Los embalses La Coca, La Zarza y Bacuranao, que abastecen a la capital,
están al 18 por ciento de su capacidad, y sólo el último aporta algo de
agua a la ciudad, de más de 2 millones de habitantes.
Rolando Cartaya, especial para martinoticias.com 06 de abril de 2011
En doce municipios, algunos tan populosos como Centro Habana y Habana
Vieja, el agua sencillamente no entra por las tuberías y los residentes
dependen de las "pipas" o camiones-cisterna.
Hace unos meses, las amas de casa de La Lisa y Punta Brava, en el oeste
de La Habana, explotaron: "Queremos agua", reclamaron con un coraje que
ni Maceo una veintena de puntabraveñas ante las oficinas del Poder
Popular, enfurecidas al cabo de cuatro días sin recibir el vital
líquido. Ni en pipas. Cero agua.
Ahora, la que podría explotar--en la cara de los hermanos Castro y tras
más de medio siglo de negligencias y dispendios-- es la crisis del agua
en La Habana.
Anticipando el zimbombazo, los medios estatales intentan poner la venda
antes que salga la herida con una dosis preventiva de franqueza (¿o será
cinismo?): la agencia AIN, con un reportaje que describe la actual
sequía como la peor en cinco décadas; la televisión, con otra pieza
donde un especialista decodifica con cifras la gravedad de la situación.
Según el experto, los embalses La Coca, La Zarza y Bacuranao, que
abastecen a la capital, están al 18 por ciento de su capacidad, y sólo
el último aporta algo de agua a la ciudad, de más de 2 millones de
habitantes. La histórica cuenca de Vento está casi 3 metros por debajo
de su nivel medio y 1, 28 metros más abajo de su nivel mínimo de
explotación.
Con Ariguanabo y El Gato, no se cuenta por ahora, y sólo la Cuenca del
Sur presenta un nivel "favorable", y sostiene a la urbe.
Escribí "sostiene", no "abastece". En doce municipios, algunos tan
populosos como Centro Habana y Habana Vieja, el agua sencillamente no
entra por las tuberías y los residentes dependen de las "pipas" o
camiones-cisterna. A veces, cada cuatro días.
La abogada Laritza Diversent me contaba hace poco que en su barrio de El
Calvario han tenido que dejar de lavar, y hasta de bañarse. Algunos
lugareños han empujado sus carretillas cargadas con toda clase de
depósitos a lo largo de kilómetros de campo abierto, hasta una salvadora
turbina del Ejército Occidental. Una tarea para la que no están aptos
viejitos artríticos, minusválidos y otros habaneros físicamente más débiles.
El reportaje de la AIN insinúa sin embargo que estamos ganando; dice que
en jornadas de trabajo alargadas y con refuerzos traídos de Santiago de
Cuba se han encontrado mil 600 salideros, y la mitad se han reparado
Pero ¿qué son mil 600 salideros en una red en la que--como admitió
Granma en enero pasado-- más de 2 mil kilómetros se encuentra en mal
estado técnico, al punto de que el 70 por ciento de la que se bombea -y
sigo citando a Granma-- se pierde antes de llegar al consumidor?
El reportaje de la televisión también implica que el problema se
solucionará, porque se ha iniciado la construcción de un trasvase de
nueve kilómetros desde la presa de Jaruco hasta la de La Coca. O sea que
la solución está tan cerca como el vaso de leche para todos que prometió
el general en julio del 2007 (¡Y mira que no ha llovido desde entonces!).
En todos los países de nuestra área caribeña hay una temporada de seca
en la que el nivel de los embalses baja.
Pero sólo en Cuba la estación seca amenaza una y otra vez con una
situación social explosiva. Según el ingeniero cubanoamericano Manuel
Cereijo, quien ha escrito extensamente sobre la destrucción de la
infraestructura cubana por el castrismo, en la isla sólo se ha reparado
o construido desde 1959 un 15 por ciento de las redes del acueducto. El
resto es un verdadero colador.
Sin embargo, el cable de la AIN enfatiza que la solución es el ahorro,
tanto residencial como estatal, y que pronto se incrementará el control
y el metraje, para pesquisar a los grandes consumidores y derrochadores.
¿Con qué fin? No lo dice, pero supongo que para tomarlos de chivos
expiatorios, y para -fieles a su idiosincrasia represiva-- repartir a
troche y moche multas de las que no las brinca un chivo.
El activista Silvio Benítez, residente de Punta Brava, me contó que,
después de la protesta de diciembre, en el pueblo hubo agua todo el mes
de enero. Tal vez por ahí ande la verdadera solución del problema. Lo
más fácil es siempre dejarlo correr.
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