A Silvio le gusta dormir caliente
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ | Miami | 26 Nov 2015 - 4:50 am.
Además de su nunca bien ponderada densidad y falta de gracia, Silvio se
ha empeñado en exhibir otros dos defectos que lo colocan a la cabeza de
esa sombra que hoy proyectan hacia nuestra cultura los artistas e
intelectuales cómplices de la dictadura castrista. Con los ojos
cerrados, la barriga llena y el corazón contento, suele salirle al paso
a las figuras públicas que critican a "Cuba" (que es como se hacen
llamar sus verdugos), y no parece incomodarle tener que echar garra,
para las ripostas, a las mismas sustentaciones manidas y cursis del
poder, y a su mismo ejercicio de bruta intolerancia.
Es el primero de sus dos nuevos defectos. En tanto el segundo lo
descubre como un perdedor por vocación: Silvio no gana ni una de sus
controversias públicas.
Hay personas a las que les complace afanarse a fondo defendiendo
sinrazones, aun cuando sepan de antemano que están condenadas a perder
la contienda. Les podríamos llamar masoquistas. Pero yo prefiero
calificarlas a partir de la frase empleada por una muy querida amiga,
para quien el problema de esas personas es que les gusta dormir
calientes. Tal vez sea el caso de Silvio.
Cuando aún permanece fresca en la memoria (a pesar del paso de varios
años) la elegante arrastrada que le propinó Carlos Alberto Montaner,
Silvio ha salido en busca de una nueva. Y claro que la encontró, si bien
no tan contundente como merece, no por ello menos devastadora e igual de
inapelable.
Ante los argumentos de su contendiente, el presidente de Costa Rica,
Luis Guillermo Solís, respetuoso, distinguido, conciliador, Silvio
persistió en su defensa a ultranza de las sinrazones de la dictadura,
esta vez con respecto a la crisis de los migrantes cubanos en
Centroamérica. En verdad, daba más lástima que roña leer su endeble
réplica. Y aún más que lástima, daba grima verlo hablar en nombre del
pueblo cubano, elogiando graciosamente nuestra "extraordinaria
resistencia" ante la guerra económica a que nos somete EEUU.
A uno no le queda más que desconcertarse con el modo en que ciertos
sujetos como Silvio y otros representantes de la izquierda bistec de
Cuba viven instalados cómodamente en la estratosfera, sin conocer lo que
realmente piensa y siente la gente de su pueblo, pero sin que ello
impida que se gasten la petulancia de hablar en su nombre. Como tal vez
algún día reconocerán los historiadores, nuestra gente de a pie es hoy
más pronorteamericana que hace medio siglo. Es una realidad que escapa a
los encasillamientos políticos, un fenómeno sui géneris que se ha
producido a contracorriente del muy retorcido enfrentamiento ideológico
que se empeñó, durante varias décadas, en distanciarnos y en sembrar la
descalificación y el resquemor previos como barrera.
Y cuando esto sea inevitablemente reconocido por los estudiosos, no me
extrañaría que Fidel Castro quede en la historia como el mayor
anexionista de los políticos cubanos, si no por los discursos, siempre
manipuladores, sí por los hechos.
Las previsiones de Fidel ante la historia parecen haber sido taimadas y
enfermizas hasta un punto tal que cabe suponer que desee y aun que haya
previsto un destino de fárrago e indigencia totales para Cuba, solo con
la esperanza de que cualquier comparación que establezcan los estudiosos
del futuro termine favoreciéndolo. Poco ha de importar que de las viejas
ínfulas anexionistas de gobernantes estadounidenses no quede ya sino
sombra en el recuerdo. Menos importa que nadie con dos micras de cerebro
asuma hoy como seria la tesis de un presunto interés estadounidense por
apropiarse nuestra isla.
En cambio, todo indica que por nuestra parte, y sin que el socorrido
"enemigo" mueva un dedo, estamos precipitándonos hacia un destino tal
vez más nefasto que la anexión: la dependencia absoluta, a lo bestia, no
por intención manifiesta y previamente planificada, sino por caída
libre, bajo el peso gravitatorio de una sola disyuntiva, como ya ocurrió
antes con la URSS.
¿Qué otro camino le quedaría a un país sin capacidad productiva, sin
industria, con el campo en ruinas, con todas sus estructuras
administrativas carcomidas por la corrupción, sin mercado interno, sin
fuertes rubros de exportación, endeudada hasta la coronilla y habiendo
perdido de raíz la cultura del trabajo y el espíritu de la competencia?
Ese es el fruto neto de la labor anexionista de Fidel Castro.
Por lo demás, en lo que al pueblo cubano respecta, también los
historiadores tendrán la ardua tarea de explicar cómo ha sido posible
que por encima del implacable y ensañado adoctrinamiento que sufrimos en
las escuelas, desde la más temprana edad, por encima de las más
demenciales prohibiciones y represiones, nunca, ni por un minuto, a lo
largo de varias generaciones, nuestra gente ha renunciado al creciente
deseo de emigrar hacia EEUU, o a la preferencia por sus productos o a la
atracción general por todo lo made in USA.
Y aun así, Silvio se atreve a proclamar la resistencia de los cubanos
ante el enemigo del norte. Cualquiera diría que lo hace para favorecer
masoquistamente a sus rivales.
Source: A Silvio le gusta dormir caliente | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1448491596_18379.html
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