Cambios, Díaz-Canel, Raúl Castro
Gobierno, poder y "hombre fuerte" en Cuba
Ser el número dos en el gobierno no implica ser el número dos en el poder
Eugenio Yáñez, Miami | 28/02/2013 10:35 am
El nombramiento de Miguel Díaz-Canel Bermúdez como primer vicepresidente
del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba es una de esas situaciones
en que no está claro si es más conveniente felicitarlo o darle el
pésame. Porque si bien es cierto que el promovido se acerca mucho más a
las mieles del poder, también lo es que a partir del domingo ha entrado
en el vórtice de un peligroso huracán.
Muchas agencias de prensa no cubanas comenzaron de inmediato a llamarlo
"el nuevo número dos" de la jerarquía cubana, como hicieron
anteriormente con Carlos Lage, como si siempre necesitaran poder
identificar un "delfín" para tratar de entender la forma en que
funcionan los mecanismos del poder en Cuba.
Sin embargo, cosas que debían tener perfectamente claras ante sus ojos
las ven borrosas, simplemente porque pretenden analizar las realidades
de la finca de los hermanos Castro, conocida también como República de
Cuba, con los conceptos, esquemas y mecanismos de análisis de las
democracias desarrolladas del planeta, con lo cual garantizan no
entender casi nunca nada.
Hace casi ochenta años, el 4 de septiembre de 1933, un grupo de
sargentos del ejército se hizo del poder en Cuba, y uno de ellos,
Fulgencio Batista, precipitadamente ascendido a Coronel, se convirtió,
incluso tal vez a pesar de él mismo, en el hombre fuerte de Cuba, el
caudillo, la encarnación del poder real en el país.
Desde ese 4 de septiembre de 1933 hasta el 10 de octubre de 1940 Batista
encarnó el poder real en Cuba, con independencia de los nombres de los
presidentes del país en ese lapso, algunos que duraron solamente horas y
otros hasta casi cuatro años: Carlos Hevia de los Reyes, Carlos Manuel
Márquez Sterling, Carlos Mendieta Montefur, José Agripino Barnet
Vinajeras, Miguel Mariano Gómez Arias, y Federico Laredo Brú. Muchos de
los cubanos más jóvenes, tanto en Cuba como en el exilio, no han
escuchado nunca algunos de estos nombres.
Durante el período constitucional 1940-1952 fueron presidentes electos
Fulgencio Batista, Ramón Grau San Martín, y Carlos Prío Socarrás. Del 10
de marzo de 1952 hasta el 31 de diciembre de 1958 Batista fue de nuevo
el hombre fuerte, fuera oficialmente el presidente o no. Después de 1959
la historia se repitió, ahora entre los "revolucionarios". Entre enero
de 1959 y diciembre de 1976 Fidel Castro fue siempre la encarnación del
poder absoluto en Cuba, a pesar de la existencia de dos presidentes del
país en ese lapso: Manuel Urrutia Lleó, desde enero 3 hasta julio 17 de
1959, y Osvaldo Dorticós Torrado, desde julio 18 de 1959 hasta el 2 de
diciembre de 1976. Ninguno de ellos fue considerado nunca "el número
dos" de Fidel Castro, y si Dorticós se mantuvo en el cargo durante
diecisiete años fue precisamente por entender perfectamente que él no
era, ni podría ser, tal "número dos".
El dos de diciembre de 1976 se eliminaron los formalismos y Fidel Castro
asumió plenos poderes como Presidente del Consejo de Estado y del
Consejo de Ministros, basado en una constitución diseñada
específicamente a su gusto y medida, que también lo reconocía como Jefe
Supremo de las Fuerzas Armadas, cargo que no necesitaba en su condición
autodesignada de Comandante en Jefe desde muchos años antes. A la vez,
mantuvo el cargo de Primer Secretario del Partido Comunista. El poder
absoluto.
