Doble Moneda, CUC, Economía
Doble moneda: el inicio del fin
La clave radica en que la dualidad no es sólo monetaria. Tiene que ver 
con el sistema político adoptado y las aspiraciones sociales dentro de 
este sistema
Alejandro Armengol, Miami | 23/10/2013 4:56 pm
La dualidad monetaria en Cuba es un problema que hasta ahora el gobierno 
de la Isla había admitido, pero subordinado, al menos en teoría, a un 
aumento de la productividad.
Esta situación ha cambiado. El Consejo de Ministros acordó "poner en 
vigor el cronograma de ejecución de las medidas que conducirán a la 
unificación monetaria y cambiaria", anunció el diario Granma el martes.
La información no precisa una fecha para la puesta en práctica de la 
medida, que siempre será paulatina, pero especifica que en la primera 
etapa "los principales cambios se producirán en el sector de las 
personas jurídicas" o sea las empresas.
De esta forma, estos primeros cambios tendrían un carácter 
fundamentalmente organizativo. Estarían destinados a poner un poco de 
orden en el caos económico que afecta al país, no solo a nivel de la 
calle sino entre las empresas: las distorsiones en costos, contabilidad 
fiscal y política financiera.
La doble moneda no solo afecta la economía doméstica del cubano, sino 
también la economía estatal. Como ha señalado el profesor Carmelo Mesa 
Lago, la dualidad monetaria "impide conocer con certeza la productividad 
de las empresas, reduce el tamaño del mercado interno y de las cadenas 
económicas, y esconde subsidios e impuestos incorrectamente asignados".
Sin embargo, los problemas que representa la doble moneda para los 
sistemas contables, e incluso para el incremento de la productividad, 
son solo un aspecto de una cuestión mucho más amplia, donde los aspectos 
económicos y sociales están estrechamente interrelacionados.
La doble moneda surge en agosto de 1994, en el punto álgido de la crisis 
asociada al llamado "Período Especial", y se caracteriza por el hecho de 
que en la Isla circulan dos monedas el peso "nacional" (CUP) y el peso 
"convertible". Cuba es el único país del mundo que imprime dos divisas, 
y al mismo tiempo ambas carecen de valor fuera del país y no aparecen, 
por ejemplo, en las cajas de cambio en los diversos aeropuertos del mundo.
Sin embargo, al tratar de justificar la doble moneda, y explicarla de 
acuerdo a lo ocurrido en Cuba luego del fin de la Unión Soviética y el 
campo socialista, se enmascara el verdadero problema.
La devaluación real de la moneda cubana, y los métodos empleados para 
suplir con diversos sistemas de apariencia esta realidad —en un intento 
de convertir en relativo un problema absoluto—, no se origina en la 
década de 1990.
Es cierto que hace crisis entonces, y que es en ese momento cuando al 
gobierno no le queda más remedio que admitir que el dinero, en sus 
diferentes denominaciones (divisa, peso convertible, peso cubano), 
empiece a moverse más acorde a las reglas que rigen su valor de cambio, 
aunque siempre de forma controlada.
Las dificultades de una moneda más o menos ficticia y devaluada al 
extremo existían desde décadas atrás. Desde el punto de vista simbólico, 
y al mismo tiempo práctico, ni siquiera se trata de algo exclusivo de 
Cuba, sino de una situación propia de los llamados países socialistas y 
en primer lugar de la Unión Soviética.
El concepto de peso convertible no nace en la Isla y mucho menos durante 
la mencionada crisis. En cualquier hotel moscovita uno encontraba, en 
1980 por ejemplo, mercancías valoradas en "rublo dólares". Es decir, con 
un valor que no respondía al del dinero que circulaba en las calles de 
la capital soviética, porque para comprarlas había que tener otros 
rublos, los adquiridos con dólares norteamericanos.
En la URSS y los países socialistas, esa doble moneda reflejaba el valor 
reducido de la moneda nacional frente a otras divisas, al tiempo que le 
permitía al gobierno negociar en un mercado reducido (el turístico) sin 
recurrir a una devaluación.
