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Wednesday, June 17, 2009

Vampirismo diablesco

Sociedad
Vampirismo diablesco

Sin motivaciones para trabajar, muchos optan por esperar las remesas que
le caen 'del cielo'.

José Hugo Fernández, La Habana | 17/06/2009

Quienes elogian la "capacidad de resistir del pueblo cubano" y se llenan
la boca para animar, desde lejos, el ejemplo que supuestamente estamos
ofreciendo al mundo, debieran percatarse de que esa resistencia la
sustentan héroes anónimos.

Tales héroes (y ojalá me perdonen por endilgarle un calificativo tan
frivolizado) son los humildes paisanos que hoy se rompen el lomo,
trabajando bajo el capitalismo, para propiciar que aquí no falte lo más
elemental de todo cuanto nos niega el socialismo.

No existen estadísticas que permitan conocer con rigor el número de
familias que hoy sobreviven en Cuba gracias a las remesas que les envían
los suyos desde el exterior. De cualquier modo, el porcentaje debe ser
muy alto, tal vez mayoritario.

Tampoco el dato exacto importa para el caso. No sería el único país
pobre que localiza en las remesas una fuente clave para su
sostenimiento. Sin embargo, hay ciertas particularidades que sí nos
convierten en un fenómeno sin parangón.

Lo primero, y también lo más conocido, es que esos emigrantes y
exiliados cubanos que, apremiados por su apego filial y por un
sentimiento de sana solidaridad, trabajan allá para sostener a los de
acá, no sólo reciben tratamiento de apestados por parte de la tiranía
que domina la Isla. También fueron despojados de todos sus bienes e
incluso de su propia identidad nacional, y luego han sido víctimas de
las más absurdas regulaciones y leyes migratorias.

Lo segundo —que es mucho menos divulgado, aunque no se conozca menos
entre los cubanos de a pie— radica en el hecho de que entre la
inutilidad estatal para garantizar que el pueblo sobreviva gracias a su
propio esfuerzo, y la real alternativa que constituyen las remesas ante
esa inutilidad del régimen, está hallando acomodo una situación
verdaderamente bochornosa y de futuro incierto.

Meros mantenidos

A fuerza de no encontrar en el trabajo, ni en la superación profesional
o en cualquier otro desempeño productivo, lo mínimo que precisa para la
supervivencia, el ciudadano medio, muy especialmente el joven, ha optado
por sentarse a esperar, cada vez más inconscientemente —es decir, con
menos reparos, sin consideración ni remordimientos—, por las remesas que
le caen "del cielo".

Parte el alma verlos enracimados en las esquinas de cualquier barrio del
país, a tiempo completo, excepto temprano en las mañanas; o jugando al
dominó hasta las altas horas; o ensayando filigranas en el aire por las
calles, sin que demuestren pena ni preocupaciones y sin que nada les
llene el vacío, como no sea la expectativa de recibir la visita del mulo
que vuela puntual con su premio.

Algunos, los menos, están inscritos formalmente en centros laborales;
pero tampoco trabajan, ni falta que les hace, ya que su salario resulta
ridículo comparado con la porción que les toca en la remesa familiar,
por reducida que ésta fuere.

Son meros mantenidos por sus hermanos, madres, padres, primos, que en
Estados Unidos o en Europa se levantan cada día antes de que amanezca y
regresan a casa en la noche, luego de haber sudado la gota gorda
manejando un camión, o realizando labores fabriles y constructivas, o
lustrando cristales, estibando bultos, sirviendo mesas, limpiando pisos,
atendiendo un mostrador, o entregándose a otras ocupaciones similares,
propias, por lo general, de su estatus.

La voraz trituradora del totalitarismo empezó por convertir en polvo
todas las perspectivas materiales de nuestra gente. Luego le pulverizó
la iniciativa y, por consiguiente, la voluntad de acción, el espíritu
emprendedor que le era innato. Y ahora, por si fuera poco, enfila los
yerros contra la base de sus afectos íntimos.

Porque, al final, no podrán marchar bien los afectos cuando no media la
armonía en el intercambio de actitudes como la consideración, el respeto
y la escrupulosidad.

Y lo que está ocurriendo en torno a este asunto de las remesas —sin que
muchos siquiera lo hayamos interiorizado y sin que tal vez estemos
dispuestos a admitirlo—, es la culminación de una cadena de vampirismo
diablesco, a través de la cual el régimen chupa implacablemente de los
que todavía viven aquí, bajo su férula, y los de aquí chupamos sin
misericordia de los que lograron escapar.

Aunque esté de más, no sobra aclarar que esta no es una argumentación en
contra del envío de remesas. De lo que se trata no es de lanzar por la
ventana el sofá de los adúlteros, sino de sopesar las causas del
adulterio. Y los cubanos hemos sufrido ya lo suficiente como para
conocer que la maldad nunca radica en el acto, sino en los orígenes del mal.

Esta no es una historia con buenos, malos y peores. Es la realidad de
millones de víctimas a merced de un victimario, uno solo, aunque con
cómplices a tutiplén.

© cubaencuentro.com

Vampirismo diablesco - Artículos - Cuba - cubaencuentro.com (17 June 2009)
http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/vampirismo-diablesco-186854

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