Wednesday, April 20, 2011 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -El nutrido grupo de niños,
pertenecientes sin duda a una escuela primaria, avanzaba por la calle
organizado en columnas para participar en la revista militar y el
desfile del pasado 16 de abril, en La Habana. De vez en vez, uno de los
adultos que iba al frente del grupo ordenaba: "Para decir el lema: uno,
dos y tres…". Entonces los niños gritaban en coro: "Obama, cabrón,
acuérdate de Girón".
Era en realidad un lastimoso espectáculo. Lo primero que me vino a la
mente fue una escena del libro "El largo viaje", donde Jorge Semprún
describe su traslado, como prisionero de los nazis, al campo de
concentración de Buchenwald.
Al paso del dantesco tren de prisioneros por los pueblos alemanes lo
aguardaban en las estaciones filas de niños adoctrinados por el nazismo.
Y cuenta Semprún haber experimentado la más extraña y a la vez la más
desgarradora inquietud al sentir la expresión de repulsa en las miradas
y en las voces de aquellas criaturas, que, sin conocer a los
prisioneros, sin tener la más ligera idea sobre los motivos por los que
iban a prisión, cumplían la orden de odiarlos.
Son diversos los significados que en Cuba otorgamos al término "cabrón".
Ninguno es amable y respetuoso. Aquí suele emplearse para agredir al
otro, o para descalificarlo. Es un medio ofensivo por donde quiera que
lo vires. Y lleva a una infracción de las normas de convivencia
civilizada si se usa como infamia contra una figura pública sobre la que
no existe la menor prueba de que sea un cabrón.
Pero todo eso tal vez sería lo de menos si lo comparamos con el hecho de
que ninguno de los significados de la palabra cabrón es conocido por los
niños de primaria. De modo que ponerla en sus bocas, en plan de
manipulación política, representa más que una simple infracción, es un
delito. Y grave, en tanto implica un abuso de su inocencia y una
violación de sus derechos como ser humano.
Quedaría por ver si el adulto que ordenaba a los niños habaneros que le
gritasen cabrón al presidente de los Estados Unidos, aun cuando conozca
los diversos significados del término, tenía plena conciencia de su
infracción y su delito.
¿Será capaz de valorar ese adulto en justa medida cuánto ha tenido que
avanzar la humanidad para que Barack Obama, descendiente de las víctimas
de la esclavitud de los negros africanos –uno de los más oprobiosos
capítulos de la historia del hombre- y cuánta competencia profesional
habrá demostrado él, cuánta seriedad, cuánta honradez, para que decenas
de millones de ciudadanos lo eligieran como presidente de la primera
potencia económica del planeta?.
Por supuesto que no es capaz, porque también el desarrollo intelectual,
espiritual y moral de ese adulto fueron manipulados y retorcidos en su
niñez por otros adultos, según ley que rige la espiral embrutecedora de
los totalitarismos.
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