Laritza Diversent
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - José Cisneros es un lector de
Cubanet. Me escribió desde Washington. Me pide que haga algo respecto a
los cubanos que como él, ya viviendo en otras tierras, siguen sufriendo
el rechazo del gobierno socialista.
Cisneros salió ilegalmente de Cuba. Como tantos otros que, sobre una
balsa, arriesgan su vida en el mar. Como todos aquellos que sienten
nostalgia por su pedazo de tierra, su cielo y sus seres queridos,
intentó entrar en su país natal para visitar, después de cinco años, a
su hijo y sus padres. Fríamente, y sin ningún remordimiento, lo
devolvieron minutos antes de que partiera el vuelo que lo traería a
Cuba. No importó que tuviera todos los papeles en regla.
"Fue denigrante la forma en que me trataron", me cuenta. Ante tal
atropello nada pudo hacer. Siente que lo castigan por ir en busca de un
sueño, sin haber pedido permiso. "Soy un indeseable, ante los ojos de
ellos", argumenta.
"Esos traidores sin escrúpulos", así califica a las autoridades cubana,
en una explosión de ira e impotencia. ¿Quién puede culparlo por sentirse
así? ¿Quién puede ayudarlo a resolver su problema? Nadie. Seguimos
siendo los únicos en el mundo occidental que no pueden entrar y salir
libremente de su país.
Ni la Organización de Estados Americanos, ni Naciones Unidas han podido
hacer nada por nosotros. El gobierno continua manejando nuestros
destinos como le viene en gana. Como si fuéramos incapaces de decidir
por nosotros.
Cuba continúa proyectando una imagen contra la que, sus ciudadanos, poco
podemos hacer. Los gobiernos latinoamericanos apoyan a quienes por
cincuenta años han restringido los derechos de su pueblo.
¿Realmente creyeron que lo dirigentes cubanos tenían la intención de
cumplir con los principios, prácticas y propósitos de la OEA? ¿Esperan
que ratifiquen los pactos internacionales de derechos humanos? Vivir
para ver, como reza un viejo refrán.
Los cubanos, todos, los que viven en la Isla, y los dos millones y medio
dispersos por el mundo, no les agradecemos nada a estos gobiernos
latinoamericanos, porque nada hacen por nosotros. Con sus alabanzas e
hipocresía hacia nuestro decrepito sistema, ignoran la realidad que nos
agobia. Nuestro sufrimiento será la mancha que nunca se podrán quitar.
Los cubanos continúamos divididos. Los de aquí, prisioneros del sistema,
son silenciados, reprimidos y desacreditados. Con sólo dos sueños
posibles: huir y añorar un cambio que parece lejano.
Los de allá, igual. Esperando que algo suceda para regresar a su amada
patria, abrazar entre lágrimas de júbilo a los suyos, y celebrar la
ansiada libertad. Mientras eso sucede (y parece demorarse), José
Cisneros, desde Washington, intentará nuevamente pedir permiso para
entrar en su país. Si no lo consigue, aprovechará la ocasión para
decirles a "a esos cínicos", como él los llama, unas cuantas verdades.
No sin antes lamentarse por no poder ver, nunca más, a sus seres
queridos. Esta consciente que por esa actitud está condenado de por vida
al exilio.
Me pregunta: "¿Qué usted cree que podría decirle mi madre a las
progenitoras de los cinco espías? Y termina su misiva: "Sin más, es otra
triste historia de un cubano".
Historia triste de un cubano (15 June 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/junio09/15_C_3.html
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