El corresponsal Vicente Botín retrata en «Los funerales de Castro» la
realidad de Cuba. Y lo hace con crudeza, como lo demuestra este capítulo
sobre el racionamiento.
6 Junio 09 - Vicente BOTÍN
A Oswaldo Medina le salió caro matar una vaca de su propiedad; fue
condenado a tres años y seis meses de cárcel. El sacrificio de ganado
vacuno, aunque sea el propio, «sin autorización previa del órgano
estatal específicamente facultado para ello», como establece el Código
Penal, es un delito severamente castigado en Cuba, con penas de hasta
cinco años de prisión. Pero el hambre no tiene licencia en leyes como
los jueces que las aplican. Así lo entendió Oswaldo Medina y así lo
entienden muchos «guajiros» que se valen de mil tretas para poder comer
y vender la carne de sus propias vacas.
Una vez tomada la decisión, Oswaldo Medina sabía lo que tenía que hacer.
Esperó pacientemente al lubricán, cogió una de sus vacas, la más
flaquita, le decían «Flor de caña» de puro flaca, y la llevó a pastar a
la vía del tren. Confiada, «Flor de caña» rumiaba y rumiaba sin saber
que se trataba de su última cena, hasta que pasó lo que Oswaldo Medina
quería que pasara. Luego, recogió los despojos y se dio un tremendo
banquete con los suyos.
Al día siguiente, el «guajiro» fue al centro veterinario de Camagüey y
relató compungido que a su imprudente vaquita la había matado el tren.
Pero como su explicación no resultó convincente, la autoridad envió
peritos al lugar de los hechos, y después de constatar que el cuerpo del
delito había desaparecido, le llevaron ante un juez. En su presencia,
Oswaldo Medina confesó toda la verdad y nada más que la verdad, que la
«libreta» no daba para nada, que tenía mujer y tres hijos, que su madre
vivía con él, que su suegra también, que tenía a su cargo a un hermano
mutilado de la guerra de Angola, y así, de a poco, logró convencer al
magistrado, quien sólo le condenó a tres años y seis meses de cárcel,
porque le aplicó el agravante de sacrificio de ganado sin fines
especulativos.
Castigo a la víctima del robo
En Cuba hay muchos Oswaldo Medina y muchas «Flor de caña» que mueren de
manera violenta, arrolladas por el tren, despeñadas, ahogadas..., a
pesar de que la ley es severa. Si una vaca muere, el dueño tiene que
entregarla a las autoridades. Cuando nace un ternero, hay que
inscribirlo antes incluso que a un niño. Si se produce el robo de una
vaca, la ley castiga al propietario, al que acusa de complicidad con el
ladrón. La muerte «accidental» de una res como «Flor de caña» puede ser
considerada como un «sabotaje» a la economía (...).
La mayoría de los cubanos que nacieron después del período especial no
han probado nunca un bistec, algo que para sus padres es un recuerdo tan
idealizado como el pollo de Carpanta en los tebeos españoles de
posguerra. La carne de res, como la llaman en Cuba, es algo inalcanzable
que se encuentra en los supermercados con precios en divisas y en los
hoteles exclusivos para turistas. Un kilo de carne equivale al salario
medio mensual de un cubano, que sólo puede comprarla si dispone de pesos
convertibles. En la «bolsa negra» se puede conseguir carne más barata
que en las tiendas, pero siempre en moneda fuerte (...).
Las calorías que debería aportar la carne de vacuno no se compensan con
otros productos para proporcionar una dieta equilibrada. Y los cubanos
se resienten de ello. Su alimentación es escasa e inadecuada, a pesar de
vivir en un país especialmente dotado por la naturaleza para producir en
abundancia. La revolución no sólo no ha resuelto ese problema sino que
lo ha agravado. Desde hace casi 50 años el Gobierno mantiene una
cartilla de racionamiento, pero lo sorprendente es que tanto los
productos como las cuotas asignadas mensualmente a cada persona han ido
disminuyendo de año en año. La Libreta de Control de Venta para
Productos Alimenticios, conocida popularmente como «la libreta», se
implantó en marzo de 1962 con el objetivo de racionar drásticamente el
consumo y establecer un «reparto equitativo de alimentos». Lo que en
principio fue una medida provisional, como consecuencia del bloqueo
estadounidense, degeneró en hábito (...).
