2009-06-10.
José Vilasuso
(www.miscelaneasdecuba.net).- El tiro en la nuca debe de ser una
experiencia desagradable, no importa quién apriete el gatillo.
A Virginia Betancourt.
I
Ante el desfile respetuoso y ceremonial de flamantes y sobresalientes
primeros mandatarios latinoamericanos por la pasarela del dictador más
antiguo del mundo. Una ola de desconsuelo, derrota y oscurantismo sin
duda acompañará sus nombres con sello indeleble de deber incumplido e
indefinición ideológica.
El desfile se cuenta entre los sucesos más lamentables del continente
registrados en estos días. Aunque a fin de cuentas contemplamos un hecho
que no acapara mayor peso en la balanza a la hora de justipreciar los
fundamentos nucleares para el buen gobierno y mejor política regional.
Porque los desaciertos y despistes públicos jamás pudieron opacar las
creaciones orientadoras y logros de valía. Con mayor razón tratándose
del impacto profundo e incomparable de una buena lectura. Gobernantes
vagarosos y repetidores de consignas se riegan por las esquinas; más un
libro bien escrito no es noticia corriente en el diario vivir; es
noticia fuera de serie.
Apenas el comportamiento injustificable de los presidentes mancha sus
trajes impecables y de hechura a la medida; invariablemente, por
simbiosis diría se enciende un faro luminoso para recordarle al
observador neófito. No temas, nada se ha perdido, hijo mío. Vuelve el
rostro, toma el nuevo libro, ábrelo, comienza a leer y descubrirás la
luz en el camino a la verdad.
En efecto, en contraste con la verbosidad y euforia de Cristina
Fernández sostén en los montajes fotográficos de la propaganda
castrista; o con el entrampado de Michelle Bachelet de cara al respaldo
fidelista a la política exterior boliviana. Un título representativo y
reafirmador de los principios democráticos y libertarios, acaba de caer
en nuestras manos ávidas de lecturas con gramínea ventajosamente
compensatoria.
El Poder y el Delirio, editorial Tusquet, Barcelona, 2008, por Enrique
Krauze.
Bastan los créditos para confirmar la calidad del material. Krauze,
historiador mexicano, estrechamente ligado a Octavio Paz y a las
revistas Plural y Vuelta, durante las últimas décadas ha sido un firme
teórico del pluralismo adherido a argumentos invariablemente serenos y
probados por los hechos. Es el historiador que al saber académico y
rigor investigativo, une la irrebatibilidad de los principios. Buen
periodismo salpicado de literatura buena.
Pero antes que nada es un libro de historia, historia presente, historia
vivida, en la que todos nos deberíamos sentir inmersos para saborear su
narrativa compacta, anécdotas imborrables, y las diarias entrevistas con
testigos y relevantes personajes claves en la tierra de Doña Bárbara. En
el curso de la lectura se da cuenta, paso a paso, cómo fue escrita la
obra. El poder de su contenido y el delirio encerrado en la misma por el
socialismo del siglo XXI.
La defensa de la libertad cual valor supremo de la ciencia política
jamás contempla el golpe esquivo o la mirada de revés ante los posibles
desaciertos de sus signatarios. La firmeza de convicciones asegura la
veracidad de los juicios pues el lector de tiento, pronto adivina que,
si de improviso alguna contradicción surgiera don Enrique sería el
primero en admitirla, y si error reconocerlo.
He ahí la fuerza de convocatoria que avala al expositor honesto. Valor
agregado al que todos deberíamos a todo riesgo acompañar,
aprovechándonos así tanto de aquel conocimiento irrebatible como la
conciencia libre que lo consolida. Aquella que pone lo comprobado por
encima del suceso, no importa cuál y sin menoscabo de su naturaleza,
tendencia o filiación.