Como "número dos" oficialmente designado —ya lo era de facto desde 1959—
Raúl Castro asumió como Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado
y de Ministros, a la vez que se mantenía como Segundo Secretario del
Partido Comunista, y en su condición de militar de mayor grado y
ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias resultaba de hecho el
segundo del Comandante en Jefe.
Todo lo demás alrededor de los hermanos Castro siempre fue paisaje y
escenografía, a pesar de las fantasías de la prensa extranjera y
determinados dicen que expertos, que "identificaban" sucesores,
delfines, "arquitectos de las reformas" y todas esas tonterías, siempre
para darse de narices, más tarde o más temprano, con las realidades.
Cuando Raúl Castro —el actual hombre fuerte cubano— asumió oficialmente
todo el poder en 2008, nombró a José Ramón Machado Ventura como primer
vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros, y más tarde lo
elevaría a Segundo Secretario del Partido Comunista. Sin embargo,
Machado no tenía poder real sobre los aparatos militares y de seguridad,
y él lo sabía perfectamente.
La prensa extranjera ignoró esas realidades y siguió creyendo el cuento
de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque como "sucesores" —ya antes había
sido Roberto Robaina el "delfín"—, hasta que ambos fueron defenestrados
en 2009. Se produjeron también otros "truenes" menos escandalosos, pero
igual de radicales, entre ellos los casos de Otto Rivero, Carlos
Valenciaga, Hassan Pérez, Conrado Hernández y Fernando Remírez de
Estenoz, y se brindaron salidas más "elegantes" a otros fidelistas no
tan jóvenes, como "Chomy" Miyar Barruecos y ahora Ricardo Alarcón.
De esa escabechina del neocastrismo raulista solamente sobrevivió
Díaz-Canel, de la misma generación de los "delfines" del Comandante,
pero pastoreado por Raúl Castro y Machado Ventura durante muchos años y
promovido poco a poco, en vez de haber sido catapultado precipitadamente
al estrellato por Fidel Castro.
Nacido en 1960, ingeniero eléctrico, tras graduarse pasó el servicio
militar como oficial en una unidad militar, y después fue profesor de su
especialidad en la Universidad Central de Las Villas, donde pasó a ser
un "cuadro profesional" de la Unión de Jóvenes Comunistas. Cumplió
"misión internacionalista" en Nicaragua, y llegó hasta Primer Secretario
del Partido en la provincia de Villaclara, y después en la de Holguín.
Promovido al Comité Central del Partido en el cuarto Congreso (1991), en
2003, a propuesta de Raúl Castro, pasó a ser el más joven de los
miembros del Buró Político del Partido. En 2009, con evidentes miras
futuras, Raúl Castro lo sacó del trabajo partidista tras dieciséis años
de experiencia como Primer Secretario del partido en provincias y lo
designó ministro de Educación Superior, y posteriormente en el 2012 le
hizo vicepresidente del Consejo de Ministros a cargo de Educación,
Ciencia, Cultura y Deportes, cargo que ocupó hasta el pasado domingo.
La mejor demostración del carácter "democrático" de su designación
estriba en que aparentemente ni el Comité Central del Partido conocía de
las intenciones de Raúl Castro, por lo que hubo que celebrar a la
carrera un Pleno del Comité Central temprano en la mañana del domingo,
antes de las nueve de la mañana, en que comenzaría la sesión de la
Asamblea Nacional del Poder Popular que debía "elegirlo" como Primer
Vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros.
Díaz-Canel recibió los atributos formales de segundo al mando en el
Gobierno y el Estado, y de su desempeño futuro y su habilidad para
navegar en las aguas tormentosas que deberá atravesar dependerán sus
perspectivas reales, durante un período que al culminar, en 2018, no
deberá tener entre sus filas a la generación "histórica" del
totalitarismo cubano, sea por imperativos de la biología o por retiro
voluntario "a lo chino".
Raúl Castro deberá apoyar fuertemente en su tarea a Díaz-Canel para que
sea aceptado como poder real y no solamente formal, lo que deberá ser
relativamente sencillo de lograr entre muchos ministros y funcionarios
de alto nivel. Y apoyarlo para que pueda lograr algún día, quien sabe
cuando, un "aterrizaje suave" ante situaciones más complejas que deberá
enfrentar en sus relaciones con otros personajes del Gobierno y el Estado.
