CARLOS ALBERTO MONTANER: Raúl Castro contra Yoani Sánchez
CALOS ALBERTO MONTANER
Raúl Castro perdió una oportunidad perfecta de dejarle saber al mundo 
que su gobierno era ligeramente menos torpe y represivo que el de su 
hermano Fidel. Las cancillerías y los medios de comunicación más 
importantes tenían los ojos puestos en el ''nuevo'' presidente. Se 
trataba de algo muy sencillo: permitir que Yoani Sánchez, una joven 
blogger cubana, filóloga de profesión, a quien el diario El País de 
España le había otorgado el Premio Ortega y Gasset en la categoría 
digital, acudiera a Madrid a recibirlo. En su lugar, debió aceptarlo el 
ensayista exiliado Ernesto Hernández Busto, quien leyó una conmovedora 
carta dirigida a su amiga inmovilizada en La Habana. Previamente a la 
ceremonia, Yoani, cuyo popularísimo blog titulado Generación Y recibe 
millones de visitas, había sido seleccionada por la revista Time como 
una de las cien personas más influyentes del momento.
Yoani ha explicado con lucidez las razones de su éxito: ha creado un 
pequeño espacio de libertad en una sociedad ahogada por la unanimidad. 
En su blog, sin acritud, pero sin miedo, escribe frecuentemente sus 
observaciones sobre la realidad cubana y, literalmente, miles de 
personas --casi todas del exterior, porque en Cuba la internet está 
prohibida para la inmensa mayoría-- leen, refutan, apoyan o comentan lo 
que ha consignado en su web. Yoani está demostrando lo que debería ser 
obvio para todos los cubanos, incluidos Raúl Castro y sus acólitos: que 
toda sociedad es inevitablemente diversa, y que la multiplicidad de 
opiniones que se desprenden de esa realidad plural es lo que consigue 
mejorar paulatinamente las condiciones de vida del conjunto. La libertad 
para informarse, para interpretar la realidad, y para disentir, no es un 
lujo, sino un instrumento para corregir errores, denunciar atropellos, 
y, claro, sustituir a los responsables de los comportamientos nocivos.
La iconografía de la libertad, que se confunde con la de la república, 
suele concretarse en una mujer bella y fiera, a veces con un seno 
descubierto y gorro frigio, pero esa imagen romántica oculta un dato 
trascendental: el ejercicio de la libertad es el rasgo esencial de la 
especie humana. La libertad consiste en poder tomar decisiones 
individuales sin otra coerción que el sentido de la responsabilidad y 
las normas justas e imparciales que determina la sociedad. Mientras más 
decisiones libres pueden tomar los individuos, mayor será la felicidad 
emocional que alcancen, y más progreso lograrán las sociedades en las 
que ellos actúan. No es una casualidad que existe una correspondencia 
total entre prosperidad colectiva y libertades individuales. Los treinta 
países más ricos del planeta son aquellos en los que las personas toman 
sus decisiones libremente y definen y procuran sus propios objetivos sin 
mayores interferencias del Estado.
En Cuba las personas no pueden decidir dónde desean vivir, viajar o 
trabajar, cómo quieren gastar su dinero, qué merece la pena ser leído, o 
qué ideas les parecen brillantes o desacertadas. En Cuba el gobierno ha 
decidido cuál es la visión correcta de la realidad --desde la guerra de 
Irak hasta la pobreza de Haití o la producción de etanol--, y cualquier 
discrepancia se convierte en ''desviacionismo''. En Cuba no se puede 
juzgar el pasado desde una perspectiva diferente, porque eso es 
''revisionismo'', y es muy peligroso atreverse a prever un futuro 
distinto al que auguran los mandarines de la secta, porque se entra en 
el campo minado de la ''traición ideológica''. En Cuba las personas 
emprendedoras no pueden crear una actividad económica lucrativa para no 
ser acusadas de explotación, y ni siquiera pueden manifestar su deseo de 
emigrar para no ser consideradas ''enemigas de la patria''. En Cuba, el 
secuestro de las libertades individuales es de tal naturaleza que los 
inquilinos de esa pobre isla ni siquiera tienen derecho a tomar 
decisiones en el terreno íntimo de las querencias: les está vedado amar 
abiertamente a las personas desafectas al régimen, no pueden tener 
contacto con ellas sin perjudicarse, y si tienen la desgracia de 
enamorarse de un extranjero (a no ser que se trate de los hijos de los 
mandamases) comienza un terrible calvario burocrático.
Cuando se dice que Cuba necesita reformas, lo que realmente implica es 
que los cubanos necesitan libertades. Libertades para poseer bienes, 
para comunicar ideas, para moverse, para iniciar negocios, para 
agruparse de acuerdo con sus ideales e intereses, libertades, en suma, 
para tomar sus decisiones y recuperar el control de sus vidas. Desde el 
Papa hasta el último cubano, medio planeta está a la espera de esos 
cambios profundos. Yoani, que ya ha hecho un pequeño cambio por su 
cuenta, le dio una oportunidad a Raúl Castro de demostrar que se mueve 
en la dirección correcta. La desaprovechó tontamente.
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/205273.html
 
 
No comments:
Post a Comment