Como resultado tenemos a la mano la lupa que jamás evade al impugnador
de puntería; es más lo busca con ahínco, nunca teme darle el pecho a las
balas argumentativas más certeras. A la larga, más importante es
reconocer lo comprobado que imponer la duda; por no decir las noticias
inciertas, y los efectismos que, invariablemente constituyen un flaco
servicio a la causa. De lo contrario, ¿acaso se anota en la pizarra la
victoria obtenida versus uno de esos autoreconocidos escritores y
"analíticos" políticos tan de moda en la cibernética anticastrista?
Crease o no se crea hasta extremo tal está llegando la dura brega por la
democracia continental.
Por el camino correcto se avanza a paso firme para no resbalar, a
enfrentársele al polígrafo lúcido, y que la pluma brille como la luna de
noche y el sol de día.
Para este menester, como arma temible en debate abierto, mesa redonda o
cuadrada está escrito El Poder y El Delirio. Enfoque oportuno y
disuasivo en el instante indeciso e incierto que nos ha tocado laborar,
y cuyo símbolo óptimo sería la Torre de Babel.
La historia recorrida recién deriva sin mayor embeleco en la conclusión
adecuada. No empece y a todo pesar todavía hay un largo terreno por
recorrer para digerir consideraciones de esta categoría. No están a tono
con los comportamientos exteriores de esos presidentes constitucionales
de cuyos nombres no quiero acordarme; claro está sólo en el referido al
vacío dejado a su paso por la pasarela sin sostén. Pues las cuestiones
internas de sus respectivas administraciones no nos competen. Conste que
contrariamente a Fidel Castro Ruz, en ese ámbito les deseamos el mejor
de los éxitos. Otra conducta implicaría la más flagrante contradicción.
A todas éstas me temo que a esos primeros mandatarios electos por sus
pueblos no les podemos recomendar la obra de Enrique Krauze. Apuesto a
que ellos prefieren otros libros, como por ejemplo, Las Venas Abiertas
de nuestro no menos reconocido y admirado don Eduardo Galeano. Obra
pintoresca dirigida en línea diametralmente contraria al trabajo de Krauze.
No por las razones doctrinarias; sino dado que don Eduardo como tantos
de su escuela pretenden convencer. Ellos escriben cosas con las que
podemos estar o no de acuerdo, podemos coincidir parcialmente o de
manera relativa, o en definitiva discrepar. Pero caramba, Las Venas
Abiertas no se escribió para coincidir parcialmente, o de manera
relativa, y no admitiría que nadie, lector o no discrepe. Tal la
explicación escueta porqué el coronel Hugo Chávez Frías en la cumbre de
Trinidad le hizo la entrega de un ejemplar de Las Venas Abiertas al
señor Barack Obama.
Para que de esta manera el señor presidente de Estados Unidos se
aprendiera la realidad de América Latina de una vez por todas y no le
quedara duda alguna de los argumentos irrebatibles, contundentes y
definitivos sobre qué es América Latina, qué ha sido y qué será. La
realidad probada en el texto del señor Eduardo Galeano es desgarrante,
horrible, oprobiosa.
Esa y no otra es la verdad de este continente. Se trata de un libro que
por lo locuaz e irrebatible de todo, absolutamente todo lo que dice no
deja margen alguno de duda trabado al tema. Es más, después de leer Las
Venas Abiertas con la rúbrica del famoso escritor Eduardo Galeano no
creo que sea necesario leer nada más sobre este problema.
Ya todo está dicho, muy bien dicho, nada falta y como corolario lo mejor
es calarse la boina roja, tomar la metralleta para iniciar la guerra de
guerrillas cual único camino para acabar con el imperialismo
norteamericano y a renglón seguido alcanzar la felicidad, el bienestar y
la paz.
II
Volviendo a Enrique Krauze. Su obra abarca de manera sucinta los
antecedentes inmediatos del proceso venezolano como quicio indispensable
al desenlace protagonizado por el coronel Hugo Chávez Frías. Se tocan
episodios cruciales como la última derrota electoral del régimen y la
participación de la juventud, puntal esperanzador de un continente
inestancable, cuya historia se repite unas veces para su retroceso y
otras dar paso al progreso. Dinámica vigorosa, de aceleramiento
creciente sin la que jamás se entenderán sus mecanismos dialécticos.