Sólo que para los soviéticos y los ciudadanos de Europa del Este, el 
dinero que recibían por concepto de salario les servía para suplir un 
buen número de necesidades (aunque de forma limitada), mientras que la 
divisa era sobre todo un pasaporte a la ilusión: la posibilidad de tener 
una serie de artículos más o menos comunes en cualquier sociedad 
occidental, pero para ellos transformados en objetos de ensueño.
De esta forma, la dualidad típica de cualquier país capitalista —entre 
tener o no tener dinero para comprar desde comida a desodorante— era 
para los soviéticos la disyuntiva entre la capacidad para adquirir el 
jabón sin envoltura y otro con perfume y etiqueta.
Por otra parte, las dos caras del problema son conocidas también en los 
países capitalistas, aunque con una definición más realista y cruda.
En muchas naciones subdesarrolladas y pobres, el valor depreciado de la 
moneda se asume como miseria, explotación de mano de obra barata y 
precios bajos. En otras, determinados controles estatales sirven más de 
pantalla que de control eficiente para mitigar la realidad. Durante 
décadas, en Latinoamérica se han sucedido gobiernos de estricto control 
monetario por otros de un liberalismo absoluto, con resultados nefastos 
en ambos casos.
En el caso de Cuba, a consecuencia de la supervivencia del modelo tras 
la crisis por la desaparición de la URSS, se ha creado una amalgama que 
hace que el asunto sea más complejo, aunque no menos crudo: el peso 
convertible o la divisa no son sólo el pasaporte a la ilusión sino 
también, y en muchos casos, la única vía para satisfacer las 
necesidades: la opción entre diversos jabones sustituida por la 
posibilidad de tener el artículo para bañarse.
No es que el Estado cubano tenga una enorme deficiencia a la hora de 
producir artículos de mejor calidad y más atractivos: es que resulta 
incapaz de producir alguno.
La clave radica en que la dualidad no es sólo monetaria. Tiene que ver 
con el sistema político adoptado y las aspiraciones sociales dentro de 
este sistema. El problema surge, como ha ocurrido en Cuba, cuando las 
soluciones políticas sustituyen —o tratan de ocultar— la realidad 
económica. Las subvenciones del Estado a ciertas mercancías, 
determinadas industrias y ciertos productos agrícolas —una práctica que 
también existe en las sociedades capitalistas— funcionan mejor cuando 
desempeñan el papel exclusivo de mecanismo compensatorio, sin definir el 
panorama económico.
Cuando esas supuestas soluciones políticas —que en la realidad no 
resuelven los problemas económicos— se ponen en práctica, por lo general 
traen como consecuencia el fortalecimiento de los mecanismos propios de 
la economía informal —y la culminación de estos en actividades ilegales 
como el mercado negro— que si bien deben su razón de ser al Estado (o a 
la ineficiencia estatal para aumentar la producción), no revierten 
ganancia alguna en éste.
Hasta ahora la dualidad monetaria ha reflejado —mientras que 
paradójicamente y al mismo tiempo también ha tratado de enmascarar— el 
problema aún mayor de la doble moral de un Estado que promete y no 
cumple, mientras aspira a que sus ciudadanos se sientan satisfechos no 
con la ilusión de la propaganda, sino con el conformismo de resolver a 
diario. El anuncio de su final, aunque paulatino, muestra un 
acercamiento más objetivo y pragmático a la realidad cubana.
Hay que ver ahora si esa especie de Caja de Pandora, que podría abrirse 
en los próximos meses, va a culminar con un enfrentamiento real a los 
problemas económicos —y a la puesta en práctica de las medidas 
necesarias para resolverlos— o si una vez más estaremos ante a esa 
especie de "ola marina" —que un día camina para adelante y otro para 
atrás— que ha resultado en buena medida la "actualización" castrista.
Source: "Doble moneda: el inicio del fin - Artículos - Cuba - Cuba 
Encuentro" - 
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/doble-moneda-el-inicio-del-fin-314448
 
 
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