Cuba y la política del cuerpo
WENDY GUERRA
El llega a Cuba por 15 días para visitar a su familia. ¿Quién ha muerto
o quién ha nacido? No lo sé. Tal vez simplemente es el cumpleaños de su
madre.
Trae la maleta llena de regalos, todos sus ahorros sembrados en los
bolsillos y la cabeza en los aromas, las sensaciones que lo regresan a
la adolescencia. Está casado con alguien que no conoce del todo su
cultura, y su anhelo es que un día no tenga que explicarle los chistes,
las canciones, la situación dolorosa que lo ha llevado hasta un exilio
largo, robusto, que se va acomodando en su alma para siempre. No
traducir las emociones es y será siempre su utopía.
Ella viaja a Miami por algo de trabajo. Su vida desde hace años es ese
acto emergente de crear y resistir en un matrimonio jovial que eligió en
medio de esa guerra sin tiros que fue en Cuba el Período Especial.
¿Qué período no ha sido especial en esta isla? Piensa mientras entrega
el pasaporte al policía norteamericano. Cada una de las preguntas que el
oficial le hace le resultan absurdas, y es que de algún modo esta vida
suya es un verdadero absurdo. Por fin comprenden que ella no vino para
quedarse y sin entenderla del todo la dejan pasar.
¿Cómo explicarse? ¿Cómo describirse?
Una y otra vez, caminando La Habana, él se pregunta por qué no se quedó
en la isla a vivir la vida que sus padres le trazaron. Ella, en cambio,
nadó en Miami Beach pensando que esas aguas le quedaban muy bien, fluían
por su cuerpo como un hilo de oro y hasta pudieron ser, tal vez, parte
orgánica de su paisaje personal.
En algún punto de esta historia se encontraron. En un hotel, en un
concierto, en un aeropuerto, en casa de un amigo común o en medio de la
nada se miraron de frente y de un tirón les devolvieron la vida que el
malentendido histórico de Cuba les arrebató a bofetones.
De madrugada, en un hotel de paso, bajo "un aguacero en venganza" ,les
cambió la vida. Primero un relámpago, luego un estruendo, el saludo de
Oyá desde el cielo dividió su vida en dos y ensambló sus cuerpos en una
unidad compacta, indisoluble y firme. Ella y él, a pesar del derrumbe,
reconstruyeron el destino que siempre les perteneció.
Cada conversación sobre las sábanas les ponía a extremos del ejercicio
de expresarse desde sus diferencias. El no quería saber demasiado sobre
el lugar que abandonó, pero qué hacer si ella es eso: La isla misma,
delgada y breve, liviana, risueña, intensa, compleja. Él, en cambio, es
el misterio que rema de lado a lado intentando crear un país personal e
interminable, una Cuba que flota y brilla desde sus ojos claros a su
inspirada voz.
Piensan distinto pero se comunican a través de sus propias diferencias.
Los une el sabor de las especias y las canciones mojadas en ron y
lágrimas de espuma, la cruda infancia, las guitarras en los parques, el
sabor de los mangos maduros untados de tierra, el color de los vitrales,
el sexo fuerte y tierno, la irrealidad de columpiarse en lo irracional
sin caer o perder el sentido.
Él es la misma isla escapada de sus contornos, una fuerza creativa poco
común que sucede en todas partes, algo más allá del chovinismo y el
miedo. Valiente como sus decisiones y brillante como la obra que es y ha
sido.
Ella empieza donde él termina y en cada una de las opiniones contrarias
está la propuesta de construir un nuevo reino, el escondite donde
escapar del dogma, esa estación donde bajarse y ser mejores, la
posibilidad de proponer la diferencia reemplazando con altura una
república distinta, poblada de equilibrio, sentido común, sexualidad
frenética e inteligencia emocional para reconocerse.
La república del cuerpo no comprende soliloquios ni largos discursos
sino silencio y gesto, es ese lugar donde se habla desde el sentimiento.
Cada vez que alguien del exilio y de la isla se reencuentra, se abrazan
o se besan nace una isla nueva, se renuevan los votos, salta la
posibilidad de una nación llena de apegos y esperanzas. Que pienses de
otro modo, para mí significa admiración a la diferencia, posibilidad de
entender a Cuba de otro modo.
En el sensual mapa del cuerpo, en las caricias de la abuela olorosas a
mentol, en las heridas curadas con agua de mar, en la suavidad de una
cadera que marca el rumbo de sus pasos, en el abrazo penetrante de su
padre, allí está Cuba, y sobre esa montaña táctil y humana se construye
una nueva nación: la del reencuentro.
Escritora. Reside en Cuba
Source: Cuba y la política del cuerpo | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article142062779.html
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