Arrebol y sociedad civil
RAUL RIVERO
Madrid -- La isla que soñamos tiene, en este verano de 2008, más
sustancia real y más rumores cercanos que nunca. Esa cercanía con la
arquitectura física de la ilusión, se debe --a mi modo de ver-- a la
tenacidad y la firmeza de la oposición, a la resistencia y el fulgor de
los presos políticos, a las fidelidades y respaldos del exilio y a la
solidaridad sin anestesia de los demócratas verdaderos.
La proximidad de la nación que asumiremos nos obliga a no despegarnos ni
un instante de su realidad. Y es que la claridad que se avecina tiene
también muchos riesgos, peligros, sacrificios y tormentos para los que,
allá adentro, se levantan cada mañana, agobiados por las carencias
generales y por un sistema represivo que le da el tono verde de la
envidia que tienen todos los fantasmas de la Gestapo.
En este mismo minuto podemos ponerles nombres y apellidos a los
protagonistas de ese estado de crispación. Está desparecido hace días el
activista Leonardo Bruzón, arrestado en una ola represiva junto a 23
opositores hace unos días, y Ernesto Rodríguez Lobaina, el líder
estudiantil cubano, mantiene una huelga de hambre en la provincia
oriental de Guantánamo en defensa de su derecho a circular por el
territorio nacional.
La semana pasada llegó al exilio un mensaje urgente desde La Habana de
la dama de blanco Dolia Leal con la petición de libertad para su esposo,
el preso político Nelson Aguilar, enfermo y sin atención médica en la
cárcel del Combinado del Este.
Allá, aquí, en el sur de la Florida y en todos los ámbitos cubanos se
teme por una nueva ola represiva contra los líderes y activistas de la
oposición pacífica porque sabemos, por diferente serventías y mensajes
alados, que la dictadura quiere sacar del juego, de la mesa, de la casa
y del país a quienes son la cara y el corazón de los grandes sectores de
la sociedad que añora y necesita libertad y cambios.
Al amparo de esos grupos orginales, con los apoyos del exilio y de
algunos amigos, se hicieron visibles los primeros signos de la sociedad
civil cubana. Hablo de los clubes de prensa, las asociaciones de médicos
y odontólogos, ingenieros, arquitectos y maestros. Los pequeños grupos
de sindicalistas libres, la organización de las bibliotecas, las
fundaciones de mujeres campesinas y las de estudiantes universitarios,
por ejemplo.
Ellos representan al pueblo liberado del estado. Ellos, nunca esas
instituciones que se alimentan de las sobras gubernamentales y siguen,
con la humedad de sus miradas bovinas, el paso del tambor del Partido
Comunista. El poeta Heberto Padilla los encerró a todos en esta
definición que hizo de la oficial Unión de Escritores y Artistas de
Cuba. Al fin, dijo una mañana, me he salido de ese cascarón de figurones.
En los espacios pobres y libres que ha fundado la oposición está la raíz
de la poderosa sociedad civil que veremos trabajar en la Cuba futura.
Esos cubanos, muchos de los cuales están ahora en la nómina fatal de los
más de 200 presos políticos (23 periodistas y una docena de
bibliotecarios), quienes estarán mejor preparados ensanchar las bases de
un país que necesita, con la misma urgencia, remedios para la carne que
para el espíritu.
Creo en los cambios pacíficos y en un proceso abarcador y plural y, por
eso mismo, necesitamos la autenticidad de la oposición y de los presos
porque en ese camino siempre han llegado más lejos. Es decir, más cerca.
Trabajar por hacerlos visibles, por tenerlos en los medios y en todos
escenarios, no es sólo un gesto de elemental fraternidad. Es la garantía
de que al final de la noche no vamos a encontrar nada más que un poco de
cenizas, una mota de arrebol y dos aspirinas.
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