Cuba, el punto ciego
ARNALDO DÍAZ BORGES | Madrid | 4 Mayo 2016 - 6:39 am.
Los acontecimientos en Cuba se prestan para un diálogo abierto con el
novelista español Javier Cercas, a propósito de su último libro: El
punto ciego. Las conferencias Weidenfeld 2015. Según Cercas, en las
grandes novelas, al principio de todas ellas, o en su corazón, hay
siempre una pregunta, y toda la novela consiste en esa respuesta a esa
pregunta central.
Cercas cita y desmonta varios ejemplos en novelas clásicas. La pregunta
central que Cervantes formula en Don Quijote de La Mancha es
transparente: ¿de verdad está loco Don Quijote? El proceso, de Kafka,
arranca con la interrogante: "Alguien debía haber calumniado a Josef K.,
porque, sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana..." ¿Es
culpable o inocente Josef K.? O, ¿quién es Moby Dick? ¿Por qué está el
capitán Ahab obsesionado con la ballena blanca? Y cierra con Vargas
Llosa y su obra, y, por supuesto, La ciudad y los perros, donde la
pregunta central es quién mató al esclavo, quien mató a Ricardo Arana.
En todas estas interrogantes la respuesta es que no hay respuesta. Es
decir, la respuesta es la propia búsqueda de una respuesta, la propia
pregunta, el propio libro.
Mi pregunta es si se puede aplicar la teoría del "punto ciego" a la vida
real. O sea, ¿hasta qué punto la vida nos lleva a puntos ciegos
(in)solubles, que a su vez son la motivación de seguir adelante, aún, a
sabiendas, que en su mayoría no tienen una solución o respuesta lógica real?
Si partimos del principio filosófico de que toda contradicción engendra
desarrollo, concluiríamos que la humanidad, y la vida, se encaminan a
puntos ciegos. Imposible imaginar un mundo sin contradicciones, sin la
interrogante del día a día. Pero, ¿cómo aplicar la "teoría del punto
ciego" a la Cuba de hoy? O, ¿cómo explicar a partir de dicha teoría lo
que ocurre o sucederá en la Cuba de hoy?
Para los cubanos hay una pregunta clásica, irresistible en toda reunión
de amigos fuera, incluso dentro de Cuba; retórica, si tenemos en cuenta
la repetición constante de la misma, y las respuestas de ambas orillas e
ideologías políticas. Esa pregunta es qué va a pasar en Cuba cuando
Fidel Castro muera.
En otras palabras, ¿qué va a suceder en Cuba cuando desaparezca, por ley
de vida, esa generación ya octogenaria, que en su momento hizo lo que se
conoce en el mundo entero como la revolución cubana?
"Supongo que habrá un funeral", respondió rápida e ingeniosamente el
narrador Senel Paz a la agobiante, comprometedora y repetida primera
interrogante.
"Una vez desaparecida la dirigencia histórica del país, ¿tendrán los
nuevos gobernantes la autoridad moral necesaria para suscitar de
antemano el consenso de la mayoría, como ha ocurrido hasta ahora?",
escribió el crítico y ensayista Ambrosio Fornet.
La respuesta real, o la insinuación de una respuesta, por supuesto con
mirada alrededor y tono bajo característico del complejo de persecución
y autocensura, esa respuesta que ha costado a más de uno el puesto de
funcionario y la inmediata caída en desgracia, o la desaparición física
en el peor de los casos, seguirá siendo una incógnita a día de hoy.
Aunque el paso de los años acerque, y exija cada día una sucesión
obligada y necesaria, una ventilación fresca y rejuvenecida a los
oxidados barrotes manchados de odios y rencores de casi seis décadas.
A partir de la crisis de los 90, con la entrada del turismo
internacional a Cuba, la verdad comienza a recorrer el mundo, y todas
las partes, políticas y apolíticas, se empeñan en visitar la Isla para
compartir el "último reducto" y constatar in situ la vida del cubano de
a pie. Al turismo que pasa por La Habana, se suma hoy la inmediatez de
las nuevas tecnologías, pero pese a ello la pregunta sigue en pie: ¿Qué
va a pasar...?
La respuesta es la propia búsqueda de una respuesta, la propia pregunta.
Pero, ¿qué ocurre en la Cuba actual que la convierte en centro de
peregrinación y visita obligada de unos y otros?
"En este tiempo postrevolucionario de ahora, ya los motivos no se
corresponden con épica de ninguna clase. La aparición de algún famoso se
ha convertido en un rito semanal para alimentar la llama del mundo del
espectáculo o repetir hasta el infinito las fotos de un país con una
imagen más vintage que futurista", sostuvo Iván de la Nuez a propósito
de la visita de The Rolling Stones a La Habana.
Vintage: nunca mejor dicho. En el caso material, incluso espiritual,
donde lo antiguo se empeña en rejuvenecer, a pesar de las carencias, y
llama la atención al resto del mundo gracias al ingenio y el arte del
cubano. Sin embargo, en el plano político, que nunca ha rejuvenecido y
se aferra al pasado obsoleto y retrógrado, lo vintage refleja la
abstención y pérdida de fe en el progreso.
Sin embargo, ¿qué hay en aquella "cosa buena mal hecha" que la convierte
en titular de los medios de prensa internacionales? ¿Por qué ese empeño
de invertir en un país incierto, no ya desde el punto de vista político
que lo rige todo a todos los niveles, sino desde el punto de vista
económico, que a la vez que incentiva, frena la inversión extranjera con
mecanismo obsoletos?
Aquí retomo a Javier Cercas: al final no hay una respuesta clara,
univoca, taxativa; solo una respuesta ambigua, equívoca, contradictoria,
esencialmente irónica, que ni siquiera parece una respuesta.
El también narrador Arturo Arango puede conducirnos a un "punto ciego"
de clarividencia: "Sobre Cuba hay una percepción de que algo está a
punto de cambiar, de reformarse o desmoronarse, de transitar hacia otro
sistema o hacia un modelo distinto de socialismo. Esa dilatada
expectativa, las tensiones acumuladas, dentro y fuera de la Isla, en
torno al futuro político del país, y los cambios que, inexorablemente,
las nuevas condiciones de vida y los diferentes contextos
internacionales han provocado en los ciudadanos de a pie, hacen que el
pasado, el presente y el futuro aparezcan como dimensiones
entremezcladas, sin fronteras precisas, como cápsulas expandidas o
contraídas, incluso confundidas entre sí, según el caso".
Por más que se especule no hay verdad absoluta ni respuesta concreta. El
mecanismo está hecho como la pescadilla que se muerde la cola. Todo
lleva a una pregunta sin respuesta, o a la respuesta parcializada,
retórica; al final inacabado que está por llegar y no llega, ¿y cuándo
llegue...?
Source: Cuba, el punto ciego | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1462203560_22079.html
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