El flamante primer vicepresidente no podrá olvidar que José Ramón
Machado Ventura sigue siendo Segundo Secretario del Partido,
organización que desempeña el "papel rector" en la sociedad cubana, y
que en la práctica está jerárquicamente por encima del primer
vicepresidente. Tampoco que, a pesar de que Machado Ventura y Abelardo
Colomé ("Furry") pusieron a disposición sus cargos de vicepresidentes
del Consejo de Estado para dar cabida a "sangre joven", el Comandante de
la Revolución Ramiro Valdés no lo hizo, y no vamos ahora a especular por
qué, lo que podría ser motivo de un análisis diferente a éste. Ni
tampoco deberá olvidar que debe ser muy cuidadoso en sus relaciones con
dos Generales de Cuerpo de Ejército (tres estrellas) y miembros del Buró
Político del Partido, como son el Ministro de las Fuerzas Armadas
("Polo" Cintras Frías) y el del Interior ("Furry"), y algunos generales
vicepresidentes del Consejo de Ministros, porque todos los mencionados
ya eran Comandantes antes de que él hubiera nacido.
¿Qué sucedería si fallece Raúl Castro y Díaz-Canel ascendiera a
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, y a la vez Jefe
Supremo de las Fuerzas Armadas, en un país con tradición de gobernantes
que fueron y son generales o doctores? ¿Cómo trataría con cinco
generales de cuerpo (tres estrellas), una veintena de generales de
división (dos estrellas) y varias decenas de generales de brigada (una
estrella), todos los cuales acumulan en sus expedientes acciones
combativas en diversas partes del mundo? Para quién piense que eso sería
fácil en Cuba sería bueno pedirle que recuerde cómo José Martí, sin
historia combativa, debió manejar las relaciones con Antonio Maceo y
Máximo Gómez, la famosa reunión entre ellos tres en la finca La
Mejorana, y la inmolación del Apóstol poco tiempo después.
¿Está asegurado el fracaso de Miguel Díaz-Canel en sus nuevas
responsabilidades? Naturalmente que no. ¿Está garantizado su éxito? Por
supuesto que tampoco. Lo que debe quedar claro es que todavía, y durante
mucho tiempo, está lejos de ser el hombre fuerte cubano en un país donde
las instituciones valen menos que los caudillos, y las políticas menos
que las voluntades de los líderes. Todo dependerá de cómo se manejen las
relaciones de poder, de la actuación de la biología sobre los
"históricos" o sobre el mismo Díaz-Canel en los próximos años, de las
relaciones internacionales, de su propio talento, de los imponderables,
y de muchos otros factores.
¿Representa Díaz-Canel el inicio de la era post-castrista y el camino
hacia la democracia cubana en estos momentos, como aseguran algunos que,
en el fondo, responden a La Habana? Claro que no. Representa el camino
hacia un modelo de dictadura "light" que pretende el neocastrismo: menos
totalitaria, bien maquillada, y con los militares controlando la
economía, pero dictadura al fin y al cabo.
Sin embargo, estas realidades, válidas con los "históricos" todavía
respirando, no tienen que ser necesariamente absolutas en situaciones
diferentes. ¿Entonces, sin los "históricos", Díaz-Canel sería un
Gorbachev cubano? Es irresponsable afirmar eso. ¿Es imposible que lo
sea? Sería idiota afirmarlo. No tiene sentido especular sobre variables
más allá de nuestro alcance.
Está claro que hoy Miguel Díaz-Canel Bermúdez está muy lejos de ser el
"hombre fuerte" que rija los destinos de Cuba. Lo que no significa que
no pueda llegar a serlo. Ahora es solamente "el número dos" del Gobierno
y el Estado, pero no el "número dos" del poder en Cuba.
Que son cosas muy diferentes.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/gobierno-poder-y-hombre-fuerte-en-cuba-283303
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