"En Cuba la izquierda se irá haciendo más plural"
El historiador y activista defiende "un socialismo democrático que no 
sacrifique los derechos por los bienes o los servicios"
MIRIAM CELAYA, Miami | Agosto 03, 2015
Historiador y activista, Armando Chaguaceda se define a sí mismo como 
defensor de "un socialismo democrático que no sacrifique los derechos 
por los bienes o los servicios". En Cuba, se vinculó con grupos de 
izquierda autónoma y en la actualidad reside en México, desde donde 
viajó la pasada semana a Miami para un encuentro de la Asociación para 
el Estudio de la Economía Cubana (ASCE, por sus siglas en inglés).
El "Chagua", como le dicen sus amigos, habló con 14ymedio sobre las 
reformas en la Isla, el proceso de negociación con Estados Unidos y el 
futuro de la ideología que ha defendido toda su vida.
Pregunta. ¿Hacia dónde va la izquierda en Cuba?
Respuesta. La izquierda suele definirse por privilegiar la igualdad por 
sobre la libertad. Sin embargo, esta es una definición muy esquemática. 
Para mí es necesario sostener la igualdad política y los derechos frente 
a todos los poderes, incluido el mercado.
En Cuba, la izquierda se irá haciendo más plural. En la actualidad hay 
varias izquierdas en la Isla: una más comunista y totalitaria; una 
anarquista, que no reconoce al Estado, lo cual es bueno en cierto 
sentido porque lo desmitifica, lo cuestiona. La mía es la 
socialdemocracia, o socialismo democrático, que no sacrifica los 
derechos por los bienes o los servicios; es un socialismo más humano e 
inclusivo.
En Cuba se rompió el pacto social de la revolución; disminuyó el gasto 
social en áreas importantes –como la salud o la educación– que en 
definitiva nunca fueron derechos, puesto que no eran reivindicables.
La oposición cubana se ha centrado mucho en el tema de los derechos 
humanos, que son deficitarios pero que a la gente no le importan mucho. 
La agenda de la izquierda, en cambio, reivindica los derechos sociales. 
Al menos un sector de la izquierda va en ese camino, como son los casos 
–por ejemplo– del Observatorio Crítico, que defiende las conquistas 
sociales y los derechos de los trabajadores; o Pedro Campos, que propone 
un socialismo democrático y participativo.
En lo personal, a mí me ayudó mucho el anarquismo en la crítica al 
Estado y en cuanto a entender otro tipo de militancia, porque yo vengo 
desde el comunismo. En mis años de anarquismo viví y sentí el rescate de 
la solidaridad y del afecto "desde abajo". De esa experiencia con los 
anarquistas y de los años que pasé como profesor de la Universidad de La 
Habana guardo mis mejores recuerdos
P. Los cambios que ha realizado Raúl Castro en Cuba, ¿los consideras una 
"traición", o por el contrario, una mejoría del "modelo socialista"?
R. No es una traición. Es una actualización, una reforma. Se construye 
un nuevo modelo que tiene continuidades y cambios respecto al anterior. 
Continúan el control político del Estado sobre la sociedad y la falta de 
pluralidad política; a la vez que se operan cambios en la sociedad, que 
es ahora más diversa, menos dependiente del Estado; pero también más 
desigual y pobre, mientras en la economía, el mercado asigna bienes y 
servicios a quienes pueden pagar.
P. ¿Se puede ser liberal, de derechas, anexionista o burgués y tener a 
la vez buenas relaciones con Chaguaceda?
R. Sí. Tengo amigos y familiares de diferentes tendencias políticas, 
pero compartimos valores y afectos como seres humanos. Entender y 
defender eso en un país tan polarizado y politizado por décadas es 
importante.
P. ¿Reformar o derrocar?
R. ¿Si defiendo una vía violenta? En principio, no. La violencia se 
impone siempre desde los poderes cuando se niegan las otras vías y los 
derechos a las gentes. Y la mayor parte de las veces esa violencia se 
cobra la vida de los más pobres y carentes de poder. Otras veces, cuando 
la violencia triunfa como movimiento revolucionario, acaba encumbrando a 
los antes subversivos y establece una nueva dominación.
