Reflexiones de la Caimana: De la incertidumbre de nuestro destino nacional
Posted on 6 octubre, 2013
Por Ramón Alejandro*
Es imposible discernir con suficiente nitidez una idea directriz que 
pudiera definir la actual manera en que el conjunto de los cubanos 
concibimos el porvenir de nuestra nación, tanto entre los que aún están 
sujetos al régimen como en aquellos que ya hemos escapado a su control.
Lo más grave es que lo mismo le sucede al equipo gobernante, cuyos 
miembros -aparte de aferrarse a sus privilegios personales y familiares- 
parecen no lograr decidir qué rumbo darle a la economía, la parte más 
enferma del cuerpo nacional. Todos concordamos en que hay que cambiar el 
actual estado de cosas, pero ninguno coincide con su prójimo en cuanto a 
la forma en la cual habremos de construir el futuro.
Solapadamente, una mayor parte desea, en su fuero interno, volver al 
estado anterior a la revolución, pero pretende, por amor propio, 
disimular este deseo culpable fingiendo mantener vigentes ciertos 
principios igualitarios que, de hecho, con donaire abandona de reforma 
en reforma el gobierno de Raúl Castro. Quisieran al mismo tiempo 
liberalizar la economía y conservar el control centralizado del mercado, 
lo cual precisaría una irrealizable cuadratura del círculo. Les será 
difícil coger ese trompo con la uña.
Dos viejos pánicos
El bienestar económico ofrecido por el liberalismo a la norteamericana 
parecería ser la mayor tentación de todas aquellas que abiertamente 
seducen a las diversas capas de la población. Aunque una consciente 
minoría también añore mayores libertades cívicas.
Dos atávicos miedos provocan un clima de falta de confianza generalizada 
en buena parte del pueblo; el primero es el que provoca el crecimiento 
imparable de la población negra, que puede llegar a convertirse en 
hegemonía numérica en pocos años. Los blancos parecen seguir asustados 
por el ejemplo dado hace dos siglos por Haiti. No menor suele ser el 
miedo causado por la frecuente homosexualidad entre los varones 
criollos, la cual al chocar contra la moral predicada por la Iglesia 
Católica que nos dejó de regalo el difunto Imperio Español, provoca una 
fuerte homofobia. Ambas fobias se suman a la frustración generada por el 
fracaso en el terreno de los ideales igualitarios que llevaron al poder 
a la revolución. Tan grandes fueron las esperanzas como amargo el desengaño.
¿Cómo homogeneizar una sociedad mulata reacia a reconocerse como tal? 
¿Cómo extraer del corazón de cada mulato, negro y blanco ese racismo 
latente y, a duras penas, disimulado con las usuales bromitas con las 
que tratamos de soslayar esta dura realidad?
¿Cómo dar paz, y sentimiento de seguridad de no ser agredido en su 
antoestima, a tanto miembro de la mayoría heterosexual tan sofocado como 
obsesionado por la jacarandosa agresividad que tan irreverentemente 
suelen manifiestar los gays cubanos?
La cosa se pone seria
¿Cómo pretender ser católicos y consultar a un babalao cuando la cosa se 
pone seria de verdad, y tener -por si caso- un Elegguá escondido detrás 
de la puerta?
A Cuba parece resultarle muy difícil aceptarse tal cual es, y de 
diversas maneras quiere seguir soñándose otra. Todos quisiéramos ser 
extranjeros, para ser ricos y tener un pasaporte decente, pero sin dejar 
de ser cubanos y gozar nuestra sabrosura. No queremos sufrir del 
colesterol y la diabetes, pero queremos seguir comiendo platanitos 
fritos a gogó, arroz blanco a burujones y mandarnos un flan con coco 
rallado en almíbar para terminar.
Cuba no se atreve a bajar de su nube y poner pie en su propia realidad 
social, humana, cultural, espiritual y económica. No hay peor ciego que 
quien no quiere ver.
Si según Platón la perplejidad era la condición esencial de la 
filosofía, la curiosidad parece ser la motivación de todo conocimiento 
científico de la realidad. Cuba nos deja perplejos a los propios 
cubanos. Necesitaríamos una filosofía que nos permita conocernos más 
adecuadamente, y no la tenemos. En nuestras mentes, la imaginación 
parece ser más poderosa que la razón y por eso somos más a menudo 
artistas que científicos, más individuos entregados cada uno a lo 
nuestro, que pueblo.
Los caracoles de Newton
Al final de una vida coronada por los excepcionales descubrimientos que 
sabemos, Isaac Newton confesaba sentir que había vivido como un niño que 
se había divertido jugando a recoger algunos caracoles de más bellos 
colores que otros, o alguna piedrecita más suavemente pulida, en las 
arenas de una playa, mientras que el inmenso océano de la verdad se 
extendía desconocido e inexplorado más allá de esa orilla.
¿Qué sabemos nosotros, y qué sabe el equipo de veteranos que hoy 
gobierna, de la profunda y compleja realidad de la nación cubana?
El sabio doctor Schweitzer, quien tan paternalista compasion manifestó 
hacia los negros africanos dejó dicho: "The best cure for any illness is 
a combination of knowledge of the task in hand, and a sense of humour".
¿Tenemos nosotros el necesario conocimiento que necesitarán aquellos que 
tendrán entre sus manos la responsabilidad de dirigir la reconstrucción 
de lo que quede de Cuba una vez que los actuales gobernantes hayan 
desaparecido de muerte natural?
Con Álvarez Guedes muerto, ¿quién tendrá la sandunga que el doctor 
Schweitzer consideraba necesaria como ingrediente para efectuar esa cura 
que devuelva la salud a toda una nación tan profundamente enferma?
*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que 
publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.
Source: "Reflexiones de la Caimana: De la incertidumbre de nuestro 
destino nacional | Café Fuerte" - 
http://cafefuerte.com/culturales/7764-reflexiones-de-la-caimana-de-la-incertidumbre-de-nuestro-destino-nacional/
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