Tras la desaparición de la Unión Soviética, el establecimiento del
período especial, «esa tristeza se niega al olvido como la penumbra a la
luz», como dice el bolero de Urbano López Montiel, afectó de una manera
particularmente especial a la alimentación. La cartilla de racionamiento
quedó reducida a la mínima expresión y desaparecieron todos los
artículos que se vendían fuera del sistema de subvenciones. Algunos
productos fueron sustituidos por sucedáneos, otros se redujeron
drásticamente y muchos sencillamente desaparecieron.
«McCastro» vs. McDonalds
La carne de res, que los cubanos llamaban la «novena» porque se vendía
por la «libreta», con rigurosa puntualidad, cada nueve días, fue
sustituida, es un decir, por subproductos como el lactosoy, cereal a
base de soja, o el fricandel, una masa cárnica de misteriosa composición
que los hambrientos cubanos comían con grima porque no tenían otra cosa
que llevarse a la boca. Pero el «invento» más sonado fue la «MacCastro»,
como bautizaron popularmente a una especie de hamburguesa «diseñada» por
el Centro de Investigaciones de la Industria Alimentaria, que según la
propaganda oficial no tenía nada que envidiar a las MacDonald del «imperio».
Los cubanos complementaban esas «exquisiteces» con otras, no menos
ingeniosas, primorosamente elaboradas con lo que tenían a mano, como las
croquetas de fideos o las hamburguesas que hacían, no con carne,
obviamente, sino con cáscaras molidas de toronja o de plátano, que luego
rebozaban y freían (...).
Una práctica muy extendida para conseguir las calorías necesarias, es la
cría de animales en las viviendas, sobre todo cerdos y gallinas. En una
comparecencia en televisión, Fidel Castro se refirió a la cría de cerdos
«que en ocasiones se realiza incluso dentro de edificios
multifamiliares» y advirtió del peligro que eso suponía para la salud
pública. Durante su intervención, el dictador reconoció que el Gobierno
no había podido acabar con esa costumbre, ni siquiera en La Habana, a
pesar de haberla «limpiado» dos veces. Lo que Castro no dijo es que los
porqueros urbanos recurren a un ardid para evitar que los chillidos de
los cerdos les delaten. Por 5 dólares, «veterinarios» especializados
extirpan las cuerdas bucales de los animales, dejándolos mudos. Es una
salida muy a la cubana que todavía se mantiene (...).
Fidel Castro nunca padeció anemia. Según cuenta Claudia Furiati, su
biógrafa oficiosa, todos los Castro nacieron con buen peso y mejor
salud, porque, en palabras del doctor Strom, que atendió los partos de
Lina Ruz, madre de Fidel, ella «tomaba leche pura y fresca en cantidad,
hábito que adquirirían, desde los primeros años, también sus hijos, que
bebían la primera leche extraída de las vacas».
El comandante nunca perdió esa sana costumbre, que pudo mantener gracias
a una granja habilitada para su uso exclusivo en Güines, al sur de la
ciudad de La Habana. Es una finca sin nombre, dirigida por personas de
absoluta confianza y protegida discretamente por una pequeña guarnición
de tropas especiales del Ministerio de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias. Allí pastan todavía varias docenas de vacas Holstein,
de alto rendimiento lechero, adquiridas en Canadá. El área de ordeño
tiene aire acondicionado y cuenta con los más sofisticados recursos
tecnológicos. Algunos miembros escogidos del Buró Político del Partido
Comunista de Cuba se benefician de los generosos regalos del comandante,
sobre todo quesos, y una variedad de yogur natural con un ligero sabor a
fresas, la especialidad de la «casa».
Claudia Furiati señala en su libro que el comandante siempre fue un
gourmet, y a la biógrafa no le falta razón, ni tampoco información,
porque su libro, que recibió el «nihil obstat» del propio Castro, tiene
datos de primera mano. Y así, revela que algunos de sus platos
preferidos son la langosta asada, el bacalao dorado en olla de hierro,
un buen bistec de ternera y pilaf a la griega; también los pescados,
mariscos y el cordero a la plancha, acompañados de ensaladas diversas.
Vicente BOTÍN
Ficha
-Título: «Los funerales de Castro».
- Autor: Vicente Botín.
- Edita: Ariel.
- Fecha de publicación: 7 de junio.
- Sinopsis: El autor, corresponsal de TVE en La Habana entre 2005 y
2008, muestra en este libro un fresco de la sociedad actual de Cuba, de
sus penurias y de su lucha por salir adelante. Como él mismo dice, la
obra es una especie de exorcismo con el que librarse de la frustración
de no haber podido contar toda la verdad sobre la dictadura castrista.
Cuba tiene hambre: el legado de Fidel (7 June 2009)
http://www.larazon.es/noticia/cuba-tiene-hambre-el-legado-de-fidel
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