Hasta hace relativamente poco, quienes se consideraban progresistas
estaban a favor de que los países democráticos se opusieran a las
dictaduras aprovechando su poder económico y su influencia política para
obligarlas a emprender reformas, mientras que los conservadores
preferían una postura a su entender más "realista". Sin embargo,
parecería que en la actualidad es propio de derechistas intentar ayudar
a los demócratas que viven en dictaduras. En una reunión celebrada en
Honduras, virtualmente todos los gobiernos latinoamericanos apoyaron el
levantamiento de las sanciones contra Cuba y su regreso a la
Organización de Estados Americanos, dejando aislado a Estados Unidos
cuya representante, la secretaria de Estado Hillary Clinton, quiso
mantener cerradas las puertas del organismo hasta que el régimen
castrista manifestara más respeto por los derechos de los cubanos, pero
su resistencia no convenció a nadie. Asimismo, algunas semanas atrás
todos los gobiernos de los países musulmanes se solidarizaron con la
atroz dictadura sudanesa, de este modo reivindicando su derecho soberano
a masacrar a centenares de miles de personas.
El cambio así supuesto puede atribuirse a la reacción generalizada
contra la estrategia democratizadora del ex presidente norteamericano
George W. Bush. En su segundo período en la Casa Blanca, Bush y su
secretaria de Estado, Condoleezza Rice, afirmaron que la experiencia les
había enseñado que la estrategia tradicional de su país de privilegiar
sus presuntos intereses concretos y colaborar con dictaduras amistosas
había fracasado de manera rotunda y que por lo tanto en adelante
apoyarían a las fuerzas democráticas aun cuando en el corto plazo las
consecuencias les resultaran contraproducentes. Bien que mal, el
compromiso con la democracia así supuesto no tardó en debilitarse,
puesto que por motivos prácticos Bush y Rice no se proponían
desestabilizar los regímenes de países como Egipto y Arabia Saudita, lo
que con toda probabilidad hubiera llevado a su reemplazo por islamistas.
Tampoco parece interesado en hacerlo el sucesor de Bush, Barack Obama.
Por ser Obama consciente de la necesidad de mantener buenas relaciones
con China y reacio a ofender a los musulmanes hipersensibles, su
política exterior ha resultado ser tan pragmática que se asemeja
bastante a la del presidente Ronald Reagan hacia América Latina, donde
todo se vio subordinado a la lucha contra "el imperio del mal" comunista.
En buena lógica, los más interesados en la democratización de Cuba y los
más dispuestos a presionar al régimen castrista deberían ser los
gobiernos elegidos latinoamericanos, pero sucede que, como en el Medio
Oriente, en este ámbito las pasiones nacionalistas, por llamarlas así,
importan más que los presuntos principios. Desde el punto de vista de
los mandatarios latinoamericanos y de la opinión pública mayoritaria de
sus países respectivos, tratar de difundir las prácticas democráticas es
una empresa imperialista que es necesario combatir, de ahí la voluntad
de casi todos de ver la reincorporación de Cuba a la OEA. Si bien el
gobierno de Obama aún no está dispuesto a abandonar por completo las
sanciones contra Cuba, a fin de diferenciarse de la administración de
Bush ha hecho gala de un grado sorprendente de flexibilidad, lo que le
ha granjeado el aplauso de quienes hablan como si creyeran que la
dictadura castrista disfruta del apoyo de casi todos los habitantes de
la isla y que por tal motivo es muy injusto pedirle permitir que se
celebren elecciones. No hay que decir que el escaso entusiasmo del
grueso de los gobernantes por la democracia tanto en nuestra región como
en el Medio Oriente es una mala noticia no sólo para quienes ya viven en
dictaduras sino también para los habitantes de aquellas democracias en
que las instituciones son precarias. A partir de comienzos de los años
ochenta del siglo pasado, muchos países, incluyendo el nuestro, se
vieron beneficiados enormemente por la convicción casi universal de que
la democratización era tan inevitable como irreversible, pero
últimamente se ha difundido la idea de que es imperialista oponerse a
las alternativas dictatoriales al sistema político así supuesto. No
extrañaría demasiado, pues, que en los años próximos algunos países
latinoamericanos, comenzando con Venezuela, recayeran en la tentación
autoritaria.
Fatiga democrática (5 June 2009)
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