Por consiguiente Hugo Chávez Frías no es un personaje caído en
paracaídas, mucho menos el payaso que estimados colegas de alto voltaje
periodístico afirman sin mayor reparo. De ser tan simple el entuerto no
habría agarrado el poder con mano de hierro y permanece agarrado.
El observador objetivo en cambio nos transporta al pasado y explora la
psiquis grandilocuente, fantasiosa, complicada en teoría pero
irrevocable en su mesianismo desde muy temprana edad; desde entonces tal
vez el coronel se creyera la reencarnación de Bolívar; aunque le ha
salido mejor usar del recurso sin definir su génesis sicológicas. Menos
engorro. Se trata de un Bolívar pintado a su imagen y semejanza; militar
de casta, hombre de mando, autoritario y no tanto libertador.
El uniformado antes que nada es producto del cuartel, se le asoma una
pinta fascista, otra comunistoide, supersticioso, y lector voraz de
textos para él incomprensibles, Plejanov, pero dotado de una clara
inteligencia que, machaconamente, le dicta la nebulosa insuperable
propia de su escuela castrense. El profesional de las armas no se
despinta jamás. Chávez tal vez infiera esta posibilidad, sin que lo
arredre, sabe manejar a su audiencia y ante las cámaras de TV lo compone
todo a gusto del consumidor. Su instrumental es trabajado con dotes
personales bien cultivadas.
La oratoria de Bolívar pongo de relieve destilaba altura, formación,
ideales; era una época y El Libertador venía de una cuna, buena cuna. En
cambio el protagonista de este libro suple aquellas herramientas
bonacibles con su indiscutible uso del discurso frente por frente a la
pantalla. "Aló, Presidente." En nuestros días las cosas han cambiado y
no son necesarios los atributos inseparables de Sucre, San Martín, o
Martí. Ya no es imprescindible haberse distinguido en Ayacucho o Maipú
para catalogarse de general victorioso, gran estratega, etc. Mucho menos
esmerilar la prosa que vibra, la prosa modernista.
Los medios suplen, tecnológicamente, los caracteres virtuales de los
verdaderos próceres y escritores de fibra. Ahora cualquier aficionado
redacta un telegrama y refulge en pantalla. Ya tampoco es requisito
indispensable acudir a la plaza pública para escuchar el verbo
inspirador de ningún guía nacional. Basta con quedarse en casa y abrir
el televisor. Así hizo su revolución el maestro de Chávez, Fidel Castro.
Acontecimiento no menos encajable en el mundo de los medios con sus
imágenes, discursos, multitudes y simplezas maratónicas a que el
sensacionalismo a la moda reduce el legado de Aristóteles, Klausewitz o
Maquiavelo.
Ambicioso, audaz y desmedido como todo genuino tirano el coronel se las
ingenió para aprovechar pragmáticamente los protagonismos, miopías, y
rivalidades de los demócratas venezolanos para saltar airoso con su
sistema netamente demagógico, y más que populista, a gusto del
populacho; no pocos de cuello y corbata, por cierto.
Aparecen en el texto unas páginas antológicas conducentes a la
profunda reflexión que revive el itinerario de la figura que en justicia
debió encabezar el ideario latinoamericano actual. Rómulo Betancourt,
fundador de Acción Democrática y padre del institucionalismo moderno
venezolano. ¿Cómo nos suena?
Krauze logra sintetizar cual contrafigura la carrera prodigiosa de
Betancourt en esta obra dedicada al caudillaje latente, su estilo, sus
recursos. sirviéndose para ello como punta de lanza, de la entrevista
realizada al profesor Manuel Caballero autor de otro texto a devorar:
"Rómulo Betancourt, Político de Nación."