Pero además, por razones éticas no puedo pedir a los otros algo que yo 
mismo nunca hice. En mis años de vida política en Cuba, en las 
organizaciones oficiales, en el activismo emergente y en mis escritos 
como intelectual público siempre aposté por usar "el lugar, el momento y 
la forma correcta" (risas), de manera pacífica y apelando a las leyes y 
a los derechos para impulsar las causas en las que creía.
P: ¿Cómo evalúas el proceso de negociaciones entre Cuba y Estados Unidos?
R. Como algo inevitable y entendible, dado el fracaso de la agenda 
aislacionista y desde los legítimos intereses del gobierno de los 
Estados Unidos para con sus empresarios y ciudadanos. Eso no significa 
que el acompañamiento internacional por la democratización y el respeto 
a los derechos humanos en Cuba deba subordinarse a intereses 
geopolíticos. Creo que debe ser, ante todo, una causa ciudadana de 
activistas, organizaciones, movimientos y, en el caso de Cuba, debería 
contar con la participación de los Gobiernos de América Latina.
P: La experiencia mexicana, ¿cuánto te ha enriquecido y cambiado?
R. La experiencia mexicana me ha impactado en diversos modos. Primero, 
he conocido un país, una cultura y un pueblo de una riqueza 
inconmensurables, donde he podido desarrollar ocho años de carrera y 
formación académicas. Pero también me ha servido para entender que sobre 
la desigualdad y la violencia rampantes y cotidianas, todo andamiaje 
legal y constitucional de la democracia se vacía de sentido para la 
gente común, de abajo.
En México, además, he conocido nivel teórico y práctico la lucha de los 
movimientos por los derechos humanos que no capté en su debida magnitud 
en mis años en Cuba. Y cuando veo los casos de violaciones flagrantes de 
los derechos humanos desde el testimonio de las víctimas, me percato de 
que no hay "violaciones preferibles a otras", sino –a lo sumo– 
condiciones y garantías diferentes para ejercer tus derechos.
Puede haber, en algunos lugares, asesinatos físicos; y en otros, 
asesinatos cívicos. Pero desde la experiencia de los reprimidos, toda 
violación de derechos, sea cual sea el principio legitimador que se 
invoque para cometerla (la lucha contra el terrorismo o contra "los 
mercenarios del Imperio", por ejemplo), es condenable.
P. En tu ponencia hiciste un balance del estado de las ciencias 
políticas en Cuba. ¿Podrías hacer un resumen de lo que planteas en ella?
R. Primero, en comparación con otras ciencias sociales, persiste un 
mayor retraso en el desarrollo de las ciencias políticas, tanto en lo 
organizativo y en lo teórico-metodológico como en la difusión de los 
resultados de las investigaciones. Persisten dogmas estalinistas y un 
abuso de las visiones normativas, carentes de sustento empírico. Como 
resultado, se hace algo más parecido a la filosofía política que a la 
sociología política, y eso marca los estilos de todos los que nos 
formamos tempranamente en Cuba.
Sin embargo, en espacios académicos y en foros alternativos se van 
abriendo temas antes excluidos, se gana rigor en el uso de técnicas de 
investigación, en la obtención y procesamiento de datos y va 
reconociéndose un trabajo legible, sin códigos crípticos, por parte de 
la academia latinoamericana. Tenemos retos, como el de leernos y 
citarnos más "los de adentro" y "los de afuera"; superar el recelo 
solipsista que habita en algunos de los primeros y el realismo pedante 
de quienes, desde fuera del país, creen que en esas condiciones internas 
no hay una obra digna de reconocerse y valorarse.
Source: "En Cuba la izquierda se irá haciendo más plural" - 
http://www.14ymedio.com/entrevista/Cuba-izquierda-ira-haciendo-plural_0_1827417244.html
 
 
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