Las mansiones de los faraones
Leonel Alberto Pérez Belette
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - No fue en el Egipto
antiguo, sino en La Habana, donde lo ciudadanos amanecieron con una
paradoja ante sus ojos. Las casas de los principales dirigentes del país
están siendo reparadas al detalle por brigadas del gobierno, al tiempo
que la inmensa mayoría de las viviendas de los obreros se caen a pedazos
y sin posibilidades reales de mejoría a corto, mediano, o largo plazo. A
la par que se ensanchan las residencias de los gobernantes, el estado
socialista encuentra un pretexto en las recientes lluvias para
justificar lo mal que anda el sector de la construcción. Nada, creció el
Nilo y se fastidiaron los aldeanos.
Inmuebles como la antigua residencia de Raúl Castro, ubicada en la calle
26 y Zapata, han sido objeto de reparación general. Las labores de
pintura y otros detalles finales aún no han concluido. En el lugar
residen actualmente varios altos directivos de la nomenclatura y
presuntamente familiares del General. Las edificaciones que circundan el
área no fueron ni siquiera retocadas. Los vecinos empiezan a notar el
evidente contraste, pero asombrosamente son pocos los que protestan.
No muy lejos de allí, en la intersección de la avenida Kohli y calle 43,
del mismo barrio Nuevo Vedado, otra brigada está remodelando la
residencia de José Ramón Fernández, alias el Gallego, General de
brigada, miembro del Consejo de Ministros y presidente del Comité
Olímpico Cubano. Las reparaciones incluyen rodear a la mansión con un
muro para que no se pueda ver hacia el interior. ¿Qué intentan esconder,
se preguntan no pocos? Esto último resulta sumamente contradictorio y
significativo, ya que las autoridades cubanas, bajo severas sanciones
que incluyen multas, prohíben a la población levantar estructuras que
obstaculicen la vista de los vecinos hacia el interior de los domicilios.
Similares escenas se repiten en otros barrios donde suele habitar la
cúpula gobernante. Evidentemente el régimen ha tomado la decisión de
mejorar el ya desproporcionadamente alto nivel de vida de los máximos
dirigentes.
También el de algunos de sus súbditos. De ahí que entre las reparaciones
estén incluidos varios de los inmuebles, que como el edificio Naroca, en
el Vedado, están habitados principalmente por militares, de
incondicionales del dictador, y es un enclave próximo a la vía por donde
suelen transitar los principales mandatarios de la Isla.
El problema de la vivienda sigue siendo uno de los más delicados que
enfrenta la población cubana. La mayoría de los ciudadanos residen
hacinados en viviendas con más de un siglo de existencia. Sin
mantenimiento, ni reparación. En barrios superpoblados. Los planes de
construcción de nuevos inmuebles son insuficientes y sus resultados
dudosos, lo cual es reconocido por las autoridades. Hay casos de
edificaciones que han tardado más de 15 años en ser concluidas. Otras,
destinadas a uso social, permanecen en reparaciones luego de más de 20
años de iniciados los trabajos. Es el caso del hospital infantil Pedro
Borrás. También el del teatro Amadeo Roldán, el cual luego de su
inauguración y tras 19 años de reconstrucción, presenta deterioro y
reveladoras rajaduras en su fachada.
El estado ha emprendido trabajos de reparación de inmuebles a gran
escala, pero han sido un fracaso, o un teatro. Estas labores sólo han
contemplado la fachada de unos pocos edificios y no los problemas
estructurales más serios de los mismos.
Los derrumbes vienen a empeorar la situación. Hace pocos días ocurrió un
desplome parcial en la calle Neptuno, entre Águila y Galeano, en el
municipio Centro Habana, con resultado de un lesionado. Incidentes
similares ocurren cada día.
La anunciada "revolución arquitectónica" se resume en marginalidad,
barrios infuncionales como Alamar, solares de decenas de cuartos con
barbacoas, cientos de habitantes y un solo baño colectivo. Y ruinas.
Todo menos las casas de los "humildes" faraones.
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