De Caballero por su parte se afirma: "es quizás el hombre de más filo
crítico de toda Venezuela." Su obra completa se compone de doce tomos,
hermosamente editados por Editorial Alfa. El crítico parece un mujik
ruso, un bohemio del Barrio Latino, bigotes y largos cabellos blancos,
su boina azul comenzó a usarla desafiantemente desde los primeros días
del gobierno chavista. Su ojo certero no lo engañó.
Caballero era de los que venían cuando el coronel iba por el camino de
la revolución. A su abrigo sólo en posesión detallada de la historia
nacional en pro del bello ideal americanista, se hace posible catalogar
a un hombre público de: "El Mayor Demócrata de América," Rómulo Betancourt.
Ignoro si la referencia al relativo olvido actual de la personalidad
de don Rómulo se cita con tristeza; o como el acicate supremo para
levantar los ánimos y persuadir a la audiencia que Latinoamérica posee
los antecedentes y cimientos necesarios para enarbolarse frente a los
adocenamientos y blandenguismos que hoy la acechan.
En el sendero no pasa desapercibido que el 22 de febrero de 2008 se
cumplía el centenario de Betancourt. Existía en vida del prócer el
parque del este de Caracas, por donde solía caminar fumando su famosa
pipa. Otras mil anécdotas recuerdo de su vida ejemplar al paso por aquel
rincón. A su muerte Rafael Caldera rival político de Rómulo, bautizó el
parque con el nombre de su rival, gesto típico de un demócrata. Valores
que flotan al aire libre. Se competía con la virtud, a ver quién la
elevaría más alto. Pero Chávez unido a sus constantes vituperios a la
memoria de don Rómulo, de un plumazo borró su recuerdo del parque.
En el fondo de todo esto Krauze sugiere una realidad significativa.
Sentimientos y reacciones de casta. Borrón a la historia. La historia
vuelta a escribir. Betancourt marcó el inicio de una era de estreno en
Venezuela luego de los gobiernos militares y autoritarismos nacidos
desde la colonia. Fue pionero, estadista y reformador. Honesto hasta la
pulcritud. Reestructuró un sistema castrense convirtiéndolo en
civilista. Hasta el instante, Marcos Pérez Jiménez parecía el último
gobernante uniformado de Venezuela.
Su nombre sería remedo del pasado pasado. Ah, pero el uniformado de pura
cepa no olvida ni perdona estas nimiedades. Le va de cachete. Para su
agudo instinto sería un agravio, olvido imperdonable. No es por pura
coincidencia que Chávez en toda ocasión ha guardado innegable respeto a
su colega Pérez Jiménez, dictador hasta 1958.
¿Acaso si el coronel fuese algo parecido a un verdadero demócrata podría
contradecir de forma tal la ejecutoria progresista y libertaria iniciada
en Venezuela con la caída de Pérez Jiménez? Alto ahí que los dardos
inmisericordes lanzados contra la honra de Rómulo Betancourt, soplan con
estridencia la venganza de Marcos Pérez Jiménez. Su fantasma debe
contemplar complacido la herencia de su reivindicador.
Ahora nos merecen atención mayor y más serios reparos los actos de
repudio a Pinochet, o Videla, si sus protagonistas más vehementes le
rinden loas y baten palmas a quien reivindica a Marcos Pérez Jiménez.
Nobleza de casta obliga, hay que reconocerlo. Mas de repente dicho
contrapunto nos insinúa que los grilletes, la bartolina, el tiro en la
nuca y desaparecidos de Caracas, Valencia, Barquisimeto o donde fuera
hasta 1958. ¿No se emparejan con los grilletes, la bartolina, el tiro en
la nuca y desaparecidos de Buenos Aires, Tucumán, Santiago de Chile, o
donde fuera unos treinta años después?
A mi humilde parecer el tiro en la nuca debe ser una experiencia
desagradable. No importa quién apriete el gatillo.
EL PODER Y EL DELIRIO - Misceláneas de Cuba (10 June 2009)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=21114
No comments:
Post a Comment