Wednesday, April 6, 2011 | Por Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) – Hace 20 años, Miriam era una
trigueña bonita, delgada, con curvas pelo muy negro y largo, que dejaba
sin aire a los piropeadores cuando pasaba contoneándose por alguna calle
del barrio. Pero en los años 90, la polineuritis, aquella enfermedad tan
frecuente en los campos de concentración nazis, la largó hecha un
guiñapo humano. Nunca más se pudo recuperar. Desde entonces arrastra los
pies. Ni siquiera puede mover bien los brazos. Aún así, tuvo que
terminar de criar a sus dos hijos. Sola, en la más absoluta miseria,
porque el marido la dejó y nunca más apareció ni supo de él. La hija de
Miriam terminó prostituyéndose, cuando apenas era una adolescente, con
tipos que podían ser abuelos suyos. El varón, con 18 años, cayó preso
por robo. Suele referir entre sollozos que en el Combinado del Este pasa
hambre y lo tratan como un perro.
Miriam sobrevive, más que de la pensión de la seguridad social y de "lo
que lucha" su hija, de la caridad de los vecinos. Continuamente va casa
por casa para pedir ropa usada un poquito de arroz, azúcar o sal, un
huevo, una cucharada de aceite o un buchito de café, porque no ha
desayunado y le duele la cabeza.
Hace unos días fue a mi casa para que mi mujer le remendara un pantalón
para llevar a su hijo a la cárcel. Mientras mi mujer cosía, Miriam
conversaba sin parar. De pronto, de las quejas habituales sobre su vida,
lo que no viene a la carnicería, las goteras y el techo que amenaza con
venirse abajo, pasó a comentar la antipática serie televisiva Las
razones de Cuba. Y yo, que leía en el cuarto –mi casa es muy pequeña- no
podía creer lo que escuchaba.
Decía Miriam que había que ver de qué eran capaces los yanquis y sus
mercenarios; por eso, por muchos problemas que hubiera y por muy jodidos
que estuviéramos, había que permanecer unidos junto a la revolución,
porque los imperialistas se aprovechan de cualquier pretexto para
invadir a los países.
"Mira ahora mismo como están matando a los libios. En Cuba habrá muchos
problemas, pero en la mayoría de los países la situación es peor. Aquí
por lo menos no hay guerra y nadie se muere de hambre", dijo.
Y fue entonces que no pude más. Salí a la sala y le dije: "Coño, Miriam,
no cojas mi casa para meter ese discurso. Yo respeto todas las
opiniones, de cualquiera, pero oye, está fuerte eso de tenerte que oír,
precisamente a ti y justamente en mi casa, esa cantaleta",
-Ay, Luis, discúlpame, no lo dije por nada malo, no pensé que te fueras
a poner así- me dijo.
En definitiva, terminé apenado, pidiéndole disculpas. Sé que no lo dijo
"por nada malo". Sospecho que no entendió que si me puse así fue por la
lástima que me da. Lo peor es cuántos infelices hay como ella,
dispuestos a repetir la moraleja, incapaces de concebir otra vida. Como
animales amaestrados. Pero no puedo evitar cierto cargo de conciencia.
Todavía me pregunto si me habré vuelto últimamente demasiado intolerante.
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