Lunes, Noviembre 28, 2011 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Prohibir la realización del 
Foro Raza y Ciudadanía en La Habana, no es sólo otro acto de soberbia 
dictatorial por parte del régimen de Cuba. No es sólo un burdo papelazo 
que no podrían justificar siquiera ante sus propios acólitos con sentido 
común o con un mínimo de honradez, en especial aquellos que se presentan 
como antirracistas. Es, por sobre todo lo demás, una prueba rotunda de 
lo inseguros que se sienten en el poder y del miedo que le tienen a la 
opinión pública, cuando es vertida diáfanamente, es decir, al margen de 
su control.
Tampoco debe ser vista la prohibición como otra de sus habituales 
barrabasadas, una más. Pues tiene lugar justo en momentos en que se 
observa aquí una tendencia si bien no oficial, al menos oficialista 
(entre ciertas publicaciones y analistas del tema) hacia el análisis e 
incluso hacia el debate de asuntos relacionados con el racismo que 
afecta a los cubanos afrodescendientes.
¿Se trata entonces de una decisión contradictoria?. Difícilmente. Las 
dictaduras no suelen contradecirse en lo esencial. De lo que se trata es 
de la confirmación de un fundamento. El más inamovible entre los 
fundamentos del totalitarismo, el cual establece que ninguna idea, 
ningún asunto de básica incidencia social puede ser ventilado 
públicamente si no es bajo la tutoría abierta o disfrazada de su poder.
Mal se la verán en lo adelante esos medios y analistas vinculados al 
régimen que aspiran a profundizar con seriedad en torno al dilema del 
racismo entre nosotros.
¿A qué deben atenerse, luego de esta cañonera interdicción, mediante la 
cual el régimen ha marcado su coto, como el lobo, haciendo aguas menores 
sobre el tema?.
¿De qué modo asumirán el absurdo privilegio que se les concede al 
permitirles analizar el fenómeno de la raza y la ciudadanía en la Isla, 
mientras se les prohíbe a otros conciudadanos igual de capacitados para 
hacerlo, y que exactamente igual que ellos responden al imperativo de la 
sangre como deber y derecho?.
El pasado viernes 26 de noviembre, cuando fuerzas de la Seguridad del 
Estado impidieron que fuese celebrada la segunda jornada del Foro Raza y 
Ciudadanía en La Habana, lo que tuvo lugar realmente allí fue la 
develación de una farsa.
Pero lamentablemente no es una farsa nueva, sino tan vieja como la 
indolencia del régimen ante la más dolorosa y vergonzante de nuestras 
deudas históricas: el racismo.
Agotada, luego de medio siglo de uso y abuso, aquella coartada de que 
todos los cubanos debemos sentirnos igualados, sin especificaciones, por 
los lazos de una misma historia. Y hecha trizas por la concreta del día 
a día la falacia de que todos hemos disfrutado de la misma igualdad de 
condiciones a la hora de sacar la cabeza, al régimen no le queda más que 
el ardid y la simulación como disyuntivas.
Y ya que no puede continuar simulando que no ve lo que está delante de 
sus ojos, simula estar dispuesto a permitir una determinada revisión del 
asunto. Ahora, eso sí, tiene que ser hecha bajo sus dictatoriales 
condiciones. Lo que equivale a decir que el hacedor de la farsa es el 
único autorizado para deshacerla.
Pero como dirían las sabias abuelas, es como nombrar a un chivo para que 
cuide el jardín.
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