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Friday, May 11, 2007

Sin agua no hay negocio

ECONOMIA INFORMAL
Sin agua no hay negocio

Guillermo Fariñas Hernández, Cubanacán Press

LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - Ya el negro Isidrito "El
Bombero" no se quiere acordar de cuando era un furibundo miembro de la
Unión de Pioneros de Cuba (UPC), y mucho menos de los lejanos días en
que se desgañitaba gritando: "Pioneros por el comunismo, seremos como el
Ché".

Mejor para Isidrito. Necesita olvidar su desvarío de presentarse ante el
comité militar de Santa Clara en el año 1987, y con sólo 17 años pedir a
viva voz a los oficiales reclutadores que lo enviasen a combatir a la
lejana Angola, petición que fue atendida de inmediato.

Regresó de la contienda vivo y sin una herida en el cuerpo, pero su
culpable conciencia sangraba a borbotones. Eran muy sofisticadas las
desgarraduras con lesiones espirituales, que son invisibles a los ojos,
pero sensibles a las almas de hombres y mujeres.

Con la reincorporación de Isidro a la sociedad cubana en diciembre de
1989 se desmoronó el aparente robusto y consolidado campo socialista.
Los teóricos del Marxismo-Leninismo no podían afirmar que lo de Polonia
era una exclusividad aberrante.

Luego, a Isidro lo golpeó la crueldad de la cárcel. Los jueces,
policías, fiscales; los compañeros de trabajo y hasta los "amigos" de la
Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), se olvidaron
de dos cosas.

La primera; Isidro tenía un hijo recién nacido al que debía alimentar en
medio de una crisis económica bautizada eufemísticamente por el propio
comandante como "periodo especial en tiempo de paz". Y la segunda: que
se trataba un internacionalista con un estado traumático denominado
"síndrome post-bélico".

Isidro fue condenado a 15 años. Salió de la penitenciaría "Alambradas de
Manacas hace 5 años, aunque ahora es miembro de los Comités de Defensa
de la Revolución (CDR) y se traga el buche amargo de pagarle la
cotización anual a sus hipócritas colegas de la Asociación de
Combatientes, que un día se desentendieron de él como un fardo
comprometedor.

Aprendió en ese cementerio de hombres vivos en el que han convertido las
cárceles de la isla, más que en las selvas, llanuras, montañas, ríos y
desiertos angolanos.

Lo primero que hizo, a riesgo de volver tras las rejas, fue cometer un
delito de cohecho: sobornó a un médico para que lo remitiera ante una
comisión médica, con el objetivo de lograr un subsidio vitalicio y ser
un jubilado ante las autoridades represivas, siempre al acecho para
regresarlo a la prisión.

Después buscó un negocio rentable y se dijo: "Si los cubanos están
pasando tanta hambre, me dedicaré a llenarles las barrigas y de paso
llenarme mis bolsillos de billetes".

Isidro es dueño de varias fábricas clandestinas de embutidos y cerca de
40 santaclareños dependen del negocio. Isidro ha logrado que muchos de
los carniceros en la ciudad comercialicen los jamones "Made in
Isidrito", y con la ayuda de Dios el negocio va viento en popa y a toda
vela.

Ya no participa directamente en las transacciones, es todo un empresario
que controla el negocio desde su casa, sentado en una silla de ruedas,
aparentando una enfermedad que nunca ha padecido. Mantiene a dos
queridas jóvenes, una blanca, lo cual le da un mejor estatus ante las
huestes de los sectores marginales de la capital de Villa Clara.

Su estrategia es sencilla: consiste en echarle bastante agua a la masa
de sus embutidos, y luego congelarlos. Después, resta venderlos a
precios más bajos que los del Estado. Ahora lo llaman "Isidrito, el
bombero", porque sin agua no hay negocio.

http://www.cubanet.org/CNews/y07/may07/07a6.htm

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