Un partido de retaguardia
Alejandro Armengol
Definido como la vanguardia revolucionaria en la sociedad cubana, el
Partido Comunista de Cuba (PCC) nunca ha desempeñado este papel.
Por décadas, fue Fidel Castro el principal obstáculo al funcionamiento
normal del PCC. Es muy posible que ahora Raúl quiera cambiar esta
situación, pero de forma paulatina y sin que estos cambios pongan en
peligro la estructura de poder. Escribo esta columna un día antes del
inicio del VI Congreso del PCC, con las esperanzas tan bajas como la
mayoría de los cubanos, de que se produzcan eventos de trascendencia en
la reunión partidista.
No quiere esto decir que el congreso no sea importante, sino que no se
espera que sea todo lo importante que debiera. En primer lugar porque ya
de entrada es un cónclave reducido de discusión y análisis, destinado a
la aprobación del plan de cambios económicos propuestos por Raúl Castro,
cuyas limitaciones ya se conocen. Y en segundo, porque la reunión
realmente importante no se celebrará hasta más avanzado el año, cuando
se lleve a cabo la primera Conferencia Nacional del Partido. Un evento
de esta naturaleza no se ha realizado con anterioridad en Cuba, y en la
misma se debe aprobar una nueva estructura de gobierno a través del voto
secreto.
Más allá, sin embargo, de la aprobación de los Lineamientos modificados
tras la consulta popular, y de si se cumplen o no algunas de las
expectativas de la población cubana, como la eliminación de algunas
restricciones para la venta –y construcción– de casas y automóviles, al
tiempo que se implementen mecanismos para que los salarios tengan un
poder adquisitivo real y se elimine la doble moneda –siendo posible que
se cumpla la primera y en parte la segunda, pero muy difícil que se
implante una sola moneda–, el valor que en definitiva tendrá la reunión
solo se conocerá con el paso del tiempo. Y es que hasta el momento
eventos y reestructuraciones de esta naturaleza solo han tenido un valor
nominal.
La función ejercida por el Secretariado del Comité Central del PCC –si
es que ha sido alguna– ha tenido muy poca relevancia en la vida
cotidiana de los cubanos. En el caso cubano –y al igual que ocurre con
el resto de las dependencias de poder, desde el Consejo de Estado hasta
el propio Buró Político del PCC– la creación y el objetivo de este tipo
de estructuras hay que considerarla con una alta dosis de escepticismo.
Por ejemplo, la constitución del actual PCC, en 1965, no marcó el inicio
de una etapa de institucionalización partidista y acatamiento del modelo
soviético, entonces vigente. Más bien todo lo contrario. No fue hasta
1975 que el PCC pudo celebrar su primer congreso y delinear sus
estatutos. Los congresos, plenos y reuniones posteriores no modificaron
esta forma de actuar, característica del estilo de mando del gobernante
cubano, quien funcionaba como el máximo líder de una poderosa
organización, cuyas funciones y planes de trabajo obstaculizaba en todo
momento.
En el caso de Raúl, su prioridad parece ser la creación de instrumentos
y estructuras que permitan la permanencia del régimen más allá de la
desaparición física de sus creadores. Lo que se traduce en sustituir
toda la cadena de mando unipersonal por una jerarquía de poder, aunque
manteniendo el control absoluto.
Fue Raúl quien dijo a fines de 2010 que "el VI Congreso del Partido debe
ser, por ley de la vida... el último de la mayoría de los que integramos
la generación histórica".
"El tiempo que nos queda es corto, la tarea gigantesca... pienso que
estamos en la obligación de aprovechar el peso de la autoridad moral que
poseemos ante el pueblo para dejar el rumbo trazado", agregó.
Lo que Raúl quiere es pasar de la "legitimidad de origen" del régimen
castrista a una "legitimidad de ejercicio", pero de una forma tan lenta
que desaliente cualquier esperanza de un cambio notable a corto plazo.
Franco utilizó igual recurso para mantenerse en el poder por largo
tiempo: su victoria en la guerra civil le garantizaba la autarquía.
Aún falta mucho por recorrer en Cuba para que se inicie una vía hacia la
democracia, con el mantenimiento de la elite de gobierno en el poder.
Por lo pronto, los tecnócratas siguen esperando su momento, porque Raúl
ha dejado claro que quienes hicieron la revolución tienen el propósito
de continuar en el poder, incluso tras la desaparición de Fidel.
No será entonces el VI Congreso del PCC el que defina por completo el
rumbo del gobierno cubano, sino la Conferencia Nacional del Partido.
Pero con la continuación de desfiles militares y otras formas de
recordatorio de que fueron ellos quienes ganaron la guerra, queda poco
margen para pensar en cambios profundos.
http://www.elnuevoherald.com/2011/04/18/923329/alejandro-armengol-un-partido.html
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