Bebo Valdés no existe en Cuba
El periodista cubano recuerda que el compositor fue extirpado de la
memoria musical tras su marcha
Sigfredo Ariel 23 MAR 2013 - 11:45 CET1
Bebo Valdés es hoy extrañamente desconocido en Cuba. Su nombre y su obra
se disolvieron en el imaginario colectivo de la isla a partir del éxodo
compulsivo de músicos y artistas, a inicios de los años sesenta, cuando
desapareció, por decreto, el ambiente musical nocturno, cabaretero,
casinero,que imperaba en una Habana despreocupada, desentendida de todo
otro asunto que no fuera girar sobre su propio ombligo.
Después, Bebo Valdés, como tantos otros, fue extirpado de diccionarios y
manuales de música popular cubana, como si nunca hubiese existido. En la
radio, su nombre fue acallado, como arreglista, como compositor, como
director de orquesta. Su más reciente resurrección, la colaboración
exitosa, planetaria, con Diego El Cigala fue sorteada con incomodidad a
la hora de anunciar sus grabaciones: Bebo Valdés no existe en Cuba.
El gran Bebo, el Caballón, durante décadas subsistió en la memoria de la
gente de la música de antes, en los memoriosos, no en su público
natural, que ingratamente lo olvidó. No pocos fueron los intérpretes que
le debieron su notoriedad: desde Celeste Mendoza —la reina del
guaguancó— a Pío Leyva, a Pacho Alonso, rival de Benny Moré en los
primeros años sesenta.
Bebo Valdés pudo haber sido un gran —tal vez inmenso, imaginativo—
pianista de latin jazz, pero la premura del día a día lo obligó a
dirigir su orquesta acompañante, a trabajar en discos de poca monta y en
espectáculos cotidianos, del Coney Island de la playa de Marianao. Sus
mejores ideas quedaron en el aire. Arregló para cuerdas, bandas de jazz
y conjuntos; impulsó la carrera de cantantes mediocres y se prodigó en
empresas de poca monta.
Paquito D'Rivera lo descubrió cuando parecía que había bajado el telón.
Cuando apareció el disco Bebo Rides Again, el Caballón fue redescubierto
inesperadamente: el resto es historia conocida.
A partir de su experiencia con Diego El Cigala, Bebo Valdés penetró en
un espacio y un tiempo sin memoria, una especie de isla sin bordes, en
la cual no existe la memoria ni hay antecedentes fidedignos de ella: se
trata de tocar y cantar las mismas canciones de siempre cantadas y
tocadas por gente sin historia —ninguna otra anécdota más que la
sentimental, la propia, la verdadera—, y ese fue precisamente el secreto
que escondía Bebo Valdés, el de su profunda emoción, el de su feeling,
una impresión contenida, que a través de ningún arreglo orquestal ni
composición podría revelarse.
La suya es la sabiduría del pianista de restaurante, pleno de recursos
técnicos, artísticos, puestos en función de lo que antes se llamaba
"sentimiento". Esa fue su última muestra de humildad, después de haber
reinado en las bandas y en las orquestas de cuerdas: fue su tributo a la
memoria y a la desmemoria de los suyos, es su lección, y tal vez,
también su drama.
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/23/actualidad/1364035546_731989.html
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