cerrar_0_1732026